Llegó el Gobierno de la igualdad nacional...

Llegó el Gobierno de la igualdad nacional...

El año arranca con una gran noticia: ya puede afirmarse que el actual va a ser el Gobierno de la igualdad nacional.

Las actuales autoridades no tendrán muy mucha idea acerca de cómo solucionar los problemas económicos de la Argentina, pero tampoco la tenía la gestión macrista. Y (como Argentina, en alemán, se dice Alzheimer) habrá que recordar que menos aún demostró contar con una receta el kirchnerismo durante las dos presidencias anteriores de Cristina Fernández. En todo caso, si es justo repartir las pesadas herencias, también lo es coparticipar los grandes éxitos: en el empobrecimiento sostenido de la sociedad hay una meta de igualdad común. Léase: nos va cada vez peor a todos. Las crisis económicas son como las inundaciones: el agua baja, sale el sol y la gente retorna, pero más pobre que antes. Y así tras el alfonsinismo. Y tras el delarruísmo. Y ahora.

Entonces, no es poco que Alberto Fernández decida continuar en esa misma senda del “si hay miseria, que se les note a todos”, porque -en honor a la coherencia-, se viven reclamando políticas de Estado que trasciendan los gobiernos. Y se vive repudiando que cada gestión llega para volver a empezar de cero. Aquí, por fin, hay continuidad.

Y hay más aún. Porque no se trata de que la administración actual ha decidido, simplemente, que la inercia del empobrecimiento social continúe su camino de desintegración del progreso (palabra burguesa, si las hay). El Gobierno ha enarbolado el estandarte de la igualdad nacional como si fuera la cuarta bandera del peronismo. Ya Juan Domingo Perón nos legó la Justicia Social, la Independencia Económica y la Soberanía Política. Faltaba esta otra…

Para que no queden dudas ni resabios, el Presidente ha decidido suspender temporariamente la exportación de maíz en nombre de abastecer el mercado interno. Es tan altruista la meta que no ingresarán dólares por ese rubro, no habrá aumento de reservas y el peso seguirá perdiendo valor. Pero, por un lado, Alberto sabe que la moneda se devaluará menos que su imagen en el propio conurbano bonaerense (es un político sacrificado, de esos que ya no vienen). Y, por otro, está la igualdad nacional: ¿por qué los productores de maíz, condenados a producir con insumos dolarizados, van a vender su producción afuera a valores competitivos, si pueden liquidarla dentro del país a precio de quebranto? ¿Por qué ese egoísmo de salvar aunque sea los costos si hay tanto compatriota fundido? La igualdad ondea sobre todos, todas y todes.

Pero (cosa de estadistas), Alberto enlaza dos vacas con una sola pialada: en el maíz germina la semilla del mal. Todos esos chacareros enfermos de cosmopolitismo, al exportar, encarecen el producto en el mercado nacional y también la producción de ganado, que se engorda con maíz. Luego, “¿por qué los argentinos pagan el kilo de asado como un alemán?”, pregunta el jefe del Estado.

No lo entendieron. Probablemente, porque Fernández es un paisajista de la política. Mira el horizonte. Proyecta la perspectiva. Y ve más allá…

¿Qué mira el mandatario? La campaña contra la honra y el ser nacional montada por los “gringos”. Porque primero se empieza por pagar aquí lo mismo que allá y después se sigue por formular preguntas cipayas. Por ejemplo: “¿por qué durante la II Guerra Mundial los argentinos vivían mejor que los alemanes y, tras mantenernos neutrales en esa conflagración (en la que ese país gobernado por el nazismo genocida fue derrotado y devastado), ahora ellos viven infinitamente mejor? Historiadores vendepatria…

Por suerte, el Gobierno contó con la colaboración de los opositores para cortar de raíz con la maquiavélica “mazorca” destituyente del “campo”. Resulta que, por suerte, la carne vacuna, acá, no cuesta lo mismo que allá. Y nada mejor que los ciudadanos para testimoniarlo.

El 4 de julio, LA GACETA publicó una nota sobre la travesía de los tucumanos que habían retornado en el último vuelo de repatriación de argentinos varados en Europa. Entre ellos estaba Gustavo Schiavonne, quien a principios de marzo había viajado a visitar a una de sus hijas en Alemania. Este diario lo consultó ahora sobre los costos de la carne vacuna en aquel país. Y resulta que un kilo de nalga para milanesas cuesta 22 euros. Por ello, aclara Schiavonne, en Alemania normalmente las hacen de cerdo.

Tan costosa es la carne vacuna que las ofertas de los supermercados muestran el precio de los cortes por sólo 100 gramos. Según un aviso de esta semana de la cadena de supermercados Rewe, el kilo de un corte para hacer bifes termina costando 19,90 euros. Y el kilo de osobuco, 12,90. Euros. Ni hablar de salir a cenar: en la “steak house” OX Royal, en Colonia, un “rinderfilet” de 200 gramos (corte “dama”, aclara la carta) cuesta 34 euros. Uno de 300 gramos (“caballero”), 40 euros. Y uno de 400 gramos, 45. Este es el corte “Macho”, aunque no se sabe si por su tamaño o por lo que hay que pagar.

Entonces, Schiavonne da en el blanco. “No cuestan lo mismo ni con el euro oficial”, señala. Las distancias son siderales con el “blue”, esa ilegalidad de evasores destituyentes para atentar contra la soberanía comprando moneda extranjera.

