Por qué los alimentos suben más en la Argentina que en otros países de la región

Por qué los alimentos suben más en la Argentina que en otros países de la región

El interrogante que surge de este contexto es si la revalorización de productos se está trasladando al consumidor final.

 POR LAS GÓNDOLAS. POR LAS GÓNDOLAS. REUTERS

Según los relevamientos y estimaciones de FAO (Naciones Unidas) el valor internacional de una canasta de alimentos (que contiene un mix de carnes, lácteos, aceites, granos y azúcar) se viene incrementando al 3,2% mensual en los cinco primeros meses de este 2021, mostrando una aceleración importante respecto del ritmo que tuviera en 2020 (+0,6% mes). Dentro de esta canasta, los precios de los distintos grupos de productos están creciendo y acelerando su ritmo respecto del año previo, destacándose por sobre el resto los aceites (+5,9% mes) y el azúcar (+4,1% mes). Debe aclararse que en la valorización de esta canasta FAO incluye precios de comercio exterior (precios en frontera, no son precios finales pagados por consumidor) y en muchos casos los productos son en realidad más bien insumos para la elaboración de alimentos, es decir, tampoco son productos finales, caso de cereales como el trigo o el maíz que se consumen casi en su totalidad transformados.

El interrogante inevitable que surge de este contexto de suba de precios internacionales es si la revalorización de productos se está trasladando al consumidor final, si está llegando en forma de mayores precios a los bolsillos de las familias, y en ese caso en qué orden de magnitud. ¿Cuál es la dinámica en los países de la región?

Juan Manuel Garzón, economista del Instituto para el Estudio sobre la Realidad Argentina y Latinoamericana, focaliza el análisis en base al rubro “alimentos y bebidas no alcohólicas” de los IPC de cada uno de los países de la región. En la Argentina la inflación en alimentos y bebidas no alcohólicas, que promediara el 3% mensual en 2020, ha subido al 4,4% mensual en 2021 (IPC INDEC Nacional). Por su parte, en Latinoamérica, la inflación para el mismo rubro de bienes fue del 0,4% mensual en el 2021 (valor mediano), considerablemente más baja a la de Argentina, y también menor a la de 2020 (0,5% mensual).

Cuando se analiza el caso por caso de los distintos países se encuentran matices que deben mencionarse: cuatro países muestran desaceleración (Chile, Uruguay, Costa Rica y Brasil), tres de ellos aceleración (Perú, Bolivia y Colombia) y el último no presenta cambios (México). La tasa de inflación mensual más alta se observa en Colombia (+1,3% mensual) y la más baja en Costa Rica (-1%), indica el economista.

Brasil y Uruguay, dos países limítrofes y quizás más comparables por canastas de consumo con Argentina muestran tasas del 0,4% y 0,5% mensual en este 2021. Es importante apreciar que la tasa de inflación mensual de la canasta de alimentos, medida en moneda local en todos los casos, de Argentina en los primeros cuatro meses del año es 11 veces la de la región (valor mediano) y que esta brecha si bien no es nueva se ha ampliado respecto de la que se tenía el año pasado (seis veces). "De los números presentados surgen varias cuestiones, quizás la más relevante es por qué la inflación en alimentos está siendo relativamente baja en la región en un contexto de suba de precios internacionales que  ha sido relevante en términos cuantitativos (+3,2% mensual canasta FAO). O planteado desde otra perspectiva, dado que los países de la región son exportadores de muchos de estos productos, utilizan muchos de ellos en la elaboración de sus alimentos, o también incluso son importadores de otros, por qué no ha impactado eso en los precios de sus bienes finales", plantea Garzón.

