“En una guerra pasan cosas terribles pero cuando te acercas ves seres humanos”

“En una guerra pasan cosas terribles pero cuando te acercas ves seres humanos”

Arturo Pérez-Reverte está de vuelta con Línea de fuego, una novela ambientada en la guerra civil española. 650 páginas a pura aventura. En una conferencia de prensa virtual desde España habló de sus experiencias como corresponsal de guerra y contó por qué muchas de esas vivencias le sirven para contar tan buenas historias.

15 Noviembre 2020

Por Alejandro Duchini

PARA LA GACETA - BUENOS AIRES

“La memoria es necesaria. Es necesario que los jóvenes sepan qué pasó. Porque cuando pasa el tiempo y los protagonistas desaparecen, queda la memoria, que a veces es contaminada por quienes la usan a su conveniencia. Quise recuperar esa memoria. La memoria manipulada es un arma muy poderosa”, dispara el escritor Arturo Pérez-Reverte desde España a propósito de su nuevo libro, Línea de fuego. Aventuras, personajes oscuros y otros heroicos, peligros, miserias. “Seres humanos”, resume a través de una conferencia de prensa virtual con medios latinoamericanos. Entre ellos, LA GACETA Literaria.

“Este libro ya es uno de los más vendidos del mercado español”, anuncia Pilar Reyes, la directora editorial de Alfaguara. “Es súper interesante porque está centrada en los hombres y mujeres que participaron de la guerra civil española. Promete ser muy atrapante, de esas que solo Arturo puede escribir”, invitan a la charla desde las oficinas de Alfaguara en Buenos Aires. Pérez-Reverte no defrauda y ante la cámara tirará títulos de manera constante. “Un novelista no tiene ninguna obligación moral”. “Soy un creador de historias”. “Vivo de esto”. Tal vez es por esas frases que su aparente ego queda de lado.

Una treintena de libros publicados. Un pasado como corresponsal de guerra que derivó en el escritor consagrado que es desde hace décadas. Las aventuras del capitán Alatriste tal vez sean su emblema, pero hay más títulos. El pintor de batallas, entre ellos. Hombres buenos, más acá en el tiempo. Sus crónicas periodísticas. La lista sigue. “No soy un artista. Soy un tipo que cuenta historias. Soy un lector. La paso muy bien. Entonces una novela no es un trabajo sino un estado. Es vivir durante dos años en un mundo que me interesa. Para mí no hay página en blanco. Al contrario. Es un estado personal de felicidad, de imaginación. Además, vivo de esto. Me hace feliz y me hace libre”, resume.

Esta vez se le ocurrió contar la guerra civil española desde lo estrictamente humano. “Soy del 51”, dice para ubicarse en el tiempo: 1936-1939 fue el período bélico. Su familiares, algunos participantes de armas en mano, le sirvieron de fuente. “Testigos directos que me contaron la guerra”. Además leyó material y vio documentales. “Fue una guerra muy española: todos se conocían. En los momentos de pausa se cantaban coplas, se insultaban, se hacían preguntas. Y había humor negro, crueldad mezclada con ternura. Mi abuelo me había contado que cuando se cantaban coplas se intercambiaban tabacos o diarios”.

Pérez-Reverte negará aspiración de historiador. “Hay un recelo grande por parte de los historiadores hacia los novelistas. Pero es cierto que hay historias que se conocen por algunos novelistas. En este libro no pretendo ser riguroso, pero me complacería que tras leerlo, el lector vaya a completar mi visión con los datos rigurosos de los buenos historiadores”.

“En una guerra pasan cosas terribles. Cuando te alejas ves muchas cosas, pero cuando te acercas ves seres humanos. Yo quería moverme por ese territorio”, dirá quien cubrió guerras como las de El Salvador, Angola, Nicaragua y Malvinas, entre otras. De ese paso profesional sacó experiencias que hoy le permiten contar historias. “Del ser humano, a veces, cuando es malo se aprenden muchas cosas. Cuando era reportero he tomado copas y fumado cigarrillos con muchos hijos de puta. En Angola, un torturador portugués me contó en una noche de cervezas cómo hacía para quebrarle la voluntad a un hombre. Fue una noche muy interesante. He visto hombres que, con pocas horas de diferencia, mataron y al rato lloraban por mujeres. Por suerte tengo esa biografía que me sirve para escribir novelas”. Y agregará: “No me interesa dividir las cosas en buenos y malos sino mostrar al ser humano. He visto muchas cosas y posiblemente aprendí más de la maldad, que tiene tantos matices humanos. Las barbaries que vi no me enloquecieron, sino que las aproveché para escribir”.

“Un novelista no tiene ninguna obligación moral. Puede ser amoral, e incluso inmoral. Yo no escribo novelas para hacer mejor el mundo ni para ayudar a nadie. Soy un creador de historias”, agregará.

El próximo paso para Línea de fuego será el formato audiovisual. “Se está trabajando en eso”, adelantó. En este campo intentará contar la guerra civil española también desde lo humano. “Quiero contar a personas atrapadas en una guerra civil, borrar eso de buenos y malos. No hace falta ya explicar quiénes eran Franco, Stalin o Mussolini”.

“Es imposible considerar a la historia con ojos del presente”, opinará antes de agregar que “juzgar lo que pasó con los ojos actuales es una incongruencia. América es un ejemplo. Claro que Hernán Cortez era machista. ¡Pero todos lo eran! Era otro modo. ¡Otro mundo! Pero siempre hay horror y grandeza. Sólo con ecuanimidad podremos entender lo que pasó”.

Y por último, segundos antes de mirar su reloj y dar por terminado el encuentro, dirá: “Las heridas cicatrizan si hay bálsamos y ungüentos que ayuden a cicatrizar. Se necesitan padres sabios, profesores sabios, amigos sabios. El mundo produce heridas. Es un lugar cruel, peligroso, injusto. El mundo tiene mala intención. Cuando uno entiende eso, y eso se entiende con cultura y sentido común, se puede aprender de las heridas. Si no hay libros sabios, hombres sabios, el hombre queda indefenso y las heridas no cicatrizan”.

© LA GACETA

Perfil

Arturo Pérez-Reverte nació en Cartagena, España, en 1951. Fue reportero de guerra durante 21 años, en los que cubrió siete guerras civiles en África, América y Europa para los diarios y la televisión. Con más de 20 millones de lectores en el mundo, traducido a cuarenta idiomas, muchas de sus novelas han sido llevadas al cine y la televisión. Es miembro de la Real Academia Española.

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