No se dan pelota

Marzo se puso en marcha con sonidos electorales. Mientras todos bailan en cubierta los problemas propios de una sociedad afectada por el mal manejo de las vacunas debería ser un alerta para gobernantes que se pelean por cargos.

El clásico es el de siempre. Defensores de la Derrota vuelve a la cancha sin director técnico. Desde Buenos Aires y en forma virtual todos dan órdenes. Hasta Macri da charlas técnicas. No podemos decir que no sepa de estrategias futboleras, pero de política en Tucumán le pifió feo. El mejor ejemplo es el diputado Facundo Garretón, que no sólo no dejó grandes aportes para la provincia, sino que eligió alejarse de ella.

Ya están pisando la gramilla electoral pero algunos jugadores ni se hablan. Los carrileros José Cano y Silvia Elías de Pérez van y vienen por toda la cancha, pero no saben a quién darle la pelota para que haga goles. No hay candidatos claros que aseguren la victoria. Defensores de la Derrota es el resultado de fusión de muchos clubes. En las últimas horas, el Pro eligió presidente y le aportó una de las figuras de su cantera. Se paró en el medio de la cancha con la número 5 en la espalda y promete diálogo a quien lo escuche: también repite la palabra institucionalidad todas las veces que puede. Pero el sureño Ramiro Beti no ha demostrado ser un habilidoso capaz de tirar caños y driblear las ambiciones políticas que tiene el equipo en el que le toca jugar. A sus espaldas siempre juega el stopper Domingo Amaya muy atento a las instrucciones que recibe de Buenos Aires, más que al partido que se está desarrollando. El defensor no se pone colorado cuando llega la pelota a sus pies, y sólo se la pasa a Cano o Elías de Pérez.

En la delantera están los más jóvenes. Mariano Campero trota como un caballo brioso, y pide la pelota y no se la dan. A su lado corre desenfrenadamente Roberto Sánchez que por acelerado tampoco agarra el balón. Por el medio del área aparece el mismísimo Ricardo Bussi al que la mayoría le desconfía como si fuera Icardi en la selección nacional. Hay dos marcadores de punta que jugaron muchos partidos, pero siempre a préstamo. Más de una vez los carrileros se dieron vuelta, pero ya no estaban. Patricia Bullrich los quiere en el equipo, pero los delanteros temen que la diputada Beatriz Ávila y su marido, el intendente, terminen haciendo un gol en contra. Hay equipo, pero no club. En las inferiores no deja de entrenarse una joven promesa que podría ser el arquero que falta. Podría darle confianza ya que él sí cree. Pero su credo no es rezado por muchos de los jugadores que piensan que hay que dar pelea en todos los campeonatos. Sebastián Murga, con ingenuidad, pero con picardía, quiere cambiar las reglas de juego y, por eso –dicen-, propone reformar la Constitución sin darse cuenta de que en este caso a la AFA la maneja uno de los directores técnicos del equipo rival.

Del otro lado de la cancha está Deportivo Unidos a la Fuerza que viene dando las últimas vueltas olímpicas. El problema de los últimos días es que los dos directores técnicos tienen ambiciones e intereses muy disímiles, y los jugadores ya no saben ni quiénes son sus compañeros. Esta semana, Osvaldo Jaldo llamó a la concentración a Eduardo Cobos para que juegue de defensor… El otro DT quería que en ese puesto siguiese Fernando Juri Debo. Ninguno de los dos se dio cuenta de la confusión en la que habían caído. Acostumbrados a manejar las comisiones de disciplina, los directores entendieron que el defensor del Pueblo (ombudsman) debe jugar en su equipo, cuando, en realidad, debiera en todo caso ser el árbitro.

En la semana hizo declaraciones televisivas uno de los jugadores que siempre suele estar en el banco a la espera de que uno de los DT los llame a jugar. Había ido a dejar en claro que los jugadores de Jaldo iban a dejar la sangre en la cancha para que Cobos jugará en esa posición. Pero sus declaraciones más graves fueron cuando reconoció que él sabía que había una vacunación con privilegios. Afirmó que ante su persona le habían ofrecido a otro legislador que se lo vacunara con el bendito antídoto de la covid-19.

Si Morof mintió nadie se lo recriminó como si la palabra de los jugadores ya no valiera nada. Pero, ¿y si hubiera dicho una verdad? Tampoco importó. Desde la Justicia lo normal es que si se trata de un tema que sale desde el equipo del poder nadie actúa, salvo órdenes precisas de cualquier integrante del club Deportivo Unidos a la Fuerza. Ni un fiscal ni nadie citó a Morof para que ampliara sus declaraciones. Tampoco Morof fue por su cuenta a la Justicia. El ilícito, la falta, es algo que suele pasar inadvertido porque ya se juega con demasiada violencia y cuesta reconocer el ético fair play. Algo parecido pasa con el negocio de las drogas en Tucumán: siempre hay un amigo del juez o del legislador dispuesto a llamar por teléfono. Y, por lo general, se los atiende. Puede que no hagan nada, pero teniendo la posibilidad de denunciar a ese que está cometiendo el acto ilícito, no lo hacen.

