Fuera de foco

Fuera de foco

Las imágenes que proyecta el Gobierno respecto de su gestión en las áreas más determinantes para la sociedad son sumamente difusas. Mucho menos nítida es la discusión en que se encuentra enfrascada la oposición.

Las fotos de la semana que se fue para no volver nunca más salieron demasiado movidas. El gobierno hizo el anuncio de inversiones habitacionales al mismo tiempo que muestra que no logra agarrar las riendas de las obligaciones del Estado. Y, la oposición se muestra como en una montaña rusa saltando y gritando sin poder sincerarse definitivamente. Y mientras corren velozmente por los rieles las voces se confunden.

Si tuviésemos que hacer, a los fines de un examen crítico, una disección de las funciones que debe llevar adelante el Estado provincial, es probable que nos asalte una sensación de desasosiego.

En el plano educativo, pese al optimismo que intenta transmitir el ministro de Educación de la provincia, el desánimo y la desconfianza se ha generalizado entre los protagonistas de la comunidad educativa. A poco más de un mes, el paisaje selvático que ofrece la imagen de algunas escuelas no seguir el entusiasmo de la máxima autoridad educativa de la provincia..

Sobre el déficit en la gestión de la seguridad, no hace falta repasar demasiado. Es una pesadilla que sacude a los tucumanos como el terremoto sanjuanino y que se carga de anuncios, de inversiones y de contrataciones directas sin muchas licitaciones y con muchos ceros.

La gestión de salud, sometida a la angustiante tensión de la pandemia, está bajo un examen cotidiano por las exigencias de la realidad. Pero además ha quedado inmersa en un espacio donde la autoridad ha perdido la confianza y ha ganado condiciones de verdad la desinformación que se propaga por las redes o en la autosuficiencia del ciudadano.

Y el precario equilibrio de las finanzas provinciales ha congelado como una imagen del pasado aquellos tiempos en que se pagaban los sueldos antes que termine el mes o apenas iniciado el siguiente.

Igualmente alarmante es la situación de los servicios públicos que dependen de la provincia. En el caso del transporte de pasajeros, centenares de miles de tucumanos se convierten en rehenes de un sistema viciado y poco transparente, que hace agua por todos lados. Pensar en el desarrollo de la provincia sin resolver el tema del transporte se torna muy complejo.

Y, ya que nos metimos en el agua, decenas de esquinas de la ciudad, algunas en zonas residenciales o comerciales estratégicas, se han transformado en lagunas donde los derrames cloacales conviven con los de agua potable, bien escaso en muchos sectores de la provincia. La gestión de la SAT es blanco de ácidas críticas desde hace años.

Si bien la provisión de energía (la provincia ha concesionado desde 1995 la distribución a prestadores privados) no ha tenido los mismos niveles de cuestionamiento, los últimos aumentos de tarifas autorizados a EDET han reactualizado críticas al deficiente control y regulación que la Provincia realiza. En tiempos en los que gobernaba como quería, José Alperovich, se decidió concentrar en un solo organismo la regulación de todos los servicios públicos.

No se trata de realizar un balance de la gestión de gobierno. No es el propósito, por eso mejor no ingresar en el terreno del daño que causa a los ciudadanos la calidad del sistema institucional en que vivimos, como es el caso de las denuncias sobre la falta de independencia del Poder Judicial o de transparencia de la Legislatura en materia de gastos y designaciones. A ambos poderes la histórica conducta del vocal de la Corte Daniel Leiva, le ha dejado profundas fisuras que siempre hacen pensar en movimiento telúricos.

La enunciación de estos temas obliga a reflexionar sobre cómo Tucumán se ha convertido en una provincia paradojal ya que si alguien que no conozca en profundidad la realidad tucumana con la simple enumeración de lo sucedido esta semana sacaría como rápida conclusión que la situación del gobierno es de alta precariedad y, para peor, se ve presionado por la crisis social y las demandas ciudadanas.

Mientras tanto, las señales que salen desde el Poder Ejecutivo no describen esa situación. El gobernador Juan Manzur ha solicitado la compra de un avión para poder viajar más, mientras emplea buena parte de su tiempo para operar políticamente sobre una oposición dividida, contradictoria y de fácil crispación. Y por lo que se ve, al mandatario no le va tan mal en su objetivo.

Si el gobierno lograra su propósito de fragmentar el arco opositor, encararía la elección de este año en condiciones inmejorables.

Viejo principio

El axioma “Divide y reinarás” es tan viejo como la historia de las civilizaciones humanas que necesitaron dotarse de gobiernos. Sin embargo, mantiene plena actualidad por estos lares. Al menos es lo que explicitan quienes ven la mano del oficialismo pejotista que gobierna la provincia en los movimientos que se registran en los despoblados campamentos opositores.

Un botón de muestra es el aparente desinterés del intendente Germán Alfaro en conversar –y por ende acordar- con sus antiguos socios de Cambiemos, mientras emite señales de que su espacio encarará en soledad los comicios de octubre. Su rechazo a las PASO -que ayudaría a la oposición cambiemista (antes anti-PASO) a ordenar sus diferencias- va también en esa dirección. Lo paradójico es que últimamente pareciera resultarle más ameno o más cómodo dialogar con Manzur que con sus ex -¿futuros?- compañeros de cruzada.

