Adiós a un entrañable colaborador de LA GACETA

La muerte de Gustavo Wahren entristece y enluta al diario.

EN LA GACETA. Wahren observa una publicación junto con el entonces director del diario, Enrique García Hamilton. EN LA GACETA. Wahren observa una publicación junto con el entonces director del diario, Enrique García Hamilton.
24 Abril 2021

Gustavo Wahren siempre anduvo erguido en la vida. Hablaba desde la altura de su más de metro 95 centímetros, pero también hablaba desde la altura de su respeto y de su cultura. Ningún interlocutor podía sentirse no escuchado. Había llegado a la Argentina cuando la segunda guerra mundial empezaba a ser un mal recuerdo. Sus padres lo esperaban en Buenos Aires. Desde entonces la vida de este hombre fue un ir y venir de Suecia a la Argentina trayendo papel para que los diarios pudieran ofrecer a sus lectores las mejores fibras europeas ayudaran a los lectores a tener en sus manos los mejores ejemplares. En 1972 inició una estrecha relación con LA GACETA que no se cortó nunca, hasta ayer cuando dijo adiós para siempre después de pasar dos años incómodos soportando problemas de salud.

La muerte de Wahren enluta a la familia de LA GACETA que trabajó codo a codo con este empresario que desde muy joven se relacionó con la empresa. Como representante de la firma Stora que producía celulosa además de papel de diario tomó contacto con el entonces director Enrique García Hamilton. La actividad comercial se extendió hasta el primer lustro de este siglo pero la relación de amistad con la empresa jamás se cortó. Wahren vino especialmente a saludar a LA GACETA en los festejos de los 100 años del diario y compartió los agasajos del 4 de agosto de 2012 que se hicieron en la planta impresora que tantas veces se alimentó con los productos que el comercializaba. La última vez que nos visitó fue cuando Tucumán festejó el Bicentenario. Compartió largas charlas, recordó anécdotas y se paró, solemne y firme, en los actos patrios.

Wahrem, en realidad se llamaba Gustaf. Había nacido en las afueras de parís en Nevilly-sur-Seine. Creció allí e hizo sus primeros años escolares en francés, luego, sus padres lo mandaron a seguir estudiando en Suecia, país natal de sus progenitores. En el paisaje serpenteante de los fiordos y de los gordos pinos suecos terminó su bachillerato en Norrköping donde había nacido sus padres y sus antecesores durante 200 años. La guerra los había trasladado a la Argentina.

Ansioso de ver a su papá y a su mamá, a fines de 1945 se subió a un buque de carga que como venía vacío esquivó el puerto de Buenos Aires y dejó a sus padres y a sus hermanas esperándolo en vano y con ganas de verlo luego de tres años de ausencia. El barco se desvió y se detuvo en Rosario para cargar cereales. Tras el reencuentro familiar se quedó un año estudiando español. Se enamoró del país e inició un trabajo que unió su Europa natal con su argentina adoptiva.

Su constancia y disciplina le dio el honor de convertirse en presidente de la Cámara de Comercio Sueco-Argentina. También fue tal el reconocimiento que tuvo a su tarea que se lo nombró presidente de la Asociación Sueca de Beneficencia y miembro de las comisiones directivas de la Asociación Sueca y de la Congregación Sueca en Buenos Aires.

Su interés en promover la relación entre Suecia y Argentina hizo que el rey de Suecia, Carlos XVI le concediera una medalla al mérito de la orden de Serafín por “su extensa y valiosa contribución a través de muchos años, en pro de los intereses suecos en la República Argentina”.

Wahren se jubiló y siguió trotando por el mundo al punto que se convirtió en representante de papeleras chilenas como la fábrica de papel de diario Bio-Bio e Inforsa y también colaboró con los fabricantes de celulosa de fibra Larsa. Wahren se había casado en 1949 y tuvo cuatro hijos. Dejó también grandes amigos, muchos de ellos en la familias que integran la empresa LA GACETA SA y en los directivos que pasaron por el diario y que hoy se entristecen con su partida.

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