Por qué y cómo se busca cerrar la desigualdad económica entre los hombres y las mujeres

Por qué y cómo se busca cerrar la desigualdad económica entre los hombres y las mujeres

Mercedes D’Alessandro, la economista y directora de Economía, Igualdad y Género; fue seleccionada por la revista Time (Estados Unidos) como una de las 100 líderes emergentes.

La economía feminista “llegó tarde” a su vida, dice Mercedes D’Alessandro, en diálogo exclusivo con LA GACETA, desde Buenos Aires. La frase se completaría con un “tarde, pero seguro”, porque en febrero de este año fue seleccionada por la revista Time (Estados Unidos) como una de las 100 líderes emergentes “que están dando forma al futuro de los negocios, el entretenimiento, los deportes, la política, la salud, la ciencia, el activismo y más”. La publicación destacaba cómo desde su cargo como directora nacional de Economía, Igualdad y Género; cuantificó el valor económico del trabajo doméstico y de cuidados no remunerado -tres cuartas partes del cual son realizadas por mujeres en Argentina- en el 15,9% del PIB, más que todos los demás sectores.

“Esa comprensión del trabajo de las mujeres sustenta el presupuesto nacional de 2021, destinado a apoyar a las mujeres a través de medidas como la ampliación de la infraestructura pública para el cuidado de los niños y los requisitos para que los contratistas de la construcción estatales empleen a más mujeres”, explicaba el texto que la mencionaba.

Nacida en Misiones, la novedad familiar al finalizar el secundario era que ella se había decidido a estudiar. “Lo digo así porque no vengo de una familia de padres profesionales, en Buenos Aires uno ve que los adolescentes van pensando mucho tiempo antes en esto y ya se han leído una biblioteca entera. Era una sorpresa porque me decían ´si sos mujer y podés no hacerlo, ¿por qué vas a estudiar?´”. En ese momento tenía en claro que quería estudiar algo relacionado a las ciencias sociales y se inscribió en Ciencias Políticas: “Ahí cursé la materia de economía y recuerdo que me llamó mucho la cuestión de la desigualdad. ¿Por qué pasa esto? ¿Por qué hay tanta gente con mucho dinero y otras con tan poco?, pensaba. Ahí decidí cambiarme de carrera a Ciencias Económicas”.

- ¿Cómo llego a tu vida el interés por la economía feminista?

- Primero fue la economía y la economía feminista llego muchísimo después, llegó tarde. Inclusive me desvié en un momento a la filosofía porque encontraba un poco fría la economía. Me había movido la desigualdad pero estaba estudiando matemáticas y me preguntaba: ´¿cuándo hablamos de la gente?´. En filosofía estudié Epistemología de la Economía, una mezcla de economía con filosofía, esa materia fue mi eje durante mucho tiempo en la cuestión académica, hice mi tesis doctoral al respecto y fui profesora en la UBA de esa cátedra. Ahí me reconcilié con la economía. Y la economía feminista llegó como les llegó el feminismo a muchas mujeres, en el 2015, con el furor de la primera marcha y reclamo de Ni Una Menos. Si bien había tenido un acercamiento a grupos de lectura de cuestiones de género no era más que eso. En 2015, unos meses antes de la marcha del 3 de junio, con unas compañeras de económicas abrimos el Boog de Economía Femini(s)ta y tuvo mucho que ver con encontrarnos con el reclamo de que las cosas nos pasan por ser mujeres. De pensar la desigualdad económica de la sociedad, empecé a pensar, estudiar y trabajar estos temas que, si bien estaban trabajados y hay muchas mujeres que ya los abordaban como Valeria Esquivel, no estaban sistematizados y eso sí es reciente.

- Un año después, en diciembre de 2016, llegó la publicación del libro “Economía feminista. Cómo construir una sociedad igualitaria (sin perder el glamour)” (Editorial Sudamericana) y recientemente un reconocimiento de la revista Time como “líder remergente”. ¿Qué significó para vos y para tu tarea?