El euro oficial cotizó ayer $ 106 en el Banco Nación. Y el “blue”, $ 198 en el submundo del hampa gorila. Entonces, la carne para las milanesas cuesta entre $ 2.300 y $ 4.300 pesos, según la divisa legal o ilegal. El bifecito, entre $ 2.100 y $ 4.000 el kilo. El caracú para el puchero, entre $ 1.400 y $ 2.500. Y el churrasquito “caballero” (el otro corte es “típico de machirulo”), entre $ 4.200 $ 7.900. La guarnición es aparte...

¿Qué queda en claro? Los desestabilizadores de siempre repiten que un Presidente mal informado no puede tomar decisiones correctas. Pero hay que sincerarse: quien esté libre de confundirse en la maraña monetaria argentina, que arroje la primera moneda.

Repasemos: Alberto (61 años) y Cristina (67), desde que tienen uso de razón, vieron pasar cuatro monedas de curso legal. En 1969 aparece el Peso Ley 18.188. El 1 de junio de 1983, el Peso Argentino. En 1985, el Austral. En 1992, el Peso, a secas. Y luego las devaluaciones..

¿Cómo no va a confundirse cualquiera en semejante zafarrancho de divisas? A nadie se le puede exigir infalibilidad. El error nos humaniza. Sin embargo, a este gobierno de gente (queda claro) tan humana no le perdonan una. Y con absoluta mala fe, por ejemplo, le reprochan a Cristina que haya logrado que un fallo judicial le permita cobrar, entre su pensión como ex Presidenta y la de su esposo como ex mandatario, $ 2 millones por mes (y $ 100 millones de retroactivo). Todo es producto de un equívoco.

Probablemente, la vicepresidenta que hace negación del macrismo (y por la humildad que la caracteriza no cae en la autorreferencialidad de los gobiernos “K”) se quedó con el Peso menemista de la paridad cambiaria con el dólar. Entonces, tal vez asumió que los $ 19.100 pesos “a secas” de la secada jubilación mínima eran los del “uno a uno”. Y como el dólar oficial cerró ayer a $ 90 en el Banco Nación, debe haber calculado que equivalen a $ 1,7 millón por mes. Así, ella habría acatado el fallo porque, equivocada en su buena fe, habría estimado que ganará apenas un poquito más…

¿Se equivocó Cristina? Un error lo comete cualquiera. Pero lo importante es la lógica del Gobierno: otra vez, la igualdad nacional. Alberto y Cristina la predican con el ejemplo: hoy no se sabe cuál de los dos es el verdadero Presidente. ¿No es ese, acaso, el epítome de la igualdad? Lo mismo en la Cámara Baja. ¿La preside Sergio Massa o Máximo Kirchner? Basta de ese prejuicio orangután que pretende que el Partido Justicialista es verticalista. ¿Cuánta más horizontalidad quieren si el próximo presidente del PJ no va a ser Alberto sino Máximo?

Donde la igualdad no ha permeado es en el Poder Judicial. Pero el Presidente de la Nación no va a permitir que eso siga ocurriendo. Esta semana se solidarizó con Amado Boudou, ese revolucionario que fue vice de la Nación y quiso adquirir Ciccone Calcográfica a través de testaferros porque no quería nada para él sino todo para el pueblo (Lenin prohibió la moneda durante la revolución bolchevique de 1917, y por eso no pudo soñar con una imprenta nacional popular).

El alto tribunal argentino lo encarceló y Alberto, frente a ese mártir del papel moneda, ya no pudo callar: desde el retorno de la democracia, la Justicia es el único poder del Estado cuyo “funcionamiento no fue revisado en detalle”, aseveró. Y entonces avisó que hará tronar el escarmiento: hizo pública su idea de crear un tribunal “a la par” de la Corte Suprema para que actúe como una instancia paralela ante eventuales “arbitrariedades” en los procesos. ¿Por qué va a ser la Corte la última instancia? ¿Por qué un libro viejo, escrito a finales del siglo XIX por un tal Alberdi, lo dice? ¿No era liberal, acaso? ¿A quién le ganó? Para el caso, de él, en su provincia, no hay más que una plaquita en una pizzería...

“¿Con qué criterio actúa la Corte? Cristina tiene 11 recursos ante la Corte, que nunca recibieron ninguna respuesta”, dijo, por fin, el Presidente. Y con ello, completó el concepto de la igualdad nacional. No va a haber una Corte sino dos, para que haya igualdad en la Justicia. Y así como nadie sabe quién manda en el poder político, tampoco se sabrá quién manda en el Poder Judicial.

Esa es la igualdad “en sentido amplio”. “En sentido estricto” es “la igualdad de iguales en iguales circunstancias”. Parece un trabalenguas, pero es muy justo. A saber: ¿cuántas ex presidentas acumulan 11 causas en la Justicia? Sólo una. Entonces, hay que crearle una Corte paralela. Cuando haya otra ex jefa de Estado multiprocesada, se obrará de la misma manera. Están sembrando la igualdad hacia el futuro…

La igualdad de iguales en iguales circunstancias muestra que sobran los principios jurídicos y que falta una Justicia con principios. Pero por algo hay que empezar. Y el año recién comienza…

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