Ellas también son parte del rock

Ellas también son parte del rock

Como expresión cultural, el machismo se filtra en la música. El rock parece ser territorio cercado, pero las mujeres se están abriendo camino con firmeza, cada vez más.

DESTACADA. Patricia Salazar es una referente indiscutible de los escenarios en la provincia, pionera en el desafío de ser una mujer rockera. DESTACADA. Patricia Salazar es una referente indiscutible de los escenarios en la provincia, pionera en el desafío de ser una mujer rockera.

El espacio que ocupan lo tienen ganado por mérito y talento, antes que por cupo impuesto. Pero todos los días deben reivindicarlo, como si diesen prueba de algo. La presencia femenina en el rock es una construcción cultural y social que sigue haciéndose desde que el género empezó a sonar hace 70 años, y en Tucumán sigue siendo una minoría, a diferencia de lo que ocurre en otros ritmos.

Las experiencias individuales recogidas por LA GACETA con cinco músicas de la provincia son coincidentes en señalar que, en lo personal, no se sintieron menoscabadas en los grupos que integraron. Al mismo tiempo, indican que en el ambiente subyace el machismo explícito o implícito y que hay un largo camino por construir en este siglo.

Patricia Salazar es una referente indiscutible de los escenarios en la provincia, pionera en el desafío de ser una mujer rockera, y desde más de un aspecto. “Cuando empecé a cantar y a componer canciones, éramos poquísimas las que hacíamos rock en Tucumán. En esa época integré un grupo acústico con cinco chicos, éramos todos muy jóvenes y nos llamábamos Saga. Hacíamos temas de Víctor Molina, un tucumano que componía maravillosamente bien y que ya no reside acá, y también creaciones mías. Fue una experiencia preciosa”, evoca para LA GACETA.

La vocalista sólo acumula en su memoria buenas historias de esa época: “la verdad es que no recuerdo haber pasado malos momentos por ser música; al contrario, los chicos siempre tenían algo bueno para aportar en mis canciones y yo también a las suyas, que resultaban ser finalmente un producto colectivo. No pasé por momentos de ‘machismo explícito’ con ellos. Siempre estuvimos en paridad de condiciones”. Después recorrió grupos de covers con los temas de La Torre (su lideresa era Patricia Sosa), Sandra Mihanovich, Roxette, Madonna, Sinead O’Connor y Celeste Carballo, donde la presencia femenina era requisito excluyente,

En pandemia retomó la composición y grabó varias canciones propias junto al guitarrista y arreglador Luis Corvalán, que se están subiendo a YouTube en calidad de estrenos.

- ¿El ambiente del rock es machista?

- Sí, el ambiente es, en general, machista. Me parece que el rock siempre tuvo una impronta masculina desde lo cultural. Quizás por los ritmos fuertes y duros; los solos de guitarra que rajaban la tierra; la contundencia de las bases rítmicas; las cadenas de los metaleros; las camperas de cuero negras; el esquema corporal de los músicos en escena... Todas cosas que, en el imaginario totalmente patriarcal de las primeras épocas del rock, no estaban precisamente relacionadas con “lo femenino”. Es evidente que hay muchísimos más hombres que mujeres en el rock -hablando en lenguaje binario, claro, sin nombrar las disidencias-, no sólo en la Argentina, sino a nivel mundial.

- ¿Ese imaginario las expulsó por un tiempo hacia otros territorios musicales?

- La presión cultural las fue acomodando en un rol, el pop fue un refugio como género más suave y tranquilo, se quedaron allí y el mundo las aprobó. Eso no quiere decir que el pop no tiene el mismo valor que el rock. Es más, creo que en muchos casos, se mezclaron los géneros: por ejemplo, nadie podría decir que Alanis Morrissette no es una cantante de rock, a pesar de que varios de sus temas también entran en la variante pop. Antes que ella, estuvo Patti Smith, un ícono cultural que sigue cautivando a las audiencias del mundo, y también Joan Jett o Courtney Love… Los límites fueron casi desapareciendo, felizmente, porque los encasillamientos son aburridos y agotadores y está bueno que haya músicos que los rompan.

- Mucho prejuicio dando vuelta arriba y abajo de los excenarios...

- Por ese tipo de prejuicios, que nunca desaparecieron totalmente, hubo siempre muy pocas bandas de rock integradas por mujeres, aquí o en otra parte. Me acuerdo de algunas como Heart, Hole, Nightwish, Vixen o The Runaways, todas de estilos muy diferentes, pero que podrían encuadrarse en el rock. Igualmente, ninguna de esas bandas llegó a tener la fama o la trascendencia de Led Zeppelin, AC/DC o Deep Purple, por nombrar sólo tres bandas formadas por varones. Obviamente, hay que mencionar a Janis Joplin, que rompió todo con su voz ronca, aguda y sensual y su inmenso, irrepetible carisma. Y en la Argentina, Carballo hizo lo propio con sus temas super rockers y su arrolladora voz de soprano. “Me vuelvo cada día más loca” es un himno iracundo que expresó a toda una generación de mujeres que pugnaban por hacerse oír. Ella convirtió en un clásico del canto rocker femenino a “Desconfío”, que era de Pappo. Todas queríamos llegar a cantarlo tan sensualmente como ella. Claudia Puyó también es una rocker tremenda, y la mejor cantante de blues del país, quizás.

- ¿Se revirtieron las tensiones?

- No del todo. Sin ir más lejos, hubo un conflicto fuerte en el último Cosquín Rock con el organizador del festival, porque no quiso admitir el cupo femenino para la admisión de los músicos y músicas que iban a presentarse y llegó a decir que las mujeres tenían que ganarse primero su lugar en el mundo del rock para estar allí. Fue increíble, pero maravilloso y promisorio, que Marilina Bertoldi haya ganado el Gardel de Oro el año pasado. En realidad fue un premio casi dedicado a la acción imparable de los movimientos feministas, aún cuando el disco de Marilina era muy bueno.

- Tu propio recorrido te llevó lejos del rock...

- Hace bastante que ya no canto rock, sino música de raíz folklórica, aunque a veces intercalo temas de Luis Alberto Spinetta en algún recital. Pero no porque el rock me haya expulsado, sino porque fue un proceso que se fue dando naturalmente, que tuvo que ver con mi evolución personal y quizás también con haber encontrado mi identidad como mujer latinoamericana, tanto en lo social como en lo político. En algún momento descubrí que el folclore no terminaba en Los Fronterizos, sino que había todo un movimiento de músicos y músicas que incluían aires distintos en sus canciones: algo de jazz, algo de rock, algo del tango, algo de la música académica, todo mezclado con el folclore. Ahí fue que conocí las composiciones del Cuchi Leguizamón, quien sigue siendo vanguardista, o las de los Hermanos Núñez, unos magos-genios de los compases y los ritmos. Integré Lumbres, donde experimentábamos con sonidos electrónicos y acústicos; el quinteto Mujeres Tucumanas, y ahora Nosotras y García, tres mujeres y dos hombres, también de música popular latinoamericana.

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