“Rancho aparte” argentino con el Tratado de Prohibición de Armas Nucleares

25 Enero 2021

Carlos Duguech

Columinista invitado

Nuestro país ni firmó en la Organización de las Naciones Unidas ni ratificó el Tratado de Prohibición de Armas Nucleares ya vigente desde el 22 de enero. En su momento, 20 de septiembre de 2017, se abrió a la firma en la sede de la ONU (Nueva York) el tratado más esperado por la Humanidad. Y Argentina, entonces muy ligada a negociaciones con el Fondo Monetario Internacional facilitadas por el entonces presidente Donald Trump, volvió a las “relaciones carnales” con los los Estados Unidos. No “podía” firmar ese tratado. Hacerlo, aparentemente, hubiera sido una “traición” a los buenos oficios del ahora ex mandatario norteamericano. El mismo jefe de Estado que alentó la invasión al Capitolio en su país.

Ya no están ni Mauricio Macri ni Trump al mando de los poderes ejecutivos de sus respectivas naciones. Así que nada obsta ya para que Argentina sea parte del Tratado.

Claro que no es fácil, en lo inmediato, que los nueve países con armas nucleares se decidan a desprenderse de sus arsenales y suscriban un tratado que boicotearon en todo momento. Aquí cabe una reflexión estratégica: hay quienes, con sustento, dicen que a los nueve países (EEUU, Gran Bretaña, Rusia, China, Francia, Pakistán, India, Israel y Corea del Norte) el tratado no les hace mella. Como si no existiera. Una ilusoria pretensión, afirman.

Una piedra en el zapato

Ellos seguirán como países con arsenales nucleares porque no suscribieron el tratado y se consideran libres de actuar. Sin embargo, parece que el acuerdo no deja de ser una piedra en el zapato. De lo acontrario, ¿por qué Trump, siendo presidente del país con más ojivas nucleares, a menos de tres meses de culminar su mandato pidió a los países que ratificaron el Tratado de Prohibición de Armas Nucleares que se retiren de ese acuerdo? ¡Solicitó que borrasen sus firmas y las ratificaciones!

Esa sola actitud desde Washington singulariza la relación entre este “centro de poder” y el “resto de los países” (salvo los privilegiados del TNP (Tratado de No Proliferación Nuclear) porque siguen modernizando arsenales.

Argentina ratificó en 1994 el Tratado de Tlatelolco (Proscripción de Armas Nucleares de América latina y el Caribe), que es un buen acuerdo. También ratifico el TNP (Tratado de No Proliferación Nuclear), que es un mal acuerdo. Porque privilegia a los cinco miembros permanentes del Consejo de Seguridad de la ONU, con derecho irritante a veto, a que ellos y nadie más posean armas nucleares, aunque haya cláusulas que obligaban a un desarme gradual.

Es el tratado más antidemocrático que existe, Privilegia a unos y somete a otros. Argentina lo ratificó en 1995, sin embargo. Innecesario. Porque Argentina y Brasil suscribieron ante la OIEA (Organismo Internacional de Energía Atómica) un acuerdo de desarrollo, cooperación y utilización de la energía nuclear únicamente con fines pacíficos.

Día de gloria

El secretario general de la ONU, Antonio Gutérrez, felicitó el viernes pasado a los países que ratificaron el Tratado de Prohibición de Armas Nucleares, que desde ese día tiene vigencia en sus territorios. Un triunfo de la sensatez, los muy buenos propósitos y la potencia de la comunidad internacional. Una comunidad que ni tiene ni le interesa tener arsenales con armas que, a 75 años de las detonadas en Hiroshima y en Nagasaki, poseen una potencia destructiva y de muerte que avergüenza a la raza humana de sólo imaginar que puede acabar con ella. Tanta perversidad, tantos negociados, tanta soberbia sin sostén más que en la fuerza destructiva.

Queda un camino por recorrer, pero ya hay banderas nobles, y de peso jurídico como para que los países que hoy acumulan armas nucleares empiecen a diagramar la “reconversión industrial” y finalmente se desarmen del todo en materia nuclear.

Alarma pensar que Argentina se aísla y no firma el Tratado. Una errada y cuestionable política exterior que en vez de sumar, resta. Y mucho. Por hacer en esta materia, también, “rancho aparte”.

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