Pareceres: sin agenda

Pareceres: sin agenda

Por Juan María Segura - experto en educación.

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06 Junio 2021

Con tibio entusiasmo, parte de las escuelas de algunas partes del país retoman a partir de hoy parte de la normalidad que supone la presencialidad. Claro que la noticia es medianamente buena para las familias y escuelas incluidas en esa restitución de la rutina perdida, pero no mucho más que eso. El sistema educativo como meta diseño continúa navegando a la deriva, sin mediciones, sin notas, sin agenda, sin debates que valgan la pena, sin informes originales, y sin que todo ello genere más que algunas pataletas aisladas.

Me molesta describir el cuadro general con tan poca precisión, pero hoy los datos escasean. Al menos los datos que nos deberían generar preocupación o entusiasmo. Ya sabemos que los operativos nacionales de medición de calidad de aprendizajes de todos los países están momentáneamente suspendidos. Sin embargo, ¿cuántas horas estimamos que los niños leen en la actualidad durante una semana tipo? ¿Cuántas palabras diferentes utilizan en un ensayo los alumnos para argumentar? Ambas son métricas muy sencillas de obtener. ¿Cuántas horas netas semanales en situación de enseñanza-aprendizaje ofrece la virtualidad en comparación con la presencialidad en burbujas y en comparación con un modelo híbrido? Preguntas sencillas de métricas poderosas, que ni siquiera estamos interesados en debatir.

Mientras seguimos dando vueltas en redondo y discutiendo a los gritos sobre nuestros estados de ánimo, el mundo educativo sigue su curso, estimulado y desafiado por igual por una pandemia que demora en replegarse. Así, en la última edición de la revista Fast Company, se publicó el listado de las 50 empresas más innovadoras del mundo. Dentro del listado, se hace mención a 3 organizaciones educativas que, a juicio de la publicación, merecen reconocimiento: Outschool (número 12 del ranking), Ruangguru (#25) y Skillshare (#49). Iniciativas lanzadas desde Reino Unido, Indonesia y Estados Unidos, respectivamente, que durante la pandemia cobraron un gran protagonismo para alumnos y docentes del mundo que, como en Argentina, debieron cambiar abruptamente a modo de trabajo 100% remoto.

Outschool es una plataforma en línea de actividades extracurriculares lanzada en 2015 por Amir Nathoo, que ofrece +100 mil cursos a +900 mil alumnos en +20 países diferentes. Ruangguru es una comunidad de tutores en línea y de transmisiones en vivo lanzada en 2014 por Adamas Belva Syag Devara para dar soporte a la comunidad docente. Y Skillshare es una comunidad de aprendizaje en línea lanzada en 2010 por Malcom Ong y otros, que ya cuenta con +30 mil clases disponibles. A estas 3 organizaciones se suman otras 7, completando un listado de lo que la revista define como las 10 instituciones educativas más innovadoras del 2021. Más allá de los nombres y de las peculiaridades de cada una de estas organizaciones, encuentro interesante los elementos comunes que presentan.

En primer lugar, todas son jóvenes, nacidas a partir del ‘tsunami educativo’ del 2010. En promedio, poseen 6 años de vida. Dicho de otra manera, nacieron en promedio en 2014. La más nueva es la empresa Virti, nacida en 2018, que provee capacitación y entrenamiento a través de realidad aumentada y de realidad virtual a profesionales de la salud. Que sean jóvenes no es una virtud en sí misma, aunque sí un rasgo claro de que están impulsadas por emprendedores, de que se valieron del financiamiento abundante del mundo inversor que apuesta a un cambio de hábitos en la industria, y de que lograron llamar la atención de suficientes usuarios. Esta información es coincidente con un trabajo que la Fundación Varkey de Argentina realizó durante el 2020, al mapear 61 start ups locales del mundo EdTech y verificar una ‘curva de edad’ similar, con todas las iniciativas lanzadas entre 2010 y 2019.

En segundo lugar, todas son usuarias intensivas de tecnología. No hay dudas de que la pandemia forzó un cambio de conducta de los usuarios, y una modificación de las necesidades a partir de las situaciones de confinamiento impuestas por el virus, y que eso generó un situación ‘forzada’ de adopción. Sin embargo, está claro que en todos estos casos la arquitectura tecnológica jugó un papel determinante, no solo para permitir multiplicar el tráfico sin volver inestable el nivel de servicio, sino también para convertir el gran volumen de datos en insumo de diseño de nuevos productos. Las interfases personalizadas de usuarios, la interactividad de las plataformas, los algoritmos de clasificación de datos y el procesamiento de la información en períodos breves de tiempo, favorecieron la adaptación de estas empresas y herramientas a las necesidades de un tiempo tan especial, y fueron todas facilitadas a través del uso intensivo de tecnología. Así, por ejemplo, la MOOC Edx, lanzada en 2012 y con +10 millones de usuarios, reemergió con fuerza durante la pandemia a partir de micro licenciaturas y micro maestrías

Finalmente, y en tercer lugar, todas soportan la escala y ofrecen presencia global. Nacidas en Indonesia, Alemania, Estados Unidos o México, se diseñan para ser utilizadas por muchos y por todas las culturas. Un rasgo notable de las soluciones educativas exitosas, más allá de estas super estrellas, es su transversalidad cultural e idiomática. Personalmente trabajo con diseños pedagógicos y plataformas lanzadas en Israel y Reino Unido que, luego de más de 10 años, son utilizadas por docentes y alumnos de más de 30 países del mundo.

Todas estas empresas (o plataformas, como mejor le resulte mencionarlas), son la punta del iceberg de un mundo en transformación, de un mundo educativo con el deseo y el mandato de reinventar prácticas y de poner recursos al servicio de tantas necesidades de aprendizaje. Estamos hablando de cientos de iniciativas, con miles de soluciones (muchas de ellas sin costo alguno para los usuarios), para millones de aprendices de todas las culturas y condiciones. ¿Dónde está esa agenda en nuestro país? ¿Quién la lidera? ¿Acaso a alguien importa?

Decir que la innovación es un lujo que solo se pueden permitir los ricos, los países con recursos, es una tontería. Es no comprender la dinámica de supone el proceso de innovar, el ecosistema que estimula y los impactos trascendentales que genera. No se innova porque la plata y el tiempo sobran, sino porque la innovación posee un tremendo potencial transformador, y la transformación es justamente más necesaria en los ambientes menos favorecidos. A ver si nos ponemos las pilas y armamos una agenda educativa que convoque y compromete. Es posible.

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