Los clubes necesitan más que nunca de sus socios

Los clubes necesitan más que nunca de sus socios

02 Mayo 2021

Los efectos de la pandemia sobre los clubes deportivos están siendo crecientes y preocupantes. Sólo el enorme empeño de los dirigentes, los allegados, y una cierta franja de la masa societaria, logra neutralizarlos. Aunque en muchos casos el trabajo y el esfuerzo no está alcanzando. El panorama es crítico, y no se resuelve con aportes eventuales, esporádicos, ni dádivas.

No es que antes de la llegada de la covid-19 se haya transitado por un lecho de rosas. Los pasivos en gran parte de los clubes -sobre todo los relacionados al fútbol-, consecuencia directa de la crisis económica que sufre el país, ya habían carcomido estructuras, reducido los márgenes operativos, cortado alas a los sueños de crecimiento y, lo que es peor, frustrado cualquier iniciativa. Sobrevivir ya era, antes de marzo de 2020, el verbo más utilizado. Después de esa fecha, la palabra cobró una connotación todavía mayor, con instituciones cerradas, sin actividades en su interior, pero con gastos operativos que se mantuvieron.

A este panorama espantoso se sumó una natural consecuencia de los problemas económicos: la mayoría de los socios no tuvieron cómo afrontar sus cuotas y pasaron a revestir carácter de morosos. El ejemplo más contundente de esta realidad lo da Atlético, quizás el club más influyente del deporte tucumano en los últimos años, que pasó de contar con casi 10.000 socios al día, a tener -según aseguró el protesorero Efraín Suárez-, 800 personas con pago concretado hasta diciembre de 2020, y a 500 proyectando esa condición hasta junio.

Lo que sufre Atlético también lo experimenta San Martín, con una masa societaria deprimida, que saltó a la vista en la última elección de autoridades. Las generales de la ley les caben además a los clubes de rugby, de hockey, de voley, de básquet, entre las actividades que promueven las disciplinas que más deportistas involucran. Ni qué decir de las entidades que militan en el fútbol de la Liga Tucumana, sujetas en los últimos tiempos a apoyos políticos y, en menor medida, al aporte de pequeños comerciantes o empresas de la zona de influencia de cada uno. Y cuando no hay efectivo para acercar, se está echando mano al pedido de servicios ofreciendo un contra servicio, es decir, la posibilidad para los “benefactores” de recibir algún ingreso a las instalaciones los días de partido y el uso de las instalaciones sin cargo, entre otras acciones.

Está claro que el deporte bien entendido, ese que se proyecta como una alternativa social -ya no sólo para mantenerse en forma física y mental lo mejor posible-, está sufriendo de una forma aplastante la pandemia. No se puede negar que, desde buena parte de la dirigencia, han surgido ideas para salir a flote, recuperar el terreno perdido o, al menos, mantener en pie lo que se tiene. Pero también es cierto que la situación les pone ante sus ojos un laberinto, que generalmente tiene puerta de salida en las esferas oficiales. Es decir, un círculo amplio, con vicios y virtudes, que apaga fuegos, pero también los enciende.

Las cosas se pusieron cada vez más difíciles para los clubes a medida que la pandemia fue cambiando nuestras vidas. Y eso es lo que cada uno de ellos da, vida. Desde el más poderoso, hasta los que cumplen la misma función desde la humildad de un barrio. Haberlos habilitado hace un tiempo para que vuelvan a albergar deportistas fue sólo una parte de esta historia. Ahora, casi tanto como controlar que no sean focos de contagio, otro capítulo es lograr que la crisis sanitaria no los termine hundiendo. Nadie debe olvidar que en ellos se forman personas, se contiene a los jóvenes. Que son formas de vida, un cable a tierra necesario para toda la población. Los socios, los que quieren a cada institución, tienen la llave para que vuelvan a ser. Su ayuda es más necesaria que nunca.

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