Los problemas del club no están en la cancha, donde vienen invictos desde hace décadas, están en la administración. Durante la pandemia el equipo médico había salido airoso. El triunvirato de Rossana Chahla, Reneé Ramírez y José Antonio Gandur quedó en tela de juicio cuando llegaron las vacunas. El apellido Gandur empezó a repiquetear en Buenos Aires y eso es lo que más le puede preocupar a Manzur. Más aún cuando el hombre del Siprosa no es uno más en la vida del DT: son como carne y uña, dirían en el tablón. Y el triunviro falló: hicieron el papelón y el que peor quedó fue Gandur que inoculó la vacuna a cuantos pudo de su prole. Por eso el conflicto del ombudsman le vino de perfecto a Manzur para distraer a la tribuna. Todos hablan de Cobos y se olvidan de la falta de ética de su íntimo amigo. El DT nunca podría no haber sabido lo que ocurrió con las vacunas.

La pobreza y la falta de federalismo se cuela en todos los aspectos de la vida. ¿Por qué no en el fútbol? Los técnicos buenos son siempre de afuera, nunca de Tucson, ese Tucumán desquiciado. Manzur por las dudas viaja a Buenos Aires para ser buen técnico, pero descuida el equipo en sus idas y venidas. Y el equipo terminó partido. La pelota no llega a los delanteros y, por lo tanto, no se gritan goles. “Ojo, yo no partí la sandía”, es lo único que declara el otro DT, Jaldo, cuando lo miran fijo a él. Mientras tanto, los jugadores que él llevó al club y que le responden ya salieron a declarar que Manzur vive en una burbuja y que el club es un desgobierno.

Manzur, por las dudas, manda espías a todos los demás clubes y a las canteras de la comarca. Se irá a Buenos Aires y desde allí mirará por TV la votación para designar al ombudsman. Si Jaldo no logra hacer jugar a Cobos en el puesto elegido, Manzur sentirá que él es el más poderoso del club. Podrá soñar con una reforma constitucional que le dé la posibilidad de seguir con el buzo de DT hasta que se le gaste la camiseta. Y ya tiene hasta un proyecto del equipo rival, el del arquerito Murga. Aunque no coincidirán, ya tienen ese punto de encuentro.

Los lunes no suelen jugarse partidos trascendentales, pero el match de mañana en la Legislatura será para sacar balcones y no vaya a ser que se adelante el futuro. La ansiedad de los DT apresuró una contiendan interna que puede afectar el rendimiento del equipo.

En algún momento ambos combinados van a tener que ordenarse si quieren que el público vaya a verlos. Son clásicos sin gente. También deberán cambiarles el nombre. Los opositores no podrán ganar si se llaman Derrota. Los oficialistas, si siguen buscando el triunfo a cualquier costo, serán el Titanic.

Marzo arrancó con tempestuoso impulso para navegar el año. Los discursos de apertura del período ordinario de sesiones del Parlamento, tanto del presidente Alberto Fernández como de Manzur se asemejaron a señales de largada de un año electoral.

En la provincia se escuchó un anodino discurso de Manzur: ante la Legislatura, se explayó en acciones referidas a la pandemia. Alguien se puso a revisar la versión escrita del discurso distribuida por Información Pública: sobre una extensión de 26 páginas, 20 estaban destinadas a analizar las medidas sanitarias que el Gobierno provincial adoptó para el coronavirus. Sólo seis para el resto de la gestión. El urticante tema de la inseguridad (visualizado por los tucumanos como el principal problema) solo mereció media carilla y fue abordado únicamente desde una sola óptica: la cantidad de efectivos policiales.

Comerciantes con sus negocios en ruina; jóvenes sin empleo o con sus estudios semiparalizados; instituciones que no funcionan y que son cuestionadas severamente; vecinos que se arman descreídos de la acción policial no son inventos de la prensa. La radiografía provincial es angustiante: mete miedo. El gobernador no abordó esos temas. ¿Piensa acaso que no son importantes? ¿No merecen ni siquiera una mención en su agenda de gobierno?

Volvamos a la cancha. En el club siguen organizando fiestas y festejando. La orquesta sigue tocando, mientras el iceberg se asoma inexorablemente. La metáfora, no por remanida, evita un inexorable final si el baile continúa. ¿Serán conscientes los actores de esta historia que mientras gastan sus energías en peleas por espacios de poder, una sociedad cada vez más impaciente clama por respuestas urgentes a sus acuciantes problemas?

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