La peluquería es también un espacio de comunicación

Los jóvenes hacen el aguante antes de ir a las fiestas. "Nuestro objetivo es que se respire buena onda y que la gente se vaya contenta", afirma una peinadora. Videojuegos y música electrónica para la espera.

25 Agosto 2004
Por la cabeza pasan tinturas, planchitas, permanentes y extensiones, pero se busca más que un cambio estético. En la peluquería se puede encontrar, además, un espacio de distensión, un "psicólogo", una suerte de contención brindada por esos amigos, los peluqueros, que hoy celebrarán su día.
En los últimos años hubo una proliferación tal de peluquerías que ahora, sólo en el centro, se puede encontrar prácticamente una por cuadra. Pero, aunque muchas, las hay muy distintas.
La peluquería de Jesús Gabriel, en la zona oeste de la ciudad, da cuenta del modelo alternativo de centro de belleza. Entre de las anaranjadas y estridentes paredes de cuadros multicolores, hay sillas de lavado y de corte, sí; pero también allí el cliente encuentra un rincón de espera. "Cuando abrimos, hace 13 años, la idea fue crear un espacio distinto, donde la gente pudiera salir de lo convencional y encontrara realmente un cambio", cuenta Ariel Gabriel, otro de los dueños. Esas melenas de colores y esos cortes un tanto extraños probablemente hayan salido de este local en donde nada es típico, todo es alternativo.
"La mayoría de nuestros clientes son jóvenes que ya son ?amigos de la casa?, y que los fines de semana vienen aquí antes de salir de movida", dice Ariel.

Otras voces
En contraste con la movida under, en la peluquería de Dorita Vega, en Barrio Norte, los discos de chill out -de música instrumental, grabados especialmente para el salón- y las voces de Norah Jones o Eric Clapton invitan al relax. Es que Dorita, luego de 20 años en el rubro, está convencida de que el cliente debe encontrar en la peluquería un espacio para distenderse, para pensar y, por qué no, para contar sus problemas. En su local, de colores pastel y grandes ventanales, los champúes y los secadores conviven con una máquina para café y salones para masajes y otros tratamientos corporales. "Aquí nuestro objetivo es que se respire buena onda; que la gente disfrute de la peluquería y que se vaya contenta", dice Dorita. "Si una clienta viene hace 20 años, entonces no tendrá reparos en contarme los detalles del casamiento de su hija, o que está enferma y que debe hacerse unos análisis", relata.
Por esto, la peluquería, según Dorita, puede definirse como un espacio de contención. Y precisamente por eso, dice, la persona debe encontrarse con un lugar tranquilo, limpio y perfumado, donde recuerden su nombre, su historia, y donde haya un buen café de por medio.
En el barrio, en cambio, las peluquerías sobreviven a pulmón. Allí no hay masajes, ni relax ni Norah Jones. Suenan los románticos en la espera, siempre más prolongada porque normalmente los sillones no son tantos. Sin embargo, Norma Santillán, al frente de un salón unisex, también se la pasa de charla con las vecinas de Villa Alem. "Tenemos los servicios elementales y poco espacio, pero la gente viene igual porque la peluquería sigue siendo un mal necesario", define Norma.

El "coiffeur" y consejero del rey Luis IX dio origen a la celebración

El Día del Peluquero se celebra en el mundo desde hace nada menos que 734 años, en homenaje a Luis IX, rey de Francia y santo de la Iglesia Católica. "Cuenta la tradición que el soberano estimaba tanto a su peluquero, que pidió al Parlamento que lo nombrase uno de sus miembros y le otorgase el título de Caballero de la Corte. ?¿Quién sino él tiene a diario su navaja sobre mi cuello, es mi terapeuta y me informa sobre las necesidades de mi pueblo??, fundamentó el rey. Cuando falleció el soberano, el 25 de agosto de 1270, su peluquero y fiel consejero pidió que ese día sea recordado para siempre Día Universal del Peluquero".
Napoleón Romano no puede contar esta historia sin emocionarse. "Un buen peluquero es un profesional con mucha sensibilidad, que sabe escuchar y aconsejar, que conoce los problemas más íntimos de sus clientas. Por eso, más allá de su función, el peluquero es un buen confidente", dice este viejo pero activo dirigente, de 80 años. Es presidente honorario de la Sociedad de Ayuda Mutua de Peluqueros y Peinadores y ex titular de la Cámara de Peinadores y de la Federación de Peluqueros del NOA. Su mayor sueño es lograr la ley profesional que proteja a los 3.000 peluqueros que existen hoy en Tucumán. El primer paso fue la creación de una Escuela de Capacitación Profesional, que funciona en la sede social.
Su vocación por embellecer a la mujer -como él dice- despertó casi por casualidad. "Mi madre había fallecido y yo, a los 14 años, debía trabajar. Gracias a un aviso en LA GACETA conseguí un puesto de ayudante en la peluquería de Carlos Tutolomondo. Así, mientras barría, aprendí a cortar el pelo. Un día que habían faltado dos peluqueros, hice mi debut, con tanto éxito que no me moví más del espejo", cuenta orgulloso.
Por el salón de Romano desfilaron los personajes más sorprendentes. "Fui peinador de varias mujeres de políticos, con lo que se imagina las cosas de las que me enteré", dice. Pero también en su salón conoció al amor de su vida, Mercedes, una fiel clienta con quien se casó y tuvo cuatro hijos. La memoria de su señora lo inspiró para escribir el libro "Ser peluqueros", donde vuelca experiencias, consejos e historias. Le envió un ejemplar al presidente Néstor Kirchner, quien le agradeció el presente en un telegrama y envió saludos a todos los peluqueros de Tucumán.

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