Seguramente que las explicaciones son múltiples, incluyendo cuestiones de manejo prudencial de la macroeconomía (política monetaria, cambiaria), aspectos microeconómicos y también de conformación de canastas de consumo. En lo que respecta a la microeconomía, debe señalarse que muchos de los productos que se comercializan en el mundo, que usualmente se monitorean y cuyos valores son luego los que difunden organismos como FAO, representan sólo una parte de los costos totales de los alimentos. A los precios de estos productos -señala el especialista- hay que agregar, según los casos, costos industriales (cuando el producto final tiene mayor transformación que el que se comercia), comerciales (el mismo producto en una góndola de un supermercado de proximidad vale bastante más que en un contenedor en un puerto o en centro de distribución), logísticos (particularmente cara la “última milla” y más en productos perecederos) e impositivos (en el comercio exterior los productos se comercializan sin impuestos indirectos). Por ejemplo, en el caso de productos lácteos, hay estimaciones que señalan que casi el 50% de los precios finales retribuye a los eslabones de producción (tambo e industria) y el otro 50% retribuye los servicios antes mencionados (transporte, distribución y comercio) más la parte que se lleva el Estado vía impuestos sobre ventas; en el caso de estos productos, la suba de precios internacionales impacta a grosso modo y en promedio sólo sobre la mitad del precio que paga un consumidor (un poco más en los productos más comoditizados y un poco menos en los productos más diferenciados).

Otro tema es la conformación y valorización de las canastas básicas; las canastas básicas de alimentos incluyen más productos que la canasta FAO (muy concentrada en granos, carnes y lácteos), incluyendo varios que son “casi no transables”. Por caso, muchas hortalizas son productos altamente perecederos y son abastecidos desde lugares de producción cercanos a los grandes centros de consumo y que, por tanto, están bastante alejados de los movimientos de precios internacionales de commodities. La suba de precios internacionales pega entonces sólo sobre una parte de la canasta de alimentos de los países e impactará menos en aquellos países donde las preferencias del consumidor se encuentren más alejadas de los productos que más se han valorizado.

En lo que respecta al manejo macroeconómico, Garzón advierte que debe considerarse la dinámica del tipo de cambio en cada país. Frente a una suba de precios internacionales, países que son exportadores netos de estos productos (muchos de la región) mejorarán sus cuentas externas y eso generará presión para que sus monedas se aprecien fenómeno que, de ser convalidado por las autoridades monetarias, contribuiría a contrarrestar (al menos en parte) el traslado a precios locales de la suba de precios externos, sostiene el especialista del Ieral.

¿Qué es lo que ha pasado con el tipo de cambio nominal en cada uno de los países bajo análisis? En su diagnóstico respecto de 2020, Garzón puntualiza que el tipo de cambio de Argentina mostró una depreciación mensual del 2,7% (punta a punta), que se elevó al 3,0% mensual en el 2021 (4 meses). En el caso de la región, la depreciación fue de 0,4% mensual (mediana) en 2020 y se elevó muy suavemente en 2021 (0,5% mensual). En el análisis país por país, sólo en Chile se observa una apreciación del tipo de cambio, es decir un movimiento en la dirección que se podría haber inferido dada la suba de precios de commodities (que se extiende a los minerales) y que ayudó al país trasandino a contener las subas de precios de alimentos que importa o exporta. En Bolivia se da la particularidad de un tipo de cambio completamente estabilizado y en los restantes países distintas tasas de depreciación, todas ellas muy inferiores a las de Argentina y sólo en el caso de Colombia con una aceleración (de relevancia) en de la depreciación de la moneda. "En síntesis, las estadísticas indican que en la región los precios a nivel consumidor de los alimentos se muestran bastante estabilizados, habiendo transcurrido varios meses del ciclo internacional alcista de commodities, e incluso con varias monedas perdiendo valor (y no poco, entre el 1% y 2% de depreciación mensual en países como Brasil o Uruguay en 2021)", subraya. Lo logrado en estos países revela que la elevada inflación de Argentina particularmente en estos productos (una inflación que es 11 veces la tasa media de la región) no puede estar anclada en el contexto externo y debe encontrarse una mejor explicación del fenómeno, seguramente más asociada a la política monetaria (emisión pasada, actual o esperada en exceso a la que el mercado requiere) y la organización económica del país (economía cerrada, dependiente del sector público y con bajos incentivos a la inversión privada), finaliza.

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