05 Junio 2021
Mientras el llamado “Primer mundo” va dejando atrás la tragedia del coronavirus, nuestro país, entre otros, todavía está en la cresta de la anunciada segunda ola. El desmanejo sanitario del Gobierno nacional, desde el mismo principio de la pandemia, ya costó la vida de casi 80.000 argentinos/as. Y la cifra desgraciadamente, se incrementa de manera imparable, debido fundamentalmente a la falta de vacunación para combatir este terrible mal. En ese contexto nos estamos enterando de que el Gobierno nacional rechazó millones de vacunas del llamado fondo Covax, que seguramente hubieran evitado la pérdida de muchísimas de esas vidas. Aparte, el entredicho con uno de los principales fabricantes, cuya vacuna ya usaron más de 100 países, desnuda la ineptitud gobernante para manejar una situación que irremediablemente ya se le fue de las manos. La repudiable manía de ideologizar absolutamente todos sus actos condenó a nuestro país a pagar las consecuencias económicas y en vidas humanas de este desastre. Las miserias personales que derrochan nuestros dirigentes se mostraron descarnadamente, cuando el ex jugador de fútbol Matías Almeyda quiso comprar, de su propio bolsillo, las vacunas necesarias para toda la población de Azul, su ciudad natal y chocó con los pretextos y el desinterés del Gobierno, incluido el impresentable gobernador de la provincia de Buenos Aires, que lo mandó a leer la Constitución argentina. Movido por la muerte de su propio padre por coronavirus, Almeyda solamente quería poner su granito de arena para ayudar por lo menos a sus paisanos, pero chocó con la monolítica soberbia de una clase política que solamente entiende la misma como exclusivo coto de caza de sus ambiciones personales. Ahora los invade el nerviosismo, al ver que se aproximan las elecciones de medio término y con toda seguridad van a pagar el costo político de no estar, ni cerca, a la altura de estas dolorosas circunstancias.
Ricardo A. Rearte
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