Las distintas formas de llegar a Tafí del Valle

Las distintas formas de llegar a Tafí del Valle

La primera forma de llegar a los Valles era a caballo, luego lo hizo el avión y por último, el automóvil.

EN 1921. El Cóndor del Aeroclub alcanza el Campo de las Carreras. EN 1921. El Cóndor del Aeroclub alcanza el Campo de las Carreras.

La atracción por Tafí del Valle no decrece con el pasar de los años ni las décadas. Con el tiempo y los avances en las vías de comunicación llegar a hasta la villa se hizo menos complicado. En los primeros tiempos, solamente se hacía el viaje a caballo. La llegada del ferrocarril en la parte final del siglo XIX habilitó la posibilidad que parte del recorrido hacia la villa se podía hacer en tren hasta Acheral y desde allí a caballo. Hacia mediados de julio de 1921 surcó los cielos calchaquíes el avión Cóndor del Aero Club tucumano que aterrizó en el Campo de las Carreras. Una motocicleta fue el primer artefacto mecánico terrestre en surcar los caminos de Tafí; corría diciembre de 1942 y poco después, en enero de 1943 fue habilitada la ruta 307, que fue recorrida por varios coches oficiales para el acto de inauguración.

En 1919

En octubre de 1919 la crónica de Rodolfo Romero relata su viaje a Tafí, comenzando por los preparativos y las necesidades del viajero que hará el recorrido. La jornada se iniciaba en la estación de trenes del Provincial para ir a Acheral. “Durante el trayecto, tres inspectores, galantemente, le recuerdan a uno que no debe viajar de arriba, cada cuarto de hora”. Allí “aguarda una zorra (nombre técnico, dresina) que conduce a los viajeros entre inmensos cañaverales hasta el ingenio Santa Lucía”. Desde allí se partía a caballo siendo aún de noche. Los peones iban y venían con las “petacas” (cajas de cuero) para acomodarlas a los flancos de las mulas y caballos. “Luego se distribuye la ´chasna´, es decir, los mil paquetes de cosas inútiles que llevan los viajeros”. Las primeras luces del día comenzaban a alumbrar el camino de los viajeros, estimados en alrededor de una docena, cuando “llega un ruido sordo, como un rezongo. Es el murmullo del río de la Quebrada. Comienza el ascenso. Comienza el paso del río, el cual se atraviesa 40 y más veces, según venga crecido”. El camino es una pequeña senda de no más de un metro y medio que recorre las faldas del Ñuñorco. “Los caballos, de casco duro y fino, y las mulas van trepando por escalones que son los hoyos formados por el paso de miles de animales que pasaron anteriormente y que pisan en el mismo sitio siempre. El río corre con fuerza tremenda: arrastra troncos y piedras y cuando sube a ochenta centímetros, hay que vadearlo atados los viajeros unos a otros”, el relato mostraba los peligros a los que se exponían los paseantes que querían llegar al valle. En cuanto a la vegetación, se informaba que los árboles se iban raleando y más allá de los 2.800 metros no queda “más que el airoso aliso y el sauco”. Tras cuatro horas de andar dejaban atrás una vegetación exuberante y se pasaba a ver algunas gramíneas y las peñas peladas y ásperas se iban convirtiendo en protagonistas. Aparecían laderas de “un verde casi gris” cubiertas de anisillo y algarrobillo que “comen las vacas”. Tras ese tiempo se llegaba a Los Morteritos y comenzaba a divisarse el río de la Angostura que “trae las aguas de los del Valle, y al fin se está en la Ventanita, alrededor de 4.000 metros y desde donde se contempla un imponente panorama”. En aquel punto podía verse hacia la derecha la ciudad de Tucumán y “a la izquierda, duerme el Valle”. En la Ventanita se hacía un alto donde los viajeros sacaban sus provisiones, “se prepara el asado. Se devora la carne con un apetito salvaje”. Tras esta parada comenzaba nuevamente el paso de la expedición que iniciaba el descenso hacia la villa. “Abundan los lirios rojos y azules, los sauces y las quintas”. La comitiva ya se encontraba ante el último tramo del camino a su destino. Las actividades abarcaban desde caminatas pasando por cabalgatas hasta reuniones donde se cantaban y bailaban chacareras y chilenas.

