Política discontinua

Política discontinua

Vence el crédito que la opinión pública dio a los gobernantes cuando estalló la pandemia. En la oposición tucumana, la “variante Bussi” es un desafío de amplitud. En el oficialismo, por no conservar agendas, repiten el pasado.

Política discontinua

Corrían los últimos días de abril y la pandemia era un tornado que se llevaba todos los argumentos por delante. La verdad llegaba desde los Estados Unidos, desde China o desde Europa. La muerte disfrazada de Covid-19 venía en avión, descendía en Ezeiza y empezaba a recorrer el país. Los argentinos le daban la bienvenida desde las casas con las ventanas cerradas y con la vergüenza de los barbijos. El Estado se convertía en superpoderoso. Su voz era la única que se escuchaba y se respetaba a rajatabla.

Los gobernantes vivían su mejor momento. La imagen pública del Presidente de la Nación, al igual que la de los gobernadores, trepaba a las nubes y era directamente proporcional a las sonrisas que exponían unos y otros. El gobernador Juan Manzur no escapaba a esa realidad. En las tertulias lucía distendido y hasta en la charla descontracturada se le escapaba una frase, mitad en broma, mitad en serio: “por fin me toca un tema que conozco”.

El tiempo es implacable, recitaba David Lebón y los abuelos sin ritmo ni rima descargan su sabiduría afirmando la remanida frase: “no hay plazo que no se venza ni deuda que no se pague” (aunque en el caso de Máximo Kirchner tenga décadas de facilidades). Y el transcurso del tiempo volvió muchas cosas a fojas cero.

La imagen de muchos políticos se distorsionó y empezó a salir borrosa. El virus se metió en la casa de amigos y de familiares y terminó despertando tensiones, agrietando las grietas y -parafraseando a Manzur- los gobernantes empezaron improvisar en temas que tocan de oído. Entre esos tópicos está la administración de la educación, de la salud y de la seguridad, nada menos.

El respiro extranjero

Manzur volvió en pocos meses al ruedo de siempre. Volvió a peregrinar hacia Buenos Aires para caer bien, para sonreír, para mendigar, para conseguir algunos pesos, para que le bonifiquen alguna obra. En síntesis, para gobernar. Cambian los gobernantes, se modifican las ideas de gestión, se endurecen o se alivian las formas en que se tratan las autoridades, pero todo sigue igual. Desde el poder central se reparten las migajas, los afectos, las decisiones y hasta las formas de pensar de cada dirigente. Pareciera que estas incongruencias son gobernar o tener el poder. Y, nada de eso figura ni en la Constitución ni en las leyes. Se acepta o se acepta. Es la única opción.

Por eso Manzur y su lugarteniente Pablo Yedlin no dudaron ni un minuto en avanzar en el proyecto para eliminar el democrático andamiaje electoral que había inventado Néstor Kirchner. Tampoco el mandatario provincial dudó un instante en deshacerse en elogios para el Presidente y en vituperios para el ex presidente. El ejercicio de la política se ha vuelto exasperantemente previsible. En esos menesteres andaba el gobernador tucumano cuando terminó de anudar la gira a Brasil. Se sacó el traje de gobernador mendicante; lo colgó encima del guardapolvo de médico sanitarista y se puso el traje que más le gusta y, tal vez, el que mejor le calza: el de canciller.

Fue un respiro. Esta semana fue un gran alivio para el gobernador que encontró de nuevo su sonrisa en tierras brasileñas. Apenas despegó el avión dejó en tierra la densa atmósfera de las promesas incumplidas, de las internas estériles y de la incapacidad para poner orden en el Tucumán crispado por la pandemia y la pobreza. Las giras al exterior despiertan sueños, generan ilusiones, dibujan negocios, todas actividades que figuran en el manual del político moderno porque demoran años en concretarse y los dirigentes actuales quieren respuestas urgentes, antes de que se terminen los mandatos.

En tierra quedó una asfixiante combinación de pandemia, malhumor social por el encierro, angustia por el deterioro en la situación económica y social, e indignación por el rebrote de casos de inseguridad. La sensación de ausencia de justicia, además, comenzó a tomar un cauce temible, al reiterarse los ejemplos de linchamientos o justicia por mano propia.

La sensación de alivio había comenzado a asomarse cuando se habló de la llegada de las vacunas. Es tal la ansiedad por dar una buena noticia que se peleaban por ver quién mentía un poquito más adelantando la llegada de esa panacea. Es producto de la distancia que hay entre representantes y representados. Los ciudadanos esperan que les digan la verdad, aunque haya que esperar a febrero para empezar a perder el miedo de que la Parca les dé un abrazo. No obstante, Manzur se vistió de canciller sonriente porque la vacuna empieza a no ser una simple ilusión.

Tras el camino de José

No era la primera gira que un gobierno tucumano hacía al gigante vecino. La última visita la había hecho el ex gobernador y senador en uso de licencia José Alperovich. Pero de esas cosas que hacen los “otros” ni las agendas se conservan. En aquella época también el mandatario hacía, opinaba y actuaba como se lo ordenaban Néstor y Cristina. Y pasaba papelones por tener esa actitud, como aquella designación y anulación del nombramiento como vocal de la Corte de Francisco Sassi Colombres.

