Querido 2020
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Me gustaría estrecharte un abrazo y decirte adiós para siempre. Y, ¿sabés qué? ni siquiera eso podemos porque te ensañaste de tal manera que ni una despedida te merecés. Pero voy a hacer el intento porque el editor lo pide.

Fuiste un soberbio. Tus hermanos, los años anteriores, nos fueron marcando un camino, en cambio vos decidiste adueñarte de nuestra vida. Nos metiste a todos en la casa. Hasta al más libre lo dejaste encerrado.

Fuiste un envidioso porque no soportaste que tuviéramos sueños y los convertiste en pesadillas. No soportaste la vergüenza de tu incultura y nos cerraste los teatros y les bajaste el telón a los conciertos y a los recitales. Nos cortaste las piernas y nos pinchaste las bicicletas. Sabías que habíamos inventado la libertad y hasta a los aviones les amputaste las alas.

Fuiste un mal tipo, 2020. ¿Qué querías? ¿Cuál era tu intención? Debo reconocer que estuviste ingenioso. Que no discriminaste. No hubo lugar en el planeta donde tu virus monárquico -hasta corona le pusiste- no haya hecho estragos. Fuiste un asesino que nos dejó sin amigos, sin padres, sin trabajo, sin certezas. Fuiste un ignorante que cerró las escuelas. Sembraste violencia en todos lados. Como un diablo nos aterrorizaste. Tus hermanos nos habían enseñado que al miedo hay que enfrentarlo.

Nos desafiaste. Y la humanidad aceptó el convite. Aprendimos a mirar a la muerte y a decirle no, aunque ella insistiera. Volvimos a mirarnos a los ojos. Empezamos a hablarnos más claro porque los barbijos así lo exigen. Usamos las pantallas como escudos. Detrás de ellos y con nuestros pijamas virtuales volvimos al trabajo. Aprendimos a reunirnos y hasta a brindar frente al celular o a la computadora y los maestros empuñaron los punteros convertidos en mouse.

¿Y la ciencia? No la viste venir. Ese fue tu talón de Aquiles. La ciencia armó un ejército de valientes para derrocar a tu amigo invisible. Unos se pusieron detrás del microscopio, otros vaciaron las bibliotecas y, por supuesto, los soldados se armaron con sus máscaras para estar en el frente de batalla, para matar a tus virus y para entregar amor a nuestros heridos. Y hoy ya empezaron a vacunar los cañones que darán el disparo final. Y, como buen cobarde, te vas antes de ver el desenlace final.

Por supuesto que tuvimos y tenemos debilidades. No es fácil vivir sin abrazos, sin cafés de amigos ni asados familiares. Como buen angurriento metiste la daga en nuestras debilidades. Pero nos volvemos a levantar.

Te cuento que muchas veces busqué alguna metáfora para definirte. No las encontré. Sin embargo, varias veces te definí como un felpón amarillo. Si, de esos que usamos para subrayar frases en un libro con la vana ilusión de que algún día volveremos a leer lo destacado. Fuiste el felpón amarillo de nuestra vida. Nos ayudaste a subrayar nuestros aciertos y errores.

Por eso te digo gracias. Por eso dejo el querido de la formalidad de esta carta. Gracias a tu felpón comprendimos que nuestras autoridades tienen una crisis de autoridad. Que nuestra Justicia es injusta y tiene algunos integrantes que hacen fuerza para desequilibrar la balanza. También nos quedó claro que la seguridad es muy insegura como para darnos tranquilidad. Te agradezco porque de tantas preguntas salieron algunas respuestas. Nos dimos cuenta de que el sistema electoral tucumano está hecho para el enriquecimiento personal y no el bienestar general. Aprendimos que nuestros gobernantes miran alrededor cuando están contra las cuerdas, apenas les afloja el cinturón sólo miran para adentro.

Mirá 2020, el 22 de marzo te agarré descuidado y pude escribir que antes de conocerte éramos felices y no nos habíamos dado cuenta.

Seguramente, cuando abras esta carta te quedarán pocas horas en este mundo. Y, a pesar de las magulladuras y de los dolores que nos propinaste, llegamos. Sí, llegamos. Llegar es lindo. Significa que los esfuerzos valieron la pena. Llegar te ensancha las espaldas y te da fuerzas para seguir. Nosotros llegamos, en cambio, vos te vas para no volver nunca jamás.

Los fines de año nos hacen más comprensivos, más buenos, tal vez. Me dan ganas de decirte que te voy a extrañar. Pero prefiero ser sincero y decirte que no te podré olvidar.

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