Copa de la Liga Profesional, rumbo a la gran final: centenario y “sabalero”

Copa de la Liga Profesional, rumbo a la gran final: centenario y “sabalero”

Julio Kreczman espera celebrar mañana sus 100 años con el primer título de su amado Colón.

ATENTO. Don Julio no se pierde detalles de los partidos que juega su amado Colón. ATENTO. Don Julio no se pierde detalles de los partidos que juega su amado Colón.

Mañana será un viernes como cualquiera para mucha gente, pero no para Julio Kreczman. De hecho, quizás sea uno de los más significativos de su vida gracias a una extraña coincidencia: cumplirá 100 años el mismo día en que Colón, cuadro del que es fanático desde que tiene memoria, jugará una final que puede darle el primer título de su historia en Primera división: el de la Copa de la Liga Profesional. Demos por hecho entonces que uno de los tres deseos que pedirá al soplar las velas (o tal vez los tres, como para reforzar) será que el “Sabalero” le gane a Racing en San Juan.

“Estoy muy emocionado, por supuesto”, confiesa Julio, santafesino de nacimiento pero radicado en Tucumán desde hace casi 50 años. La mitad de su vida. Sin embargo, ni el tiempo ni la distancia han hecho mella en su locura por Colón. Todavía sueña despierto con algunos goles que atesora en su memoria, y ya desde tres días antes de cualquier partido comienza a recordarle a su hija Cristina que cargue la batería de la computadora en la que ve los partidos. Por supuesto, ya está al 100% para la final de mañana.

“Estoy muy contento por Colón. Muy esperanzado, porque viene jugando bien. Mi hija me pone el partido por internet para que yo lo vea, aunque me cuesta porque con el ojo izquierdo veo muy poquito”, cuenta don Julio. Desde hace algunos años, comenzó a perder gradualmente la visión, y los jugadores se fueron transformando en pequeños “bultitos” en la pantalla, que él trata de identificar mientras llevan la pelota hacia el arco. Así lo describe Cristina en “El Hincha”, un hermoso poema que le dedicó a la pasión de su padre en uno de sus libros.

Siempre Tucumán

Julio nació el 4 de junio de 1921 en Laguna Paiva, Santa Fe. Y aunque se mudó a Tucumán recién a principios de la década del 70, medio siglo después, su vínculo con la provincia existía ya desde antes de que él naciera: su padre, Czeslan Kreczman, era un polaco que llegó desde Buenos Aires para trabajar como tornero en los talleres de Tafí Viejo. Por su buen desempeño lo trasladaron a otro de los grandes talleres ferroviarios que tenía el país en aquel entonces: el de Laguna Paiva. La infancia entre los trenes despertó en Julio la vocación de maquinista, profesión que lo traería a Tucumán durante varios años para la época de la zafra. En una de esas venidas conoció a una concepcionense, Elsa Guzmán, con quien lleva 69 años de matrimonio.

Y justamente, de Tucumán es también Luis Miguel Rodríguez, la gran figura de este Colón que ya sorprendió a todos al alcanzar la final de la Copa Sudamericana en 2019, aunque la perdiera luego con Independiente del Valle. “¡Cómo estuvo de mal, pobrecito!”, recuerda Cristina. “Es más, un amigo de Buenos Aires dijo que no lo iba a llamar, por cábala. Ahora quiere venirse desde Buenos Aires para pintarle el tanque de agua con los colores de Colón”, cuenta.

A don Julio le preocupa un poco la posibilidad de que el “Pulguita” juegue mañana su último partido con el club. “Parece que se va nomás, dicen que podría volverse a jugar en Atlético”, admite, con un poco de resignación. Qué se le va a hacer, son cosas del fútbol. Los jugadores van y vienen pero los colores quedan. Y Julio espera mañana terminar el día celebrando con su camiseta y el escudo en alto, ese que le trajo su hijo firmado por el “Bichi” Esteban Fuertes y que guarda como un tesoro. Qué mejor regalo de cumpleaños para don Julio Kreczman que ser testigo de la primera estrella “sabalera”.

El hincha

Cuando cumplió ocho años
pintó su corazón...la mitad,
de arriba abajo,
con un tinte de carbón
de su Colón adorado.
Asistió a los partidos
los escuchó por la radio,
leía la formación,
consultaba resultados.
Los miró por la tele
por un tiempo largo, muy largo.
Después de los 95
su vista se fue apagando.
Y hoy (una vez identificados)
mira los bultitos
que, con igual pasión, van llevando
entre gambetas y pases
el balón hacia el arco.
Y si la suerte acompaña
y corona el “esfuerzazo”
grita fuerte, dos veces
¡Gol de Colón!
¡Gol de Colón!
Y completa su ovación
en perfecto castellano
con un soberbio, estruendoso
visceral y firme: ¡Carajo!
El hincha tiene arrebol, una magia sincera
y rituales que despliega...
Y repite mi papá,
un hincha de pura cepa,
besando tres estampitas,
cerrando los ojos (mientras reza):
“Yo siempre pido lo mismo,
que gane o empate
pero que ¡nunca pierda!”

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