El pecado de festejar un gol ante el ex equipo ¿convención que se puede cambiar?

El pecado de festejar un gol ante el ex equipo ¿convención que se puede cambiar?

Forma parte de ese llamado “folklore del fútbol”. Festejar un gol ante un ex equipo deriva, como mínimo, en insultos de variada intensidad. Hay una especie de acuerdo generalizado tácito: el festejo es una falta de respeto hacia la institución y simpatizantes que alguna vez vitorearon el nombre del jugador o jugadora que, ahora, les causa frustración. Pero, ¿no está en su derecho de exigir lo mismo el club y la hinchada a la cual presta servicio la dama o caballero en cuestión? Él o la futbolista tiene un sueldo, como en todo trabajo. Y, como en todo trabajo, también tiene la responsabilidad de brindarse al máximo. Y si no forma parte del mundo del fútbol rentado, es parte del universo del deporte que, según los cánones que vienen desde tiempos remotísimos, un atleta debe poner su espíritu en entrega plena sin importar más que el respeto al mismo deporte. ¿Por qué no romper ese acuerdo generalizado tácito? Antes de avanzar en la teoría, primero, hay que establecer que un gol, tanto para el jugador o jugadora como para los simpatizantes, es entendido como la expresión de pasión máxima que el fútbol tiene. Todos los goles deben ser festejados. A saber, un ejemplo para motorizar el cambio: un defensor -si hay un puesto en el que menos chances hay de marcar es ese- convierte el primer gol de su carrera a su ex equipo. Entonces, no es justo privarlo de estallar en júbilo por una convención que vaya uno a saber cuándo surgió.

Ese jugador o jugadora tiene menos probabilidades, por su ubicación en la cancha y su función, de volver a anotar un gol. Un festejo, cualquiera fuera su intensidad, además de una reacción natural, es ser un profesional en el trabajo. Eso también tiene que ver con comportarse de un modo fiel hacia quién confió que la labor, ese jugador o jugadora, podía hacerla correctamente. Marcar un gol es muestra de eso y hay que festejarlo siempre.

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