Volar en La Angostura: el kitesurf es un espectáculo a orillas del lago

Volar en La Angostura: el kitesurf es un espectáculo a orillas del lago

El interés por este deporte extremo que combina una vela y una tabla náutica ha crecido exponencialmente en el útimo año. Niños, adolescentes, mujeres y familias enteras se suman a la experiencia de volar aprovechando el viento.

Volar en La Angostura: el kitesurf es un espectáculo a orillas del lago LA GACETA / FOTOS DE JULIO MARENGO
23 Enero 2021

Es mediodía y recién comienzan a llegar los kitesurfers a la costa oeste del lago La Angostura. No es horario, todavía, porque el viento -el “combustible” de este deporte extremo- recién comienza a soplar después de las 14. Pero Santiago Cisneros ya tiene calzado su traje de neopreno, ha inflado su vela (kite) y se anima a ser el primero en incursionar en el agua, abriendo la jornada. Con poco viento y todo, es capaz de hacer algunas piruetas en el aire que le merecen los aplausos de los adolescentes que dan sus primeros pasos en este deporte. Y sí, con 17 años, Santiago ya es campeón argentino y sudamericano de esta disciplina que cada día suma más adeptos en Tafí del Valle.

Una mezcla de parapente y surf, consiste en vincular una vela con una tabla para impulsarse sobre el agua y hacer giros en el aire, según la destreza de cada deportista. Una sensación que, según quienes la comenzaron a practicar en los últimos años, es altamente adictiva.

El kitesurf plantó vela en La Angostura en 2005 de la mano de Leonardo Casadei, windsurfista de Santiago del Estero. A partir de ahí, los enamorados del viento que practicaban otras disciplinas comenzaron a sumarse. Y no pararon hasta hacer una enorme familia que, hasta hace dos o tres años, no era ni cerca tan numerosa como lo es ahora.

NATALIA TERNAVASIO. Preparada para iniciar su vuelo en el dique. NATALIA TERNAVASIO. Preparada para iniciar su vuelo en el dique.

“Estamos contentos porque se están sumando muchos chicos, niños y adolescentes que se acercan y se enganchan. Acá nosotros venimos desde el mediodía y nos podemos instalar, sin problemas, hasta el atardecer, cuando sopla la última gota de viento”, cuenta Gonzalo “Cuchi” Cisneros, que ahora ha montado una escuelita de kitesurf en esa costa alfombrada de verde.

A cualquier edad

El inicio de la práctica lleva su tiempo. Con una vela pequeña, en tierra, empiezan a aprende a dominarla para, progresivamente, ir entrando al agua. Una de las últimas en sumarse fue Natalia Ternavasio, confirmando la tendencia de que son cada vez más mujeres las que se enganchan con el kitesurf. Tiene 48 años y demuestra que no hay tiempo límite para animarse a algo nuevo.

“Esto es maravilloso. Comenzó mi marido, Carlos Falivene, hace cuatro años, y yo nunca me imaginé poder hacerlo. Primero por todos los preparativos previos a meterse al agua y después por la destreza que se necesita. Pero me dieron ganas, me animé y ya llevo tres clases y cada vez más entusiasmada”, declara.

Natalia es madre de dos hijos, Carlitos (19) que también practica el deporte e Inés (16) que pronto quiere comenzar a entrenar. “Lo mejor de todo es que venimos familias enteras, es una hermosa manera de compartir tiempo juntos con algo en común que nos une”, reflexiona.

Giros de libertad

Hay lago para todos. Por la mañana temprano salen las embarcaciones con pescadores y los kayakistas, precisamente porque no hay ni una brisa. Y dejan el lugar al mediodía, cuando llegan los hijos del viento. Se necesitan al menos 14 nudos para elevar el kite.

AL FINAL. La vela, a la tarde, sin viento, sirve de carpa para la amistad. AL FINAL. La vela, a la tarde, sin viento, sirve de carpa para la amistad.

Y el espectáculo comienza a la siesta. Después del almuerzo la costa verde se llena de camionetas y vans equipadas con todo lo que se necesita para pasar una larga jornada náutica.

Los deportistas más experimentados dan un show en el aire y en el agua, en el agua y en el aire, con piruetas que parecen imposibles. La sensación de libertad se transmite y pica en todo el cuerpo. Dan ganas de subirse, de saber hacerlo, de ser un hijo más del viento. “Es solo cuestión de animarse”, simplifica Cisneros.

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