Y todavía faltan los postres...

Y todavía faltan los postres...

La interna del oficialismo ha entrado en una etapa de inusitada virulencia. En la oposición, la reunión de los socios de Juntos por el Cambio mostró un radicalismo mucho más unido que lo que le habían contado al alfarismo.

Y todavía faltan los postres...

Las elecciones del martes pasado en Madrid no están lejos. Menos en estos tiempos en los que un virus que paseaba por Wuhan ahora anda matando tucumanos que viven a 19.579 kilómetros de aquella ciudad china en la que nació.

El triunfo de Isabel Natividad Díaz Ayuso podrá entusiasmar a la centro derecha. Pero esa es otra discusión. Es sorprendente el desarrollo de esa campaña electoral que tuvo momentos escalofriantes por sus niveles de violencia. Una inusitada agresividad reinó en los comicios. Y eso, más que nada, hace pensar en nuestra sociedad que esta semana vio cómo los líderes eligieron rociar con nafta el fuego. El fallo de la Corte Suprema de Justicia sobre las clases en la Ciudad Autónoma de Buenos Aires no fue recibido por las autoridades nacionales como una resolución de la Justicia sino como una declaración de guerra.

En Tucumán, la virulencia con la que actuó el vicegobernador para pegarle una patada política al vicepresidente de la Cámara Gerónimo Vargas Aignasse fue brutal. No hay concesiones. Osvaldo Jaldo se atrinchera y cierra las fronteras legislativas. “En mi rodeo nadie se mete”, pareciera decir. Por eso tomó posesión de las comisiones estratégicas y de la mesa directiva de la Cámara. Por las dudas, no quiere ofender a las demás fuerzas. Sólo a los manzuristas los agrede. Por eso la bussista que se sentó en la vicepresidencia segunda de la Legislatura parece atornillada a esa poltrona. E incluso ningún empleado de los legisladores bussistas, por ejemplo, fue removido. Curiosamente, el reacomodamiento -eufemismo que usan los jaldistas para no decir echamos a los enemigos- sólo se circunscribe a los seguidores de Manzur.

En Madrid la campaña ensobró balas y hasta cuchillos ensangrentados. El triunfo de Díaz Ayuso no se discutió porque fue contundente, pero advirtió el aspecto negativo de los candidatos, algo que se viene observando en nuestra Argentina. Se estructuran las campañas y los desafíos en contra de los otros, no en favor de las candidaturas propias. Por esos las balas y las armas ensangrentadas que viajan por correo. Los triunfos no se apoyan en las virtudes propias -menos en los ideales partidarios-, como si no generaran confianza en sí mismos. Parecido a lo que viven Jaldo y Manzur, que se desesperan por las fotos con figuras nacionales en lugar de consolidar sus fortalezas, que dicho sea de paso, tienen billetes como cimientos.

Electores y elegidos culposos

Los aciertos y errores de la sociedad madrileña, y muy posiblemente de todas las democracias del mundo, se miden en función de culpas. Hay quienes responsabilizan a los electores por dejarse corromper o por votar sin mucho razonamiento; y están los otros, que ponen todo el peso en la dirigencia que “escucha a todos, pero después hace lo que quiere”. Y, lo cierto es que en la medida en que se estructure todo sobre la base de las personas, sin partidos y con instituciones débiles, siempre tendrán cabida las culpas. Se las echen a quienes les parezca.

El cambio está en fortalecer los sistemas y las estructuras. Lo sabía José Alperovich, por eso se hizo una Constitución a su medida y gobernó, en calzoncillos o como quiso, sin que a nadie le moleste nada. Ni a la Justicia.

Las derrotas enseñan

En los liderazgos negativos y en la violencia, Madrid nos advierte algo. Pero también las derrotas dejaron algunas reflexiones. Pablo Iglesias había sido de los políticos que más rápido había ascendido en los últimos años en la política española. Díaz Ayuso lo decapitó. Iglesias entendió el mensaje de sus electores y no esperó ni un segundo para dimitir. Entendió y renunció. Dos verbos que no sabe conjugar la dirigencia política argentina. Tal vez el último que hizo algo parecido fue Carlos “Chacho” Alvarez, pero esa es otra cuestión y ya es de otro siglo.

En el presente, los que pierden buscan contención. De eso pueden hablar mucho Manzur, Jaldo, pero también algunos intendentes. El de la Capital hizo mucha política con esas oportunidades.

La cabecera de la mesa

“Siempre la cabecera de la mesa estará donde yo me siente”. Palabras más, palabras menos, la frase de don Miguel de Cervantes Saavedra fue puesta es boca en el Ingenioso Hidalgo don Quijote de La Mancha, en aquel maravilloso canto a la libertad escrito en 1605. Ni Silvia Elías de Pérez, ni José Cano, ni Roberto Sánchez, ni Mariano Campero son protagonistas de aquella sempiterna novela. Sin embargo, el cuarteto lo sintió así. Todos se sentaron alrededor de una mesa cuadrada y consideran que conducen el espacio opositor. Por eso, tal vez, cuando terminó el promocionado encuentro de Juntos por el Cambio se quedaron almorzando y rememorando anécdotas electorales en el restaurante del hotel donde habían sellado la unidad de ese sector de la oposición tucumana.

