La segunda ola: “Vimos que ‘el sálvese quién pueda’ no funciona, pero insistimos con él”

La segunda ola: “Vimos que ‘el sálvese quién pueda’ no funciona, pero insistimos con él”

Dos académicas de Filosofía reflexionan sobre el conflicto entre las restricciones de contacto y la libertad, y sobre la imposibilidad de modificar las prácticas perniciosas, pese a la experiencia y al conocimiento adquiridos.

“MIRAMOS CON ANTEOJOS PEQUEÑOS”. Dolores Marcos. “MIRAMOS CON ANTEOJOS PEQUEÑOS”. Dolores Marcos.

Llegó la segunda ola del coronavirus y no somos mejores. La expectativa de un crecimiento colectivo a partir de la crisis sanitaria ha sido desmentida por los acontecimientos. María José Cisneros y Dolores Marcos, doctoras en Filosofía y profesoras de la Universidad Nacional de Tucumán (UNT), coinciden en observar que sigue imperando una posición individualista y absurda, aunque la pandemia desnudó hasta qué punto la infección de un ciudadano puede impactar en el conjunto y convertirse en un desastre global. En diálogos telefónicos separados, Cisneros y Marcos reflexionan acerca de los límites que trajo la covid-19, y las verdades que desnudó. “Vimos que el ‘sálvese quién pueda’ no funciona, pero insistimos en él”, advierten a su turno y con sus palabras.

Las académicas llaman la atención sobre la reiteración de conductas y de prácticas perniciosas fundadas en un concepto de la libertad incompatible con la mecánica de transmisión del virus. “Encontramos un sólo sentido de la libertad, como la no obstaculización del movimiento. Hay que reponer el sentido general. No es cierto que si voy a una fiesta y me contagio es un problema mío: ese acto puede afectar a otros que a lo mejor no tienen ganas de enfermarse”, apunta Marcos. Y agrega que la pandemia generó tensiones entre la salud y la economía, y el cuidado y la libertad, que siguen vigentes para la toma de decisiones tanto de los gobiernos como de los individuos.

Cisneros, que el jueves cumplió 45 años, acota que nuestras subjetividades están configuradas por una lógica en la que priman el consumo y la conducta compulsiva: “la libertad aparece como un espacio donde nadie nos puede decir lo que tenemos que hacer y que se desentiende de la dimensión de la comunidad. La pandemia puso en juego la idea de cuidarnos para cuidar a los demás. Me parece muy interesante la perspectiva de que el cuidado individual hace al colectivo: al comienzo existía la sensación de que habíamos comprendido eso y de que estábamos dispuestos a cuidarnos, pero se impuso la idea contraria y el qué me importa”.

Anteojos pequeños

Las fiestas clandestinas; las reuniones multitudinarias sin barbijo ni distanciamiento, y la falta de ejemplaridad de los políticos y dirigentes que piden esfuerzos a la ciudadanía, pero actúan por encima de las reglas exponen que el hedonismo y el egoísmo no se amilanan ante el riesgo de la muerte. Cisneros propone en este punto distinguir las tareas de subsistencia de las obras superfluas, y subraya que no es lo mismo salir de la casa para trabajar o ir a la escuela, que para hacer vida social. El problema es que el ocio, la diversión, el negacionismo o las meras manifestaciones de rebeldía ante las restricciones carecen de protocolos, y afectan la continuidad de las actividades esenciales.

“Un concepto relacionado con el republicanismo es que ninguna persona es libre si la sociedad no lo es”, medita Marcos, que tiene 50 años, y enseña en la cátedra de Filosofía Social y Política, y Pensamiento Filosófico de la UNT. La profesora enfatiza que con o sin coronavirus, la realidad plantea límites: “ante esto, o se asume lo que pasa y lo que se puede hacer, o se niega la situación. Luego se verán las consecuencias de cada una de estas actitudes”. Y agrega que la covid-19 evidenció hasta qué punto es necesario poner a dialogar a la libertad individual con la libertad colectiva: “los actos son míos, pero los efectos son sociales. A mí me resulta imposible no pensar en el alcance mundial del problema que enfrentamos. Que haya países que están acaparando cinco veces más vacunas que las que necesitan es tan absurdo como el que cree que es posible salvarse solo. La inmunización de un territorio no protege de la no inmunización de los otros, pero nos empeñamos en mirar con anteojos pequeños”.

Reduccionismo

A Cisneros, que enseña en las licenciaturas de Filosofía y de Ciencias de la Comunicación de la UNT, le llama la atención precisamente la insistencia en el camino errado y cómo el diagnóstico de que hace falta un cambio colisiona con el desinterés en ejecutarlo. “Estamos ante lo que se llama una situación límite, que ocasiona una gran angustia existencial y que ha puesto patas para arriba nuestros modos de vida”, dice. Ese giro incide en la relación con la naturaleza y la urbanización, pero también en la búsqueda de seguridades que hoy lucen más inaccesibles que nunca. “Ya no podemos proyectar”, ejemplifica Cisneros. Según su criterio, esos condicionamientos golpearon especialmente a las sociedades occidentales: “apareció toda una reflexión acerca de un cambio que no ha sucedido. Esta segunda ola muestra, por un lado, que no encontramos la manera de contener la propagación del virus. Por el otro y pese al sufrimiento, la sociedad no está dispuesta a modificar lo que la llevó a esto. Insistimos con lo mismo y por eso los resultados son idénticos”.

El cansancio está vinculado con la repetición de escenarios y con la permanencia del desasosiego. Cisneros opina: “se supone que tendríamos que estar mejor por las vacunas y los saberes acumulados. Esta segunda ola no nos agarra desprevenidos como la primera, pero da la sensación de que sentimos que ninguna de las medidas que se tomen va a funcionar”.

“La cuestión se reduce al ‘si podemos salir o no’, pero hay capas de pensamiento y de acción más profundas”, manifiesta Marcos. La académica sugiere que lo que no se está viendo ni diciendo es que esta vez “el sálvese quién pueda” resulta inútil, además de inmoral: “los no vacunados siguen poniendo en riesgo a los vacunados. Ante una tragedia planetaria que no es culpa de nadie específicamente, la salida tiene que contener al conjunto, y en particular a los más desfavorecidos, que son los que presentan mayor exposición a las enfermedades”. Y hace hincapié en la circunstancia de que la salud no es un bien o un derecho particular, aunque algunos así lo crean, y que de allí proviene la importancia de construir sistemas sanitarios robustos, que puedan responder ante la emergencia. Marcos resume el debate en estos términos: “o nos cuidamos todos o no se salva nadie”.

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