Sexo y desayuno: anécdotas bizarras y el temor a sentir “de más”

Sexo y desayuno: anécdotas bizarras y el temor a sentir “de más”

Un tweet (con sus posteriores memes y réplicas) encendieron el debate sobre nuestros hábitos poscoitales. Historias y estereotipos sexoafectivos

OPINIONES CONTRARIAS. ¿Implica una muestra de amor que, luego de una noche de sexo casual y dormitorio compartido, te inviten el desayuno? OPINIONES CONTRARIAS. ¿Implica una muestra de amor que, luego de una noche de sexo casual y dormitorio compartido, te inviten el desayuno?

Si la llama del amor se encendiera con la misma facilidad con que llenamos los 280 caracteres de Twitter, este sería un mundo mejor. Hasta entonces, solo queda utilizar los trending topic de la red social para meditar sobre nuestras prácticas afectivas.

El asunto arrancó el 3 de enero con el tweet de una usuaria llamada Mila: “No cojo con personas que no estén dispuestas a darme algo para desayunar a la mañana siguiente…”. Vaya a saber por qué, la publicación llegó a 33.000 me gusta y creó varios bandos nutridos por comensales demandantes, reglas de etiqueta e idearios del combo revolcón + amor. Luego de una noche de sexo sin compromiso ¿es un requisito preparar el desayuno para dos?

“Junto al amor romántico y sus estereotipos, los ritos de cortejo calan hondo en nuestras vidas. A través del cine, los consumos culturales y las experiencias propias o ajenas nos formamos ciertas abstracciones sobre lo que debería ocurrir en un vínculo para que este sea 'genuino'. Sin embargo, cada pareja es única y las comparaciones dejan mal sabor cuando notamos que hay gestos que faltan en nuestras relaciones. Ahí es cuando viene la crítica, la sensación de insuficiencia y la nociva recriminación del 'necesito que cambies'”, comenta la sexóloga Maira Lencina.

Luego de leer el centenar de anécdotas, lo innegable es que para muchos amantes (en vez de simple amabilidad o necesidad de llenar el estómago) el acto devela la seriedad del vínculo y un problema social actual: el temor al compromiso.

“Nuestro presente está tan marcado por el miedo al fracaso, al abandono o a que nos perjudiquen que buscamos una segunda intención en cada gesto de un tercero. Es así que muchos ven en la sugerencia de desayunar, visitar a la familia o 'hacer cucharita' un avance extremo hacia una relación seria en la cuál deberán asumir responsabilidades o cumplir con los reclamos de otro”, detalla el psicólogo Gabriel Boschetti.

Casi parece lógico, de las tostadas a medio untar o el café instantáneo quemado, el siguiente paso es el casamiento... “En esta ecuación la edad también importa porque -a partir de los 32- hay hábitos que pasan a ser cortesía pura al cambiar las reglas del juego de conquista y seducción. En cambio, las relaciones indefinidas y la falta de comunicación directa entre los jóvenes le da a estos simples actos un gran nivel de dramatismo y autopercepción”, acota Boschetti.

Daño colateral

Podremos preferir el desayuno buffet o light, pero lo que no puede faltar en el menú es la responsabilidad afectiva. “Lo que sorprendió de este hilo fue la cantidad de usuarios que se sentían afligidos por la vara tan baja de expectativas en sus relaciones. La mayoría se conformaba con menos de lo que esperaban en realidad o anhelaban recibir de su unión (formal e informal)”, argumenta la sexóloga Constanza Escalante.

La terapeuta afirma que este desequilibrio es el verdadero riesgo. “Por falta de autoestima, un mal manejo de nuestra conciencia o la ausencia de refuerzos positivos solemos continuar estancados en relaciones sin sentido. La costumbre y el esfuerzo extra impide que rompamos y busquemos un modelo vincular que se adapte mejor a nuestras perspectivas futuras y metas”, insiste Escalante.

Acceso restringido

Pese a la buena intención, muchas de las negativas a pasar la noche juntos se justifican en la invasión personal. “Hay parejas que cargan con rutinas muy arraigadas (por ejemplo con el tema de los ruidos y la luz al dormir, dietas, los horarios de alimentación, etcétera) e intentar sobreponernos a ellas o criticarlas por su poca predisposición para intimar acaban por perjudicar nuestro vínculo. Para que una relación sea armónica ambos deben respetar los espacios individuales y marcar límites. Eso nos enseña la convivencia”, argumenta Delgado Giles.

En el caso de los amores esporádicos, la profesional enfatiza que es más frecuente que los hombres se queden a dormir en lo de sus enamorados o amantes. El justificativo es la menor sensación de incomodidad/desprotección al estar en una cama ajena. Sumado al factor de la movilidad propia para regresar a su hogar desde la distancia y bajo el horario que gusten.

Esta observación ilustra un dato importante sobre los niveles de inseguridad y la percepción del peligro según el género.

Atraco sorpresa

Sin experiencia previa en las app de citas, Rocío encontró en Tinder a un bartender llamado Gabriel. Ambos conversaron durante cinco meses hasta que -al fin- fijaron una cita para cenar.

“Él era mozo en un bar cerca de mi departamento así que pasó a buscarme, pero como estaba cansada le ofrecí quedarnos y ver una película. Recuerdo que fue la primera vez que invité a un hombre desde que me mudé sola”, relata la profesora de Inglés.

Lo que siguió al sexo fue un sueño profundo hasta las 6 (demasiado temprano para un domingo). “Me despertó cuando ya estaba vestido y dijo que su hermano lo llamó porque había perdido las llaves y necesitaba entrar a casa. Nos despedimos con un beso y volví a dormir”, detalla Rocío.

El impacto vino recién por la tarde. “Minutos antes de ir al super vi que mi billetera estaba vacía y que faltaban varios productos en la heladera. Fui inconsciente porque la situación pudo haber desencadenado en un asalto o acto delictivo mayor”, lamenta.

Desayuno de campeones

Elena tiene 25 años y es estudiante de Abogacía, aunque lo que nos compete no es su perfil académico sino un aborrecible hecho fechado en diciembre del año pasado.

Por esa fecha fue cuando conoció a Pablo, quien trabajaba como entrenador en el gimnasio al que iba. “Después de la última clase tomamos unas cervezas y pasé la noche en su departamento. Al día siguiente, cuando me acerqué a la cocina, él puso sobre la mesa dos licuados proteicos y barras energéticas de Herbalife”, comenta.

En la escena también apareció un té herbal para mejorar la digestión y unas tabletas nutricionales. “Me negué a tomar esos productos, pero Pablo insistió diciendo que iban a ayudarme con mi problema de sobrepeso y que podía hacerme un descuento al ser revendedor. Además, remarcó que notó mi pelo super seco y venían bebidas con colágeno para revertirlo”, dice Elena. Lo que siguió fue la huída (nada disimulada) y enojo por confiar en quien solo pretendía lograr beneficios económicos.

Mañana, los estados sobre el tema habrán desaparecido, y apenas quedará en el cosmos virtual una reflexión. ¿Qué profundidad portan nuestras interacciones con los otros? Acaso lo “casual”, las relaciones superficiales (plásticas, acuosas) y el sexo solo como un acto de penetración (sin sexualidad) ¿vencieron el verdadero valor de los afectos?

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