Hojeando el Diario: el aeroclub recupera sus tres aeronaves

Hojeando el Diario: el aeroclub recupera sus tres aeronaves

Las naves fueron llevados a Santiago tras derrumbarse los hangares en marzo de 1926.

RECONSTRUIDOS. Los hangares fueron renovados completamente. RECONSTRUIDOS. Los hangares fueron renovados completamente.

“De tiempo en tiempo, confrontábamos la hora en nuestros relojes haciendo cálculos sobre la proximidad de los aparatos. A las nueve horas, empezó a apoderarse de todos un leve pesimismo por la tardanza de los aviones en aparecer en el horizonte”, de esta manera nuestro informaba sobre el regreso de los aviones del Aero Club Tucumán tras estar dos meses en Santiago del Estero a la espera de la reconstrucción de las instalaciones del aeródromo Benjamín Matienzo que fueran destruidas por un vendaval de viento y lluvias el 8 de marzo de 1926.

Varias decenas de curiosos esperaban la llegada de los aviones. De pronto el también piloto Eduardo Bernasconi, que esperaba con gran expectativa el retorno, gritó: “¡Allá vienen!”. Todas las miradas se dirigieron hacia donde él señalaba y donde se veía un “punto pequeñísimo” que se veía sobre el horizonte. Inmediatamente Bernasconi ordenó que se haga fuego para orientar al piloto sobre la dirección del viento. El punto creció de dimensiones hasta poder ser identificado como un avión y al mismo tiempo se comenzaba a escuchar el ronco rumor del motor. La nave siguió su marcha, maniobró sobre el centro de la ciudad y luego lo hizo sobre el aeródromo. En ese instante la nave comenzó su descenso bajando las revoluciones del motor e “iniciando un elegante aterrizaje”. Cuando la nave se detuvo fue rodeada por el público y de ella bajó el piloto, era el sargento Ramón Calderón, quien se desempeñaba como instructor militar en la vecina provincia. La primera nave en regresar a su hogar fue el Juramento y tocó suelo tucumano a las 9.30 del 16 de mayo de 1926, tras más de dos meses de estadía en la vecina provincia. Hubo que esperar 45 minutos más para ver a las otras dos naves en el horizonte. “A ochocientos metros de altura venía el Tucumán y a dos mil metros, más o menos, avanzaba serenamente el Monteagudo”, informaba nuestro cronista apostado en el aeródromo. En ese instante Calderón despegó para reunirse con los otros dos aparatos y juntos, avanzaron sobre nuestra ciudad donde realizaron algunas maniobras.

El primero en aterrizar en esta oportunidad fue el Tucumán que era pilotado por Próspero Palazzo, que venía junto al mecánico Aurelio Schwarz. Luego tocó tierra el Monteagudo que iba al mando de Gaudioso Molina que traía como pasajero al secretario del aeroclub, Antonio Llona. Y cerró lo aterrizajes el Juramento.

Entre los presentes estaba el presidente de la entidad, Nicanor Posse quien le contó a nuestro periodista que “como los constructores de los hangares terminarán sus trabajos de refacción para el 24 de mayo. El día 25 será reinaugurada la estación aérea”. Ese día se organizó una gran fiesta aérea con una serie de vuelos de exhibición.

Nuestros colegas tenían la información que el regreso se produciría aquel domingo 16, pero al llegar a la estación los soldados de guardia lo pusieron en duda. Eran las 7.30. Poco a poco el lugar comenzó a cobrar vida. En ese momento llegaron algunos jugadores de polo con sus vestimentas y comenzaron un disputado encuentro de entrenamiento, que llamó la atención del público que comenzó a tomar partida por cada uno de los equipos. Así también se festejaba por parte de los presentes cada una de las anotaciones de los equipos. El encuentro se disputaba con gran fervor y competitividad al momento de la llegada de las autoridades del Aeroclub quienes solicitaron que se finalice con esa actividad ante la inminencia de la llegada de los aviones.

Un vendaval destructivo

Una tormenta de proporciones increíbles se abatió sobre nuestra ciudad en marzo de 1926. Nuestro diario señalaba “Una tempestad de agua y viento azotó a Tucumán”. Las torrencial lluvia afectó toda la ciudad, obligando a los transeúntes y automovilista a buscar un lugar de resguardo hasta que pasó. La precipitación se extendió por “algo más de dos horas” y las fuertes ráfagas de viento derribaron “decenas de árboles” además de “calles totalmente inundadas” como también “decenas de viviendas con serios problemas en su estructuras y techos”. El pluviómetro marcó un récord de 105 milímetros de lluvia caída en esas dos horas. “La magnitud del fenómeno ha sido ciertamente extraordinaria. No se recuerda por lo menos en los últimos lustros, una tormenta de tanta violencia, duración y abundancia”. La plaza Independencia se volvió una laguna intransitable y fueron derribados algunos árboles. Dejaremos el relato sobre los estragos de la tormenta para otro artículo ya que los daños fueron muchos. Pero en esta ocasión veremos las consecuencias que tuvo sobre el aeródromo Benjamín Matienzo, cuyos hangares fueron destruidos y los aviones quedaron a merced de las aguas y del viento. “El viento arrancó los techos que protegen los aviones y llevándolos por encima de los hilos del telégrafo, los dejó caer sobre un grupo de casas, a una distancia de más de cincuenta metros. Esta grave emergencia dejó a los aviones a merced del viento y de la lluvia”, informó nuestro cronista. Pese a la dura situación no se produjeron víctimas fatales y hubo un hombre herido y tres niños contusos. Los aviadores Bernasconi, Gaudioso Molina y el mecánico Schwarz comenzaron con las tareas de salvataje de las aeronaves, para ello tuvieron la colaboración de efectivos del Cuerpo de Bomberos y vecinos. Los aparatos fueron llevados hasta zonas más seguras fuera de los hangares “libres del peligro de ser destrozados por el derrumbamiento de las paredes que amenazaban venirse abajo”.

En el momento de la voladura de los techos “la violenta sacudida que lo produjo provocó la caída de un motor, correspondiente al avión Curtis Tucumán causándole algunos desperfectos y destrozando una pared de taller”. Los heridos que se produjeron durante la tormenta fueron todos en la zona del aeropuerto. Uno de los ladrillos que se desprendió del hangar “cayó sobre el guardián del aeródromo, Ignacio Ibarra, causándole una herida en la cabeza y una contusión en el brazo izquierdo”. Además los tres menores lesionados estaban guarecidos en la secretaria y fueron golpeados por restos de las tejas que volaban, “sufriendo contusiones, felizmente sin importancia”. Estas circunstancias llevaron a las autoridades del aeroclub a trasladar las naves hasta Santiago del Estero por un tiempo hasta tanto se reconstruyeran las instalaciones.

El club recibió el apoyo de las autoridades para las tareas de reconstrucción que se extendieron por un par de meses hasta que a mediados de mayo regresaron los tres pájaros mecánicos a su nido en Tucumán.

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