Cartas de lectores

Constructor de sueños

Pasando o antes del Río Balderrama según la dirección que se circula, la ruta 157 nos lleva a imaginar o descubrir quizás otro paisaje. Es el mismo en toda la zona aunque parece que se ve o escucha el tum, tum de un cuero que se golpea, o el formón o birgua que se introduce y saca del ceibo, pedazos o astillas de sus entrañas para profundizar un hueco de paredes finas hasta el otro extremo. Y esa parte noble del árbol será el compañero del hombre que lo traslada de un lado a otro, hijo inolvidable de un padre orgulloso que escucha y comparte su particular sonido. Es el bombo el que seguirá por los caminos del tiempo, mientras su hacedor, constructor de sueños, de los que aman la música y el folclore, recordarán su nombre en cada golpe. Ahí pegadito al Balderrama hay un taller sin dueño que seguro alguien lo ocupará. Es el del Hugo Sija, padre del conocido Manu Sija. El que partió acompañando con golpes fuertes y débiles, profundos y roncos, los que acompasando con el aro, marcarán la cadencia a seguir; como los de aquellos que tal vez sin leer un pentagrama, esparcen por el aire, sin límites ni fronteras su presencia. ¿Cómo no recordar los consejos del artesano que prolijamente lo construyó? Era también el creador de un instrumento cuyo pedazo de cuero cocido en un solo anillo de metal reemplaza al clásico retumbo del bombo tradicional, el que adaptado a las nuevas formas de la tecnología, sustituye sin mezquindad el uso y cuidado de su prolijo trabajo. Sus horas en el campo parecían ser incompatibles con su acostumbrada labor pero no, era también un artista, un innovador que aferrado a su quehacer, será siempre recordado por quiénes valoramos su arte y la amistad que nos brindó.

Augusto Fernández

Inseguridad

Pregunto una y mil veces: ¿hasta cuándo? ¿Es posible que la provincia se haya convertido en tierra de nadie? Estamos a merced de gente de mal vivir, inescrupulosa y posiblemente resentidos sociales y no se puede admitir que los responsables de la seguridad sigan al margen de tantos hechos deleznables que van afectando psicológicamente a la población. Una vez más fui víctima de la delincuencia que día a día nos arrincona en el temor y la impotencia. Intentaron robar mi auto rompiendo un vidrio de la ventanilla delantera. El sonido de la alarma evidentemente los ahuyentó. Hace tres días asaltaron a mi nieto, poniéndole un revólver en la frente y apropiándose de un celular y la recaudación del día de su negocio. Y poniendo en riesgo su vida. Sugiero a quienes tienen la misión de prevenir los delitos que cambien las estrategias, si es que las tienen, para obtener resultados positivos. La ciudadanía está cansada de soportar las consecuencias de una equivocada aplicación de las leyes, o no sé qué; lo cierto es que al hablar con diferentes personas cuentan lo que pasaron con arrebatos, asaltos, etcétera. Sé que no soy la única pero sí estoy segura de que algo está fallando. Estamos en un camino que nos lleva cuesta abajo. Una sociedad indefensa que paga muy caro la confianza depositada en sus funcionarios públicos, que no hallan la forma de frenar la avalancha delictiva. Vivimos en permanente estrés, mientras un grave problema nos sacude. Reitero: ¿hasta cuándo?

Nelly Elías de Benavente

San Miguel 675

San Miguel de Tucumán

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