Entrevista a Nicolás Kasanzew: "vi la bandera argentina flameando en Malvinas"

El periodista y escritor, en el programa “La Otra Pregunta”, indicó que se perdieron 100 horas de grabación. Después de cubrir el conflicto bélico entre Argentina y Gran Bretaña debió emigrar a EEUU para trabajar. Regresó y se transformó en la voz de los veteranos, y recorre el país “malvinizando” a los argentinos.

Nicolás Kasanzew, 73 años de edad, nació en Austria, durante la postguerra. Hijo y nieto de militares rusos. Su papá, exiliado anticomunista ruso en Yugoslavia, combatió durante la Segunda Guerra Mundial. Su abuelo murió en la guerra. Cuando apenas era un bebé de meses, sus padres vinieron con la familia a vivir a Buenos Aires.

En Argentina, quiso seguir la carrera militar, como su padre, pero por haber nacido en el extranjero no pudo cumplir su sueño.

Sin embargo, a los 33 años de edad, la vida le tenía preparada una sorpresa. Cubrir, como corresponsal de ATC (Canal 7) la Guerra de Malvinas. Fue el único periodista argentino que estuvo en las islas durante todo el conflicto bélico entre Argentina y Gran Bretaña.

Luego de Malvinas, las puertas de los canales de TV se le cerraron en Argentina. En la década del 90 aceptó las propuestas de canales de TV hispanoparlantes de Estados Unidos. Durante casi dos décadas, trabajó en destacados medios como la CNN, Telemundo, NBC, entre otros. Pero Argentina pudo más y regresó. Con el tiempo se transformó en la voz de los soldados y pilotos que combatieron. Se transformó en la voz de los veteranos de guerra. Y recorre el país malvinizando a los argentinos.

Kasanzew estuvo en Tucumán y aceptó, gentilmente, la invitación de LA GACETA para participar del programa de TV “La Otra Pregunta” que se emite todos los martes a las 21 por Canal 11 de CCC, LAGACETA.com, CCC GO y en streaming por los canales de LGPlay en YouTube y Facebook.

- ¿Cómo fue el día que te dijeron que tenías que ir a Malvinas?

- Admiraba a mi padre y quería algún día sentir lo que sintió él en una guerra de alta intensidad. Había cubierto la guerra de guerrillas en Centroamérica, pero me faltaba eso. Pero parece que la presa corre al cazador. Porque yo me fui de Canal 7 y estaba en Canal 11. Días antes, sin que sospechara algo, me vienen a buscar y me recontrataron.

El 2 de abril me llama Víctor Sueiro, enfervorizado por la recuperación de Malvinas. Me alegré como argentino, pero me quería matar, porque me lo había perdido. Cuando voy al canal a grabar mi promoción del regreso, le pregunto al productor:

- ¿A quién mandaste?

- No, no mandé a nadie.

- ¿Cómo no mandaste a nadie? Pero mandame a mí.

- Bueno- me dijo.

Ahí me di cuenta de que me había recontratado por eso. Sabía que me gustaba ese tipo de cobertura. Y de traje y corbata, así como estaba, enfilé para Comodoro Rivadavia.

- ¿Cuando llegaste el primer día te imaginaste este final?

- Primero fue una cuestión surrealista. Había que pellizcarse para creerse que la bandera argentina estaba flameando en las Islas Malvinas. Las maestras nos enseñaron durante toda la infancia que eran nuestras y de repente eran nuestras en serio. Después, la parte emotiva. Ver a los soldados que llegaban con cintas azules y blancas en sus fusiles. Con la imagen de la Virgen. O que bajaban jóvenes subtenientes y besaban el suelo.

Y por otra parte, los oficiales consideraban que esto era temporal. Me preguntaban a mí quée pasaba con la ONU. Todo el mundo pensaba que eso se paraba. Y yo, que era un civil y había leído historia, les decía que no, que los ingleses venían a sangre y fuego.

Si no se entiende que los generales y almirantes argentinos nunca quisieron ir a una guerra, que cayeron en una trampa de que se podía hacer un toque y me voy, no se puede entender Malvinas.

- ¿Qué pensaste cuando las bombas inglesas cayeron cerca de tu posición?

- Aunque suene políticamente incorrecto, lo disfruté. Para un periodista no hay nada más gratificante, profesionalmente, que las situaciones extremas. Y vaya si la guerra es una situación extrema. Depende del organismo de cada uno. La gran cantidad de miedo paraliza y la pequeña cantidad es excitante, agradable. Bombea la adrenalina. Uno se siente intensamente vivo.

- Trabajaste con Alfredo Lamela de camarógrafo y filmaron momentos históricos.