La moto en 1942

Aún faltaban unos días para que se inaugurara la ruta 307. Corrían las últimas jornadas de diciembre de 1942 cuando apareció a las puertas de nuestro diario un joven en una poderosa moto luego de recorrer los Valles Calchaquíes. “La apertura del camino carretero que ya está uniendo tres provincias y que forma parte de una cadena de pueblos por los valles calchaquíes, va convirtiéndose también en una sucesión de sorpresas para los tranquilos y sencillos moradores de tales regiones. A los automotores que irrumpieron por las cuestas y llegaron a Tafí del Valle, Amaicha del Valle y El Infiernillo, trepidantes sus motores y potentes sus escapes, se suma ahora, a los pocos días de pasar aquellos, el cruce de una motocicleta. De esta manera se presentaba al primer motociclista que recorrió la zona vallista; era el tucumano Atilio Jordán Sene, que vivía en Salta. “Salió hace algunos días desde Salta, fue hacia Alemanía luego a Cafayate y después remontó los valles hasta Santa María. Cuando ya se dirigía a Tucumán, sufrió un contratiempo en la máquina y regresó a Santa María, después de arreglar la moto, salió hacia Tucumán para arribar a nuestra ciudad a las 18 horas (del 18 de diciembre)”.

El avión

Hasta 1943, cuando se inauguró el camino, llegar en auto era imposible y el caballo era la única forma de llegar. Pero el avión lo hizo antes que el coche y fue el 21 de julio de 1921. Bajo el título “El primer viaje aéreo a Tafí del Valle”. Decía la crónica: “a las 7.50 salió el “Cóndor” del Aeródromo Benjamín Matienzo (ubicado en el parque 9 de Julio), piloteado por el teniente Jorge Sariotte y conduciendo como pasajeros a los señores Luis Ciaffardini, Juan Brú y Juan Jattar. La mañana estaba espléndida y empezaban a cobrar fuerza los rayos del sol. A las 8 y 5, llegó el aeroplano a Villa Nougués: allí el teniente Sariotte hizo un tirabuzón, para ganar altura y los pasajeros pudieron admirar las bellezas del Aconquija. Las 8 y 20 serían cuando el “Cóndor” se lanzó sobre la cumbre de Mala Mala. El altímetro del aparato marcó 3.500 metros. A las 8 y 45 llegaron a La Ciénaga. El estrecho pasadizo que ofrecían las montañas y la fuerza del viento que daba de frente, obligaron al piloto a efectuar varios virajes”. Tras pasar El Pelao avistaron el Campo de las Carreras en la estancia de Frías Silva, donde aterrizaron cerca de las 9. La aparición de la nave debe haber sido algo increíble ya que hasta el propio comisario se acercó por pedido de los habitantes. Tras dejar el aparato recorrieron las tres leguas hasta el poblado, fueron al telégrafo desde donde mandaron un mensaje al presidente del Aero Club, Nicanor Posse, sobre el feliz resultado del viaje. Los pasajeros llevaban ejemplares de nuestro diario que repartieron entre los curiosos. Este viaje impuso varios récords para la época. Uno fue el de altitud en Sudamérica con 3.950 metros sobre el nivel del mar. El otro fue que el primer transporte mecánico que alcanzó Tafí fue un avión, más de 20 años antes que un automóvil. Y por último que por primera vez LA GACETA se leía allí en el mismo día y fue a las 9.50 de aquel 21 de julio de 1921.

Tamaño texto
Comentarios
Comentarios