Por la ventana se ve pasar la vida

Por la ventana se ve pasar la vida

La pandemia pone a la luz muchos de los problemas que después de años las dirigencia tucumana sigue sin poder encontrarles una solución. Sin embargo, sus preocupaciones parecen concentrarse en la pelea por conseguir más poder.

Por la ventana se ve pasar la vida

Eduardo infante es profesor de filosofía en Gijón. Un día estaba en el aula dictando una clase más, cuando quedó perturbado al ver que una alumna sólo miraba por la ventana. Se acercó y le preguntó qué era eso que observaba que fuera más importante que su aprendizaje. La alumna respondió con gran contundencia: “la vida”. “Fue demoledor. Me di cuenta que enseñaba filosofía como una asignatura alejada de las preocupaciones de mis alumnos”, cuenta Infante en una entrevista publicada ayer en La Vanguardia, el diario barcelonés. A partir de ese episodio este profesor empezó a dar sus clases en los parques y hasta a lanzar desafíos a sus alumnos por Twitter y no dejó de pedirles a sus alumnos que les contaran qué les preocupaba.

Al igual que la anónima alumna de este filósofo español, los argentinos miran por la ventana “la vida”. Pero lo que ven no tiene las anchas plazas ni los verdes parques que abren el espíritu de aquella joven. No es que la ciudadanía de este lado del Atlántico tenga una miopía galopante ni que el horizonte se interrumpa por una tapia. “La vida” con un 42% de pobreza es bastante difícil de imaginar.

Julia Pomares, la directora ejecutiva del Centro de Implementación de Políticas Públicas para la Equidad y el Crecimiento (Cippec) viene trabajando con preocupación para crear nuevas narrativas “que permitan vincular la identidad de la Argentina con un futuro deseable que nos ilusione”. “La pandemia desnudó al rey y la nueva normalidad hizo que en todas las sociedades se debata el futuro, pero el nuestro tiene sus singularidades”, afirmó la politóloga en una reciente entrevista en el matutino La Nación.

Su propuesta de una narrativa lleva implícita la identidad colectiva de un país y la fuerza para definirse como sociedad. Y, al mismo tiempo incluye la acción capaz de traccionar hacia adelante con la ilusión de un futuro. Ella sostiene que actualmente carecemos de motivaciones o narrativas que nos propongan crecer. Mientras tanto, seguimos patinando en el mismo lugar con dicotomías (campo vs. Industria; interior vs. el centro) que están descentradas en los cambios profundos que se están produciendo en el mundo.

La identidad de los últimos años de la Argentina se va construyendo en base a profundas diferencias y a la búsqueda de culpables. Por eso cuando se confirman datos como ocurrió esta semana lo primero que se busca es encontrar a quien sacrificar y si es del pasado, mejor. No hay una reacción hacia el futuro. Esta semana el Indec les avisó a los conductores de todo el país que el 42% de los habitantes son pobres. Eso implica que a esos 19 millones de argentinos no les alcanza para vivir. Ellos, si miran por la ventana, no encontraran la vida, sino la tapia. Y, en Tucumán, los números nos interpelan como sociedad porque la situación es aún peor, es mayor que la media de la Nación: 47% es el nivel de pobreza que tiene nuestra provincia.

No hace falta avisarles que el 40% de los pobres del mundo vive en economías afectadas por la fragilidad institucional, por los conflictos y por la violencia. La advertencia se desprende de los informes del Banco Mundial. No es necesario ser un gran estadista para entender que corrigiendo esas tres variables sería una contribución a mejorar la situación. La discusión eterna que deriva en la búsqueda de culpables no contribuye en nada.

Tucumán arrastra desde hace más de una década los mismos problemas. Son innecesarias las encuestas para que cualquier ciudadano recite de memoria los padecimientos que tienen para vivir en sociedad. La seguridad, el desempleo, los dramas increíbles del transporte y los oscuros entramados de la corrupción brotan al instante. Curiosamente, para este puñado de cuestiones la respuesta es exactamente la misma: se pone plata, se gasta mucho y no se cambia nada. La imaginación para cambiar modos de vida, para transformar costumbres y, a partir de ellos, generar otras respuestas es algo que no entra en la imaginación, menos en los sueños. No hay narrativas al respecto, diría Pomares.

Los ejemplos sobran. Ahora que se han puesto de moda las bicicletas se podría soñar que con sólo imponer bicisendas, el Estado ahorraría. Se gastaría menos en pavimentos fuertes para contener el peso de los vehículos pesados, esos fondos se podrían destinar a otros fines y hasta los subsidios a los ómnibus serían diferentes. Ni hablar de las cuestiones ecológicas que tanto preocupan a los jóvenes y que le dan calidad de vida a las sociedades.

