08 Mayo 2021
Cuando la realidad nos pasa por encima, siempre es un alivio tener buenas nuevas que edulcoren las penurias diarias. El feroz enfrentamiento por el poder entre el gobernador Manzur y el vice Jaldo desencadenó situaciones que, de otra manera, jamás hubieran ocurrido. El despido de cientos de “asesores” de la planta legislativa (los popularmente llamados “ñoquis”) alivió momentáneamente las exhaustas arcas provinciales, que sostienen un estado ineficiente y elefantiásico. Pero lo bueno duró poco: inmediatamente fueron reemplazados por “militantes” de la vereda de enfrente. La escalada de la contienda comarcana provocó el llamado a interpelación del ministro de Educación en el recinto legislativo, quedando atrás los tiempos en que este era una simple escribanía del Poder Ejecutivo. El ministro de Seguridad, aparentemente, correría la misma suerte. Lo que en una democracia normal no sería de ninguna manera algo relevante, en estos lares es una declaración de guerra. Esto pone al descubierto el nivel de degradación institucional en el que estamos, confirmando que nuestra democracia es solamente una triste mascarada. Mientras las declaraciones de uno y otro bando surcan los medios informativos, como misiles buscando e impactando certeramente el blanco, nuestro infortunio social sigue a la deriva. Pero increíblemente otra noticia renovó nuestras ilusiones: el hartamente cuestionado ministro de Seguridad podría ser llamado a formar parte del gobierno nacional. De concretarse esto sería, a mi juicio, un gran alivio para las desgracias cotidianas de los tucumanos. ¡Ah! Y de paso quizás también sea llevado al gabinete nacional el ministro de Educación. Como el conflicto entre el “1” y el “2” no tiene ninguna solución a la vista, quizás sigamos teniendo “buenas noticias”. La esperanza es lo último que se pierde.
Ricardo A. Rearte
Pasaje Díaz Vélez 66
Monteros
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