- En lo personal me llamó la atención. Conozco la publicación que es relevante, la he leído y consultado pero creo que es más importante por cómo se dio. Yo lo vivo como un reconocimiento al activismo de haber hablado durante mucho tiempo sobre las desigualdades que viven las mujeres. Durante mucho tiempo visibilicé el tema dando charlas, cursos, viajes, con la ONG de Economía Femini(s)ta, el libro. Yo lo hacía como una cuestión de militancia. También mencionaron el trabajo que se hace desde el Estado. No me dieron nada físico, ni un cuadrito; pero es valioso ese reconocimiento porque te pone un reflector en frente y es importante aprovecharlo porque los debates a veces no se ven. A veces uno está frustrado porque estamos siempre atrás de muchas cuestiones y esto es un premio para a mí y mi equipo.

- ¿Cuál fue tu primera acción al frente de la dirección nacional de Economía, Igualdad y Género?

- Al inicio éramos un equipo de tres personas, y vimos que había información pero muy desperdigada y sin un hilo conector. INDEC, Anses, ministerio de Trabajo; todos brindaban información muy valiosa y lo que había que hacer era reunir esos datos y darles una mirada con perspectiva de género. No es lo mismo hablar de desocupación en general, ver la cifra de cuántas mujeres están desocupadas y notar que en su mayoría son menores de 30 años. Entonces nos preguntamos ¿qué pasa ahí? La importancia es disponer de esa información para tomar decisiones y políticas públicas acorde a lo que se necesita. Luego fue trabajar en el presupuesto que es responsabilidad del ministerio de Economía. Ahí quisimos intervenir para ver en dónde se ponían los esfuerzos del Estado para cerrar las brechas de género. Tenemos un gobierno comprometido con la agenda feminista y queremos que esta herramienta sirva a las negociaciones y debates políticos en los que, muchas veces, no están las mujeres representadas porque muchas son mesas de varones.

- Prácticamente cuando se habla de economía feminista, el eje pasa siempre por el trabajo doméstico y de cuidado no remunerado, ¿por qué?

- Es algo central porque las mujeres dedican tres veces más a las tareas de cuidado y de trabajo doméstico no remunerado. Son más de seis horas de tareas que implican que muchas mujeres tengan menor disponibilidad horaria para trabajar en tareas pagas. A una mujer sola a cargo de un hogar, con tres hijos y sin mucha ayuda, le lleva entre siete u ocho horas diarias esa tarea. Entonces no tiene tiempo para trabajar en un comercio, escuela o fábrica. La cantidad de tiempo que demandan esas actividades repercute en la inserción laboral que tienen las mujeres. Deciden trabajar fuera de casa menos hora, por eso ganan menos, deben organizar una importante logística cuando ellas están fuera de casa, no pueden capacitarse para crecer en lo laboral y así. Para la mujer es muy difícil la inserción, permanencia y crecimiento en el mundo laboral.

- Desde la política, ¿cómo se puede revertir eso? ¿Más funcionarias o legisladoras deviene en más políticas o mejores leyes a favor de la mujer? ¿Las leyes de cupo son necesarias en política?

- Yo creo que las mujeres venimos avanzando bastante y mucho más donde hay leyes de cupo y paridad. En el Senado, las mujeres tenemos un porcentaje de participación mayor al 40% aunque nos cuesta encabezar listas. En el gabinete de ministros somos menos – y más ahora con la salida de la ministra de Justicia (Marcela Losardo). Si miramos a las gobernadoras solo hay dos y solo un 11% de las intendencias está a cargo de una mujer. Una herramienta como la Ley de cupo es interesante pero aislada, es solo un impulso. Las mujeres que tengan un cargo jerárquico deben reorganizar su sistema de cuidado y redistribuir las tareas domésticas, sino las estamos recargando de trabajo. Los cambios en la estrutura laboral deben ir de la mano. Hay estudios que muestran que donde hay más mujeres participando, hay más chances de que haya proyectos o acciones que busquen cerrar la brecha de desigualdad que hay entre hombres y mujeres. Te lo pongo al revés: ¿Es posible construir una sociedad que cierre esa desigualdad sin mujeres gobernando? Creo que no.

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