Con esos antecedentes en la valija a Manzur le queda una duda sobre el proyecto de eliminación de las PASO. El hecho de que el Poder Ejecutivo Nacional no haya enviado un proyecto oficial, pero no haya puesto objeciones a la iniciativa de Manzur, rubricada por Yedlin, abre un compás de ambigüedad sobre el tema. Será muy importante saber qué actitud tomará el kirchnerismo, y en particular su jefa, que maneja el Senado. Pero al menos haber recuperado la iniciativa le hace sonreír al gobernador.

Más motivos para reír

El canciller también sonríe observando el aquelarre político en el espacio opositor. El intendente de Yerba Buena, Mariano Campero, haciendo gala de una vocación de poder no muy común en el radicalismo, está intentando articular un gran acuerdo electoral antiperonista, que vaya desde Ricardo Bussi hasta Germán Alfaro, pasando por el PRO, los ruralistas y todas las líneas del radicalismo. Un abanico tan amplio que parece imposible de ser real.  Sobre todo porque ningún miembro de la primera línea radical se va a sentar a hablar de ningún acuerdo sin las candidaturas acordadas. José Cano y Silvia Elías de Pérez, entre ellos. Pero, además, porque el antagonismo entre Bussi y Alfaro está en su momento más complicado. Y porque los adlátares del intendente de la Capital creen que es el mejor momento para que Alfaro salga al ruedo solo.

Para los amigos de Germán, 2021 será la báscula política para medir exactamente el peso que tiene el lord mayor. Hay quienes cuentan que tendrá el aporte de los radicales desavenidos que no soportan ni la posibilidad de hacer campaña al lado del hijo del general; así como de otros que siempre prefieren que se quiebre antes de que se doble cualquier cosa, desde una taza hasta un acuerdo político. De esta manera, son más de los que se esperaba los que terminan jugando para Manzur. Y, como siempre, queda la sospecha acerca de si este juego de ambiciones y de proyectos no es la punta del iceberg de un acuerdo entre entre el gobernador y el intendente. Por ahora la sola especulación fortalece y ensancha las espaldas de ambos.

Sea como fuere, los hechos le terminan dando la razón a Campero porque con una oposición dividida el gran negocio es para el oficialismo.

Y cuando Manzur se siente fuerte y sonríe, se da con los gustos preferidos, como viajar a reunirse con protagonistas del espinel internacional. Así hizo el año pasado con sus encuentros con el secretario general de la Organización de Estados Americanos, Luis Almagro, aunque la suerte no lo ayudó aquella vez y hasta ofendió más a Cristina.

Ahora apuntó a Brasil, secundado por Jorge Neme y el embajador Daniel Scioli. Primero se reunió con las autoridades del Estado de Paraná y luego con empresarios paulistas, amables gestos de su viejo amigo que llegó a gobernar Buenos Aires, pero no la Nación.

Es curioso el afán fundacional que tienen los mandatarios y el poco apego a capitalizar las experiencias anteriores. Manzur anunció como una importante novedad un acuerdo de cooperación entre Tucumán y Paraná. Pero esto ya existía.

El archivo de LA GACETA, que suele tener mejor memoria que los funcionarios, recuerda que al crearse en Tucumán la Secretaría de Relaciones Internacionales en tiempos de José Alperovich, su fundador José Vitar arrancó con dos hechos: el primero fue la cumbre de presidentes del Mercosur que se realizó en nuestra provincia. Y el segundo, el anuncio de un convenio de cooperación con el Estado de Paraná, cuya política de integración era manejada por un tucumano nacionalizado brasileño, Santiago Gallo. Así fue que Vitar y Alperovich se trasladaron a Curitiba, capital de aquel Estado, y fueron recibidos con bombos y platillos por el entonces gobernador Roberto Requiao. Entonces firmaron un convenio de cooperación en ocho ítems que iban desde la cultura hasta la integración turística. Es difícil que Alperovich se acuerde mucho de aquellos momentos; en cambio, el ex diputado y funcionario provincial todavía escucha las chacareras y tangos de autores e intérpretes tucumanos, acompañados por unas jugosas empanadas enviadas desde la provincia, regadas con vinos tucumanos. Incluso en aquella oportunidad las empanadas terminaron arruinando un vestido blanco...

Pero todo es anécdota porque es muy difícil para una gestión retomar las cosas de otra administración, incluso del mismo color político. Porque aunque casi ningún dirigente lo recuerde, Alperovich y Manzur jugaban en el mismo equipo y más de uno los aplaudía y besaba con la seguridad de que los bolsillos engordaban en forma proporcional a los elogios y a los abrazos que daban. Por eso los anuncios de hoy son una “remake” del pasado reciente. Se vuelve a anunciar lo que alguna vez se empezó y no se continuó.

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