La mesa original no era redonda. No estaban en igualdad de condiciones todos los líderes. Tampoco tenía una cabecera porque no hay un liderazgo consolidado e indiscutido. Había cuatro lados que sirvieron de sustento. Sobre ella, en la reunión de antes del almuerzo, dejaron en claro que la mayoría de los que estaban se iban a poner la camiseta de Juntos por el Cambio y la defenderían; y que esa mesa era la base para empezar a trabajar en una provincia empobrecida y con desgobiernos. En esas flaquezas ven una oportunidad. Pero también defendieron la necesidad de apostar por una estructura unida.

En los cursos de liderazgos, los coach suelen advertir que en las conversaciones hay que reducir las distancias entre lo que se dice y lo que se piensa realmente. Los expertos hablan de una columna izquierda y de otra columna derecha en la comunicación. Precisamente, “oposición unida” es lo que se declama en voz alta (columna derecha), pero lo que no se dice y queda en el pensamiento con valor de verdad (columna izquierda) es si esa unidad incluye a Fuerza Republicana. Porque de la verbalización dependen muchas posturas públicas, sean sinceras o simples justificativos.

En un momento de la reunión, el secretario de Gobierno de la Municipalidad, Rodolfo Ocaranza, bisbiseó algo en el oído del diputado nacional Domingo Amaya y este preguntó por FR.

Yo quiero ganar. Yo no estoy en política para hacer amigos sino para armar una estructura que nos permita ser gobierno. Si hace falta unirse con gente con la que no se es amiga, la necesidad de ganar lo justifica. Cuentan que ese tipo de conceptos lanzó el intendente de Yerba Buena.

En un extremo

En la punta de uno de los lados de la mesa cuadrada estaba el intendente de la Capital tucumana. Acostumbrado a ser un zorro en el desierto se encontró con un radicalismo más unido de lo que le deben haber contado. El desierto se mostró más poblado. El jefe del Partido de la Justicia Social utilizó una metáfora romántica y sugirió que hacían falta nuevos encuentros para volver a enamorarse, para darle tiempo a los arrumacos y a los besos. La imagen sugerida por Germán Alfaro planteaba tal vez la necesidad de invertir más días para encontrar esa unidad. Los radicales pensaron que ya se conocen hace bastantes años. Juntos por el Cambio terminó sellando un documento que firmaron la UCR, el PRO, la Democracia Cristian y la Coalición Cívica, pero no el partido de Alfaro, quien terminó armando un documento en la soledad de su páramo y pensando que al estar en la punta de la mesa está más a tiro de caerse del espacio que de acercarse al centro del tablón y participar a pleno. No obstante, el diálogo sigue abierto ya que esta semana se reuniría con sus pares intendentes de Juntos por el Cambio.

Cano y Campero se sirvieron una copa de vino. Elías de Pérez y Sánchez amenizaron la comida bebiendo agua con gas. Cuando los tres hombres le dieron el último bocado a sus respectivos Pacú y la senadora terminó de saborear su pollo, los cuatro revisaron la estrategia que viene. Insistieron en la necesidad del trabajo conjunto y coincidieron que la consolidación de esa mesa había sido un buen primer paso para actuar “Juntos por el Cambio de gobierno en Tucumán”, pero con la vista puesta en el proyecto nacional.

Cuando a Sánchez y a Cano no les quedaba ni un arroz en el plato, y Campero también había devorado sus papas, y las verduras ya eran una ilusión en la vajilla de Silvia Elías, se levantaron sin pedir postre. La reunión del viernes ya era historia, cuando el intendente de Yerba Buena reflexionó: “es la primera vez que un radical termina siendo más amplio que los peronistas”.

Lo que vendrá

Mientras, la Nación se desvela intentando contrarrestar los efectos de la crisis económica pre y pospandémica, no encuentra otra salida que hacer funcionar la máquina impresora de billetes y aprovechar el “regalo” de los 220.000 millones de pesos recaudados con el “aporte solidario” apodo del impuesto a las grandes fortunas. Eso le permitirá reforzar las transferencias a las provincias afines y a Tucumán tendría que tocarle una buena tajada. Cabe recordar que ya recibió en los primeros meses de este año un partida de 1.000 millones de pesos para que la SAT repare las numerosas pérdidas de agua que perfuman las calles de la capital, y forman pequeños lagos artificiales en numerosas intersecciones, acaso con la ilusión de hacer soñar con el Sena parisino o con el Támesis londinense.

Se prevé que Tucumán recibirá remesas de importancia con destino a obras viales, además de viviendas. Esa “caja” extra que Manzur espera con indisimulada ansiedad en este año electoral también le ayudará en la gran batalla que tanto lo desvela con su ex coequiper y vicegobernador.

El único riesgo es que hubo veces que aquellas obras, en la provincia, terminaron con funcionarios y empresarios bajo sospechas, o directamente en la Justicia.

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