Los gobiernos se contagian de estas comodidades. Vivir con lo nuestro o intentarlo es una utopía absurda. Un buen gobernante es aquel que se muestra más pícaro en sacarle plata a la Nación. José Alperovich presumía de esa habilidad, pero terminaba siendo un rehén absoluto de los caprichos de Néstor y de Cristina.

Con estos criterios y abundando esas políticas la generación de empleo en la provincia pasa a ser también una cuestión que siempre está en segundo plano. Se impone la discusión y la pelea entre lo público y lo privado; y ahí queda. Sorprende en este Tucumán que hizo gala del funcionamiento del IDEP (Instituto de Desarrollo Productivo). Es que indudablemente, su tarea ha entrado en un cono de sombras después de este 47% de pobreza. ¿Dónde se generan las ideas productivas para transformarla provincia?

La formación de empleo ha sido sustituida por los subsidios, por la ayuda social, que sale de cada una de las partidas que tiene el presupuesto. Las sumas son cada vez mayores. Son millonarias. Y, pareciera que al político de turno no le da vergüenza. Al contrario, esos subsidios se convierten en herramientas electorales porque quien los recibe, lejos de encontrar alivio para el sustento diario, se vuelven rehenes de quién los reparte.

La contaminación y la basura figuran entre los tantos temas que se vuelven oportunidades de todo tipo, pero que en función a la actitud de los dirigentes que han elegido los tucumanos es difícil encontrar el cambio. Pero, ¿si esa es la responsabilidad del gobernante, en que se distrae? En perdurar.

Perdurar implica mantener el poder que tiene para seguir no haciendo lo que podría ser una oportunidad para modificar los guarismos de pobreza o de trabajo. Un ejemplo es la egoísta discusión en la que han caído el gobernador y el vice gobernador de la provincia.

Las burbujas son ajenas

Juan Manzur y Osvaldo Jaldo viven en sus respectivas burbujas. Y, a diferencia de lo que recomiendan todos los protocolos, ellos tratan de meter la mayor cantidad de gente en las burbujas. No hay códigos ni reglas. Vale todo. El mismo día que el Indec confirmaba que Tucumán tiene el 47% de pobres en su población, Jaldo juntaba a los suyos para frustrarle la revancha en la sede del Partido Justicialista a Manzur. Y, éste sin importarle nada sobre las cuestiones pandémicas recurrió a Teresa Felipe de Heredia para que con sus 91 años le aportara el gol que necesitaba para demostrarle a Jaldo que el PJ es suyo. Felipe de Heredia es una histórica dirigente del peronismo tucumano. Fue concejala y legisladora y cuanto político llegó a la Casa de Gobierno necesitó de su habilidad para juntar votos. Se equivoca Manzur como se equivocó Jaldo. Están forzando una pelea que carece de racionalidad. Mientras tanto, la sociedad mira por la ventana. ¿Qué mira? “La vida”.

Manzur exige verticalidad hacia el gobernador y, por lo tanto, hacia el Presidente, cuando en realidad eso lentamente se va convirtiendo en una fantasía porque en el gobierno nacional sólo hay preocupación. Todo es electoral ya. Hasta tal punto que, como el sueño de tener a todo la población vacunada en julio es muy difícil, intentan postergar los comicios de las PASO. En la Rosada quieren un peronismo unido que tampoco existe en la realidad. Jaldo, que no quiere quedar al margen en nada, intentará esta semana que lo bendigan en el Instituto Patria. Lo recibirán, pero no Cristina. Ella le delegó la tarea a su obediente Oscar Parrilli.

La pelea de los dos muchachos hace que le crezcan alas a otros. La ex legisladora Silvia Rojkés y la actual senadora Beatriz Mirkin se van dando cuenta que el espacio que supieron crear con el ex gobernador Alperovich se desvanece ante los yerros y papelones de este senador que después de 12 años de ser el mandamás en la provincia no aporta ni una idea en estos tiempos de crisis. Esta semana que ya no volverá nunca más se mostró vacunándose como para tantear su imagen pública. Pero ya es demasiado tarde. Aprovechando los espacios vacíos, ambas dirigentes tuvieron algunos encuentros con José Vitar, el ex diputado nacional que intenta hacer germinar el espacio progresista que ni Manzur ni Jaldo son capaces de regar.

Eduardo Infante, aquel profesor que está atento a sus alumnos, advierte que el sistema vigente “quiere que las personas hagan muy bien lo que quieren que hagan y que sean fácilmente manipulables”. ¿Estará hablando de la dirigencia tucumana?

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