Hace 90 años se cumplía el primer cambio de hora

Hace 90 años se cumplía el primer cambio de hora

El 1 de abril de 1931 los relojes volvían a la hora de diciembre, después de cuatro meses. Ahorro.

HUMOR. Nuestros dibujantes aprovecharon el cambio de hora para dar rienda suelta a su imaginación. HUMOR. Nuestros dibujantes aprovecharon el cambio de hora para dar rienda suelta a su imaginación.

El 1o de diciembre de 1930 nuestro país produjo el primer cambio de hora para el verano con la finalidad de reducir el consumo de energía y cuatro meses después, el 1o de abril de 1931 todos los relojes debieron volver atrás aquella hora. El cambio se produjo en plena semana, era miércoles y los tucumanos que se fueron a dormir en la noche del martes debieron prever que al levantarse tenían una hora más para dormir.

Para nuestro cronista la idea del cambio de hora era como emular a Josué y su milagro de parar el sol y explicaba en su crónica: “las agujas de los relojes acaban de dar marcha atrás en cumplimiento de un decreto gubernativo. Duro ha sido el retraso, acostumbradas a correr siempre hacia adelante, el retroceso importaba para ellas un acto contra la naturaleza. Como tal, era un acto insólito que reunía las propiedades del milagro”.

El cronista mostraba con ironía cierto desapego hacia la modificación al expresar: “he ahí como los argentinos hemos empezado a santificarnos, mediante el sometimiento al nuevo horario presidencial, repitiendo, como Josué, el milagro de detener con la mano al astro rey”.

El regreso al huso horario -4 (desde Greeenwich), como dijimos, se produjo en medio de la semana. La Escuela de Comercio anunciaba el cambio de hora para el ingreso al establecimiento y se explicaba: “desde el día de hoy y de acuerdo al retraso de la hora, la apertura de clases tendrá lugar a horas 8 para los alumnos de los cursos diurnos, y horas 20 para los nocturnos”.

El periodista señalaba: “las actividades que el cambio provocará, no tiene importancia alguna para el país ni la del cocinero que deja secar la comida, porque se almuerza más tarde; ni la prolongación del desperezamiento del dormilón. La importancia está en la economía. Ya suena el rechinar de las cajas de hierro y el crujir de los papeles para hacer el balance de los efectos del viejo horario”.

“Volvemos a la vieja vida que en virtud de la costumbre adquirida en el verano con el adelanto de los relojes, nos resulta ahora nueva. Madrugar menos, comer más tarde, entrar y salir más tarde también del trabajo, serán los efectos populares de la vuelta atrás que acaban de dar las manijas de los relojes”. Con estas palabras resaltaba la crónica el primer regreso horario al llegar el otoño.

La idea era una gran novedad para los tucumanos y para los argentinos que realizaron el primer cambio horario. Ante la idea, y la reglamentación que implicaba repetir cada año ese cambio la información expresaba: “lo prudente, con la experiencia adquirida, es no acostumbrarse a práctica alguna, por ventajosa que sea, si mañana hay que dejarla otra vez”. Agregaba: “en tanto el pueblo entra a la vida vieja, hasta que retorne el momento del nuevo cambio de hora”.

Cambio de hora

El cambio de 1930, según la visión de LA GACETA del 1 de diciembre, que titulaba la noticia “La perpetua discrepancia de los relojes públicos tuvo al fin un acuerdo: adelantar en 60 minutos”, se registró así: “La noche de ayer -noche memorable para muchos, en especial para aquellos que aún no han logrado desenredar el lío que significa el adelanto de la hora oficial- cuando las manecillas alcanzaron la suprema aspiración vertical, como un lindero alzado entre día y día, por orden superior, por disposición del Supremo Gobierno de la Nación y derivaciones provinciales, dichos relojes fueron adelantados en sesenta minutos, ni uno más ni uno menos”.

NOTICIA. El anuncio del cambio se presentó con humor religioso. NOTICIA. El anuncio del cambio se presentó con humor religioso.

Los conciliábulos de café que produjo el cambio de hora que llevó a una jornada de 25 horas, una más de las 24 tradicionales. Como el cambio se hizo en la medianoche del 1 de diciembre el escriba informó en forma jocosa que los relojes no habrán cambiado de hora al mismo tiempo: “no se habrá podido obedecer estrictamente; más como la cosa se ha hecho entre gallos y medianoche, nadie ha de haberse dado cuenta”.

Argentina, por su posición y forma longitudinal -más alargada que ancha- tomó allá por 1894 como huso horario el correspondiente al Observatorio Astronómico de Córdoba, o sea cuatro horas al oeste de Greenwich, de tal manera que a las 0 de Inglaterra aquí eran las 20. El meridiano central de ese huso pasaba por la longitud de 60°. El Gobierno nacional determinó ese año unificar “el tiempo” que regía de forma dispar en el país. Ello fue una necesidad impuesta por los ferrocarriles para anunciar a los pasajeros la hora de arribo y salida de cada convoy. Otro elemento que obligó a esta unificación fue el telégrafo, que permitía enviar información al instante.

Convención del Huso

En 1920 Argentina adhirió a la Convención Internacional del Huso Horario. El primero de mayo de 1920 los argentinos debieron perder 16 minutos 48 segundos y dos décimas. Todos los relojes del país debían ser sincronizados con la nueva hora oficial de Argentina correspondiente al huso horario -4. Es decir que nos poníamos a cuatro horas de diferencia del meridiano de Greenwich. Como vemos esos escasos minutos significaban que nuestros relojes no estaban en concordancia con los de otras provincias y por ello cada ciudad, pueblo o poblado debía acomodarlo a esa nueva medida.

El cronista a cargo de cubrir el cambio, lo relataba así: “escribimos a las 11,50 p.m. En consecuencia dentro de breves instantes nos encontraremos en pleno nuevo régimen de las horas, atravesando por el 0, y con 17 minutos menos de vida. Vale decir, que el viejo Cronos habrá dejado caer varias gotas juntas de su clepsidra. Esto siempre que dicho anciano se deje influenciar en algo por las resoluciones de los hombres”.

Luego expresaba cierta incertidumbre e ironía contra la medida al decir: “de todas maneras, nosotros no tenemos nada que ver con el padre Tiempo, ni en lejanísimo grado de consanguinidad y debemos, en consecuencia, atenernos a las resoluciones de los hombres y máxime cuando se trata de dejar de lado ideas oprobiosas y aclimatarnos a los ‘nuevos tiempos’, de que tanto se nos ha hablado por parte del gobierno del señor (Hipólito) Irigoyen”.

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