Entrevista a Fernando Aramburu: “La vida nos da y nos quita, y al final nos quita todo”

El estreno de la serie Patria de manera simultánea en 60 países, incluida la Argentina, es uno de los booms de la oferta de streaming en este año pandémico. Detrás de esta novedad, presente desde el domingo en HBO, está la novela homónima de Fernando Aramburu y la historia de ETA. Lo entrevistamos en 2017 cuando su obra se transformaba en la “novela del año” de habla hispana. “El terrorismo se mete en los intersticios de la sociedad”, dice el escritor español.

LARGA DURACIÓN. A Aramburu le llevó tres años escribir Patria, “por interrupciones para abordar tareas alimentarias”. LARGA DURACIÓN. A Aramburu le llevó tres años escribir Patria, “por interrupciones para abordar tareas alimentarias”.
04 Octubre 2020

Por Alejandro Duchini

PARA LA GACETA - BUENOS AIRES

Cuando Patria (Tusquets), la novela del español Fernando Aramburu, desembarcó en nuestro país, ya tenía, según críticas, el mote de “libro del año”. Hasta Vargas Llosa la elogió. Pero es mucho más que eso. Es un relato tremendo y tan bien contado que irá más allá de cualquier opinión. Es, además del reflejo de un tiempo signado por ETA y el conflicto vasco, la historia de dos familias que no escaparon a la violencia. Es una novela de esas que se van a recomendar por siempre. Porque la voz y la descripción de cada personaje son geniales, porque al relato no le sobra nada y porque el autor logra que uno, como lector, se sumerja de lleno dentro de la historia.

- ¿Cree, como dice al comienzo de Patria, “que una mujer ha de estar muy desesperada para tratar de seducir a su marido después de 12 años de matrimonio”?

- La afirmación procede de un personaje. De ella sólo comparto el tono irónico. Llevo más de tres décadas conviviendo con la misma mujer. Nos conocemos demasiado como para intentar sorprendernos con galanterías y miradas seductoras; pero de vez en cuando un obsequio, una palabra amable, unos masajes en la espalda, cumplen igualmente una función benéfica en nuestra ya larga vida matrimonial.

- Hay una diálogo entre un sacerdote -Serapio- y Bittori que me llamó la atención. Su toma de posición, con cierto autoritarismo, lo refleja, justamente, poco religioso. ¿Qué lo inspiró para describir la escena así?

- En los pueblos pequeños, el cura es toda una institución. Es, por así decir, el dueño de las almas, depositario de los secretos de las familias del lugar y, por supuesto, intermediario entre la tierra y el cielo. Sería muy raro que en una situación de conflicto social el cura se mantuviera al margen. En mi novela recibe su pequeño espacio, que no resulta particularmente noble.

- ¿Cuánto tiempo le llevó investigar y escribir esta novela?

- Tres años con las inevitables interrupciones para abordar tareas alimenticias: las que ayudan a pagar las facturas del mes y la comida. Principalmente artículos de prensa, conferencias y textos de encargo.

ETA y una sociedad rota

- ¿ETA es también una herramienta para contar a una sociedad en general y a sus integrantes en particular?

- Hace mucho tiempo que se acabaron las batallas a la vieja usanza, en campo descubierto, con dos ejércitos uno enfrente del otro. El terrorismo se mete en los intersticios de la sociedad, escenifica sus horrores en cualquier sitio: en una calle, en una cafetería, en una estación de ferrocarril, de modo que termina afectando a la vida cotidiana de los ciudadanos, de donde se deduce que allí donde se produce es inevitable tenerlo en cuenta para describir los asuntos públicos y privados de las personas.

- Uno de sus personajes dice que la ley de la vida es que siempre gane el olvido. ¿Cómo se le da pelea al olvido?

- Recuerdo el verso de Borges: “Sólo una cosa no hay. Es el olvido.” Opino exactamente lo contrario, aunque el poema de donde he sacado la cita me gusta mucho. Somos efímeros, nos llevamos a la tumba nuestra experiencia vital y, por supuesto, nuestra memoria. Podemos, eso sí, demorar el olvido por la senda de dejar testimonios, colocar estatuas en la vía pública o levantar edificios duraderos. Y ni siquiera en tales casos hace falta que discurran dos generaciones para que la gente joven no sepa quién es, qué hizo, qué méritos tuvo el tipo ese de bronce o piedra subido a un pedestal en medio de la plaza.

- Hacia el final de Patria me queda la sensación de que, con lo que usted cuenta -y cómo lo cuenta-, tenemos una tendencia a desperdiciar muchas oportunidades que nos da la vida. ¿Podría decirme qué piensa sobre esto?

- La vida nos da y nos quita, y al final nos quita todo. Quizá el truco para pasarlo bien sea moderar las ambiciones y congraciarse con las actividades que se llevan a cabo con sosiego.

- Otra sensación que me queda es que los personajes, y tal vez nosotros en general, como personas, hacemos lo que podemos y manejamos menos cosas de las que creemos.

- Yo diría más bien que somos muy diferentes unos y otros, aunque todos coincidamos en la imperfección y los riesgos de tener un cuerpo cuyo corazón se puede parar en cualquier momento y de cuyas muelas se puede apoderar de súbito un dolor terrible. Ya sólo la necesidad de lograr el sustento se lleva una parte considerable de nuestras capacidades, digamos, filosóficas.

© LA GACETA

Patria *

Por Fernando Aramburu

Xabier mira sin mover un músculo de la cara el fondo de esos ojos llorosos, desatinados, furibundos. Un rato después, ya algo más sosegada la señora, Xabier le pregunta con respeto frío:
-¿Usted conoce a mi padre?
-No. Ni falta que hace. Pero seguro que si tu padre es el enfermo te habrías esforzado más.
Es todo lo que deseaba averiguar. Si lo conocía, si sabe lo que ocurrió. Xabier no abriga el menor interés en seguir escuchando a la anciana. Ni siquiera le da el pésame. Le dice educadamente que disculpe, que tiene que atender a otros pacientes. Al rato, con el ánimo por los suelos, está sentado a la mesa de su despacho. Se sirve coñac en un vaso de plástico. Lo apura de un trago. Llena de nuevo el vaso sin dejar de mirar la fotografía de su padre. Sus cejas severas, las orejas que afortunadamente no heredaron ni él ni su hermana. En los oídos de Xabier resuena la voz chirriante de la señora en el pasillo. No lo habrías dejado morir. Aita, ¿te dejé morir? En cualquier caso, no lo impidió. No lo impediste, Xabier. ¿Quién lo dice? Lo dicen los ojos serios de su padre. Y desde entonces no te atreviste, te dio vergüenza, consideraste indigno tratar de arrancarle a la vida pedazos de felicidad.

* Fragmento.

Perfil

Fernando Aramburu es poeta, narrador y ensayista nacido en San Sebastián, España, en 1959. Es autor de los libros de cuentos Los peces de la amargura (2006, XI Premio Mario Vargas Llosa NH, IV Premio Dulce Chacón y Premio Real Academia Española 2008) y, entre otras novelas, de  Los ojos vacíos (2000, Premio Euskadi), Años lentos (2012, VII Premio Tusquets Editores de Novela y Premio de los Libreros de Madrid) y Ávidas pretensiones (Premio Biblioteca Breve 2014). Con Patria le llegó el reconocimiento internacional e infinidad de distinciones: Premio Nacional de Narrativa, Premio de la Crítica, Premio Euskadi, Premio Francisco Umbral, Premio Dulce Chacón, Premio Arcebispo Juan de San Clemente, Premio Strega Europeo, Premio Lampedusa, Premio Atenas.

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