- Lamela, además de un tipo profesional, era un tipo valiente. Por ejemplo, tener la cámara al hombro y al mismo tiempo tener el casco era imposible, porque molestaba el manejo de la cámara. Él no usaba casco. Entonces, como él no lo usaba, yo tampoco. Cuando uno siente el silbido de los proyectiles, el instinto de uno es agacharse. Pero él no se agachaba para no arruinar la toma. Lamela una vez me dijo, durante un bombardeo: Si acá hay 10.000 tipos defendiendo las islas, yo soy el 10.001. Ese era Lamela.

- Los que estábamos en el continente después nos enteramos de cómo fue la historia.

- No tenía retorno. La técnica no permitía ver qué pasaban por los canales. Mandaba mi material y me decían: bien, recibido. Para desmayo mío y de mi camarógrafo (Alfredo Lamela), cuando regresamos, nos enteramos de que más del 90% del material nuestro no solo no fue mostrado, sino que fue destruido. Clarín hizo una investigación y llegó a la conclusión de que faltan 100 horas de grabación. Clara señal de que lo que hacíamos no era funcional a la propaganda triunfalista del momento.

- Dicen que la primera víctima en una guerra es la verdad.

- Absolutamente cierto. Pero ojo que los ingleses también censuraron. No importó tanto, porque ganaron la guerra.

- ¿Cómo fue estar alejado de la familia tanto tiempo?

- La familia presionaba para que vuelva y no iba a volver por nada del mundo. Encima en la escuela, a mis hijos mayores, les decían: che, tu papá ya murió. Bromitas de ese tenor. Mi hijo mayor me decía: papá vení a verme. Y le decía que no podía por la guerra. Y me respondía: no, subite a un Mirage (avión caza argentino) y vení a verme.

- ¿Te arrepentís de algo de lo que dijiste durante tus coberturas?

- No me arrepiento de nada de lo que dije. Sé que nunca falté a la verdad. Nunca tergiversé intencionalmente. Pude haberme equivocado en alguna palabra. Pero sostengo todo lo que dije. A las críticas las manejo con la verdad. Lo que pasa que a veces son manejadas con desinformación o mala intención. Me quieren adjudicar que decía que estábamos ganando la guerra. Los desafío que busquen un video mío. Nunca dije eso. No soy propagandista. Soy periodista.

- ¿Cómo fue ese último día en Malvinas?

- El 13 de junio me enteré de que (Benjamín) Menéndez (gobernador militar de las islas) había tomado la decisión de rendirse. Como no queríamos entregar los equipos, le pedí a Menéndez que nos deje embarcar los videos en el buque hospital que estaba anclado en Puerto Argentino. Me lo negó, como negaba todo lo que le pedía.

Nos deprimimos bastante. Nos resignamos a caer prisioneros. A último momento llega un Hércules trayendo un cañón de refuerzo. Decidimos irnos en ese último vuelo. El aeropuerto era un infierno. Las bengalas inglesas iluminaban el cielo, le tiraban cañonazos a la pista, había patrullas de Harriers en el cielo. Nos subimos 100 hombres y de repente alerta roja. Todos afuera por la escotilla de los paracaidistas. Algunos se quebraron. Esperamos unas horas entre las rocas. Hasta que el comandante dijo que se iba sí o sí. Nos subimos unos 60 y emprendimos un vuelo bastante suicida. Nos dijeron que nos tiraron un misil. Volamos dos horas al ras del agua. Y cuando se prenden las luces, había vómitos en el suelo. Había un suboficial al lado mío que tenía la pistola en la mano, porque decía que se pegaba un tiro si nos alcanzaba un misil. No quería morir ahogado.

Mi camarógrafo me dijo que durante el vuelo se desmayó. Tiempo después se enfermó y le descubrieron un microinfarto. Evidentemente, fue un vuelo para el infarto.

- ¿En estos 39 años, regresaste a Malvinas?

- Respeto a los que van, que tienen esa necesidad. Yo no la tengo. A mí me repugna mucho la idea de que me sellen el pasaporte y entrar como un ciudadano extranjero. Vi la bandera argentina flameando sobre las islas y quisiera morirme con esa imagen en la retina y no ver la bandera inglesa allá.

- Tenés cuatro hijos varones ¿Si hubiese una guerra los mandarías a la batalla?

- Me lo planteé hace muchos años. Si el servicio militar obligatorio los obligara a ir, haría lo imposible para ir con ellos y poner mi cuerpo. Hay una historia de Malvinas que siempre me impresionó mucho. El sargento Roveratti consiguió que su hijo, un soldado, quedase bajo su mando. Y durante los bombardeos se arrojaba sobre su hijo y lo tapaba con su cuerpo. En ese caso quisiera tener la misma oportunidad. Tapar a mi hijo con mi cuerpo.

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