Quienes sospechan que el gobernador influyó en esa decisión, ven bajo el agua contrapartidas que ayuden al intendente a mejorar su gestión en lo que le queda de mandato. No sería un hecho inédito, precisamente.

No faltan tampoco los mal pensados que creen que Manzur ha jugado algún rol protagónico en alentar el entendimiento entre Mariano Campero y Ricardo Bussi. De hecho, los voceros de Alfaro lo han sugerido públicamente, mientras el lord mayor de Capital criticaba al legislador de Fuerza Republicana.

Qué diría Alem

Si ese acuerdo electoral prosperara, no hay que descartar que la UCR se rompa. No será el “que se rompa pero no se doble” de la carta póstuma de Leandro Alem reivindicando la intransigencia radical frente al régimen. Esta sería una ruptura con razones más confusas, donde se entremezclen legítimos cuestionamientos políticos o ideológicos con otros menos altruistas, de aquellos a quienes les preocupa que si se amplía la base de sustentación de la alianza, haya que compartir los cargos con los nuevos socios y eso los deje sin espacios para ellos. En razón de verdad son muy pocos los dirigentes de los partidos principales que en algún momento no se sentaron a negociar o a acordar con Bussi, padre o hijo.

Podrían entenderse como válidas, por ejemplo, las reservas de Rubén Chebaia –si las tuviera- ya que su padre fue víctima de secuestro y desaparición durante la dictadura. Pese a ello, tuvo que aceptar sentarse a negociar con Bussi el apoyo de sus electores en 1987, cuando Cirnigliaro y Domato transaron finalmente un acuerdo en el último Colegio Electoral que conoció la provincia.

Pero no fueron los únicos. Peronistas, radicales y las nuevas fuerzas que fueron gobierno en el país aceptaron al bussismo como parte de la vida democrática de Tucumán. El alperovichismo, tan obediente al kirchnerismo, no dudó un instante en tener entre sus filas a hombres que vinieron de FR. El propio intendente de Capital mantiene aceitadas relaciones con gente se formó en Fuerza Republicana. “Mire general, estamos metidos en un calicanto de aca, tenemos que sacar a la provincia”, le dijo alguna vez en tucumano básico un hombre del peronismo como Hugo Lazarte cuando intentaba dialogar con el militar. Antonio Bussi bromeaba en sus tertulias políticas diciendo que FR significaba Fueron Radicales. La democracia y el voto popular le dio a Bussi tal vez una carta de crédito que no merecía, pero las tuvo. Por eso hoy cuando la negación hacia el legislador Ricardo Bussi es a partir de una mirada ideológica, se hace poco creíble porque los hechos han demostrado otra cosa. Por lo bajo, se critica a Ricardo Bussi de haber sido siempre consecuente con los oficialismo y ahora cabalgan sobre las denuncias de acoso que carga en sus espaldas. Pero eso no lo dicen públicamente. Da la sensación que los problema más fuerte de la oposición son de espacios. Hay pocos a la vista y muchas ambiciones.

Sin embargo, las ambiciones opositoras son chicas. Son de pequeños cargos y no de poder. Así lo vienen demostrando desde aquella vez en que Chebaia ganó la elección y los contubernios –a los que no fueron ajenos radicales, peronistas y bussistas- lo dejaron sin el sillón de Lucas Córdoba. El problema más grave de la oposición y en esto pareciera que el Pro es abanderado, les cuesta decirse las cosas de frente. La discusión huele a ruptura, entonces fingen una unidad que no existe ni existirá en la medida en que no pongan de una vez por todas los argumentos sobre la mesa.

Los dos caminos

La iniciativa de Mariano Campero y Roberto Sánchez tiene dos caminos posibles: o, como arguyen ellos, se transforma en un instrumento convocante de todo el antiperonismo, emergiendo como el instrumento para una opción de gobierno electoralmente fuerte y competitiva o, por el contrario, sobre ellos recaerán duros cuestionamientos si finalmente la UCR se rompe y contribuyen de esa manera a que la oposición sobre Manzur se divida en tres.

La presencia en suelo tucumano de Gerardo Morales, pareciera subrayar el inicio de un debate que parece ir más allá de las fronteras provinciales. Tras Alfonso Prat Gay, Morales. Uno para cada lado y esta lucha fratricida acaba de comenzar.

La desvaída imagen de gestión del oficialismo. La falta de diálogo de la oposición. La necesidad de ambas superestructura de que de Buenos Aires les digan qué hacer, cómo actuar y que cuenten con la plata de la metrópoli para oponerse o para gobernar desnudan una falta de federalismo y de independencia atroz. Y, todo deriva una democracia flaca, escuálida, sin argumentos. Y, si algo le faltaba era que justamente se propusiera (Manzur, Alfaro, entre otros políticos) eliminar una elección como las Paso que son esencialmente democráticas. El justificativo es gastar en otra cosa. Si la democracia no invierte en más democracia, las fotos seguirán saliendo borrosas.

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