Paro de ómnibus: “Tienen derecho al reclamo, y nosotros a ir a trabajar”

Miles de personas padecieron demoras durante la sexta jornada de paro de los 3.600 choferes nucleados en la Unión Tranviarios Automotor, debido a las protestas en los accesos.

QUEMA DE CUBIERTA. Choferes protestaron durante más de siete horas.  QUEMA DE CUBIERTA. Choferes protestaron durante más de siete horas.

Leonor Gómez se bajó de su camioneta y caminó por la ruta del puente Barros masticando bronca e impotencia. El tránsito en ese cruce, en el puente Lucas Córdoba y en el de San Cayetano, estaba cortado desde las 7.30 por cientos de choferes de la Unión Tranviarios Automotor (UTA).

Ya eran las 9 y ella necesitaba pasar desde San Miguel de Tucumán hacia Banda del Río Salí para distribuir alimentos en supermercados. Temía que se le arruinaran los $ 10.000 en mercadería perecedera que llevaba. Se acercó a un grupo de policías que custodiaban la protesta y empezó a exigirles poder pasar. No estaba en contra de la manifestación, pero quería que al menos se habilite media calzada.

“Siento impotencia porque no tenemos una cabeza en esta provincia que venga, se ponga los pantalones y nos dé una solución. No hay un (Juan) Manzur, no hay un (Claudio) Maley, no hay un (Germán) Alfaro. ¿Esta gente tiene derecho al reclamo? Sí, pero nosotros también tenemos derecho a seguir trabajando”, le dijo a los uniformados levantando la voz.

Como ella, miles de personas se vieron perjudicadas tras los cortes de ayer, que se levantaron alrededor de las 14. Son 50.000 los vehículos que se mueven todas las mañanas por el Lucas Córdoba y alrededor de 30.000 por el Barros, calcula la Municipalidad de Banda del Río Salí.

“Buscamos dar un corte definitivo al problema salarial. Venimos hace 13 meses así. Los 3.600 choferes no tenemos plata para los gastos diarios”, le dijo a LA GACETA el secretario de organización de UTA, Marcelo Sleman, justificando la medida de fuerza de los trabajadores, que en el afán de buscar una solución complicaron a otros trabajadores.

Sin contar al plantel de Atlético, que sí pudo pasar hacia el aeropuerto Benjamín Matienzo para viajar a jugar hoy con Boca en Buenos Aires.

El resto de los que tenían que tomar un vuelo tuvieron que caminar por el puente y seguir camino en taxis o autos rurales, que pudieron sacar provecho del caos. Los que querían ir a la Capital desde el este y decidieron apelar a trayectos alternativos tuvieron que recorrer 40 kilómetros hasta Santa Rosa de Leales; de allí otros 22 kilómetros si decidían volver por Bella Vista y 33 más hasta esta ciudad.

La otra vía alternativa era seguir hasta cerca de El Chañar, por el camino que lleva a El Naranjo y El Sunchal (Burruyacu) y luego desviarse por el Timbó hasta salir a la altura del dique El Cadillal. De allí retomar la ruta hacia la capital.

Intento fallido

En el apuro por comercializar 500 kilos de aluminio y cobre, el chatarrero Carlos Héctor Palavecino optó por “acortar” el camino intentando cruzar con su camioneta por el río Salí para esquivar el corte. Creyó que el nivel de agua estaría bajo, pero parte de su vehículo herrumbrado de los años 70 se hundió en un pozo ni bien las ruedas tocaron la corriente.

Tras tres horas de frustración a la vera del río, el hombre de 58 años pudo ser remolcado gracias a la ayuda de ocho colegas que andaban por la zona y que también habían intentado cruzar -sin éxito- el cauce con sus vehículos cargados de mercadería. “A $ 100 quieren que suba el boleto de colectivo y nosotros solo tenemos para un triste guiso con verduras”, se quejó de la protesta uno de los jóvenes que ayudó.

Contaron que sobreviven buscando chatarra desde las 6 hasta las 22 durante dos o tres días para luego ir a corralones, donde les compran el kilo de vidrio a 25 centavos, el de lata a $ 1, el de metal a $ 3, el de cartón a $1 y a $ 50 el de botellas de plástico.

“Cortan todos los puentes y no dejan laburar. Intenté pasar por el río porque tengo que darle de comer a mi familia. A la gente que trabaja le complican la vida”, se lamentó el chatarrero Palavecino mirando hacia el corte.

Desde el puente los choferes observaron atentamente el largo proceso de remolque de la camioneta. “¿Cómo se llama la película? ‘Se quedó la camioneta”, bromeó uno de los tranviarios. Como si los “muertos” se “rieran” de los “degollados”.

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