Güemes y un traspié en tierra tucumana que resultó letal

Güemes y un traspié en tierra tucumana que resultó letal

Las tropas eran lideradas por quien había sido uno de sus principales comandantes en la lucha contra los realistas, el jujeño Manuel Eduardo Arias.

MANUEL EDUARDO ARIAS. Era aliado de Güemes, se pasó a las filas de Aráoz y terminó venciendo a los salteños. MANUEL EDUARDO ARIAS. Era aliado de Güemes, se pasó a las filas de Aráoz y terminó venciendo a los salteños.

Los últimos meses de Martín Miguel de Güemes fueron frenéticos y desesperantes. Sometido a poderosas presiones se lanzó a una guerra fratricida que marcó el declive final de su poder y constituyó la antesala de su muerte ¿El enemigo? Las tropas tucumanas, lideradas por quien había sido uno de sus principales comandantes en la lucha contra los realistas, el jujeño Manuel Eduardo Arias (de quien nos ocuparemos más adelante).

¿Cómo fue que Güemes, en aquel entonces gobernador de Salta, terminó enfrentándose con Bernabé Aráoz, quien intentaba mantener la unidad de la República del Tucumán? Situémonos en el tiempo. Corría 1820 cuando San Martín designó al salteño como líder del Ejército de Observación. La misión de esta fuerza era avanzar sobre el Alto Perú -actual Bolivia- para reforzar la campaña que el Libertador lanzaba sobre Lima. El objetivo de Güemes era reunir 3.000 soldados para contener a los realistas e impedir que fueran en auxilio del Virrey.

Para ello necesitaba la colaboración del resto de las provincias. Decidió convocar un congreso en Catamarca (que en aquel entonces dependía de Tucumán) cuyo objetivo era coordinar la campaña militar. Ni Córdoba, ni Buenos Aires ni Tucumán apoyaron la iniciativa. El historiador Armando Raúl Bazán (citado por Miguel Ángel de Marco en “Güemes: padre de los gauchos, mártir de la emancipación”) explica que para Aráoz “el proyecto de Güemes era inaceptable, porque de acceder al congreso se vería obligado a entregar las armas y pertrechos de los que se había apoderado cuando el motín de Abraham González lo instaló de nuevo en el gobierno (1819)”.

La realidad que vivía el gobernador tucumano tampoco era sencilla. En septiembre de 1820 había impulsado el nacimiento de la República del Tucumán. Una Constitución, la primera de nuestra provincia, le había dado forma a aquel “experimento político”, tal como lo definió Facundo Nanni, Doctor en Historia. Abarcaba los territorios de Tucumán, Santiago del Estero y Catamarca. Pero los santiagueños, liderados por Juan Felipe Ibarra, ya habían elevado un acta de autonomía que había sido rechazada por Aráoz. La situación en estas tierras era muy delicada.

En enero de 1821 Güemes inició la ofensiva hacia el Alto Perú. Pero a fines de febrero ordenó la contramarcha de 2.000 hombres y los envió a Tucumán. Además, mandó a Catamarca una división con el objetivo de deponer al gobernador, que respondía a Aráoz. El argumento: Ibarra le había dicho que no podía enviarle los recursos que le había prometido, porque el tucumano lo estaba atacando.

Esta situación desembocó en la batalla del Rincón de Marlopa. El 3 de abril de 1821, los salteños, comandados por Alejandro Heredia (sí, el futuro gobernador tucumano) fueron derrotados por los soldados de Aráoz, quienes estaban a las órdenes del jujeño Arias. Si bien hubo algunas otras incursiones salteñas en Tucumán, esta batalla constituyó para Güemes mucho más que una derrota militar: sus adversarios políticos decidieron derrocarlo y perdió la gobernación salteña, según reseña De Marco. Esto ocurrió el 24 de mayo, poco menos de un mes antes de su muerte.

¿Héroe o traidor?

Al principio hicimos referencia a Manuel Eduardo Arias. Nacido en Humahuaca a mediados de la década de 1780, se crió en la finca San Andrés, de su padre, entre Humahuaca y Orán. Se unió a las tropas de Güemes para luchar contra los realistas. Por sus méritos, el director supremo Juan Martín de Pueyrredón lo nombró teniente coronel y llegó a ocupar el cargo de Comandante de Gauchos de Orán, Santa Victoria, San Andrés y la Puna. En su “Historia de Belgrano”, Bartolomé Mitre lo describió así: “era, sin dudas, el jefe divisionario con más cabeza del ejército de Salta (en aquel entonces, Jujuy dependía del Gobierno salteño)”.

Por desavenencias con Güemes, se refugió en Tucumán. Hay distintas versiones. Una de ellas (aunque no la única) es la que expone el historiador salteño Atilio Cornejo. Según él, Arias se vio envuelto en una conspiración contra su jefe y eso motivó el destierro que lo puso al frente de los tucumanos en el Rincón de Marlopa.

Su final también fue trágico: murió asesinado por enemigos políticos en San Andrés. Ocurrió el 16 de junio de 1822, un día antes de que se cumpliera el primer aniversario de la muerte de su antiguo líder en la lucha por la independencia. Coincidencias de una época violenta y azarosa.

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