Marca registrada de las galerías tucumanas

Marca registrada de las galerías tucumanas

La historia detrás del icónico comercio capitalino, con locales atendidos por sus dueños.

EXPERTO EN RELOJES. Ivana y Belén certifican la maestría de David Iajya para aconsejar. EXPERTO EN RELOJES. Ivana y Belén certifican la maestría de David Iajya para aconsejar.
02 Agosto 2020

Hablar del centro tucumano es hablar de su gente, de los comerciantes y de las galerías que lo caracterizan y diferencian. Interconectadas y seguidas, le dan un toque especial. Del Ángel, La Gaceta, Del Centro, San Martín, La Gran Vía, solo por nombrar algunas, tienen una esencia que las hace única; en ellas los negocios le dan luz y vida a paseos colmados de vidrieras.

Joyería Romay fue uno de los primeros comercios en ubicarse en una galería. Hoy, después de más de medio siglo, sigue siendo aquella gran joyería por la que tantos tucumanos pasaron. “Mi abuelo, David Maizel, comenzó vendiendo en la calle, como vendedor ambulante. Al tiempo, cuando se creó la galería de Muñecas al 100, la primera de Tucumán, le ofrecieron un local; al comienzo fue sin costo ya que nadie quería instalarse. Él acepto y ahí comenzó la historia del local que nació hace más de 60 años y que aún continúa en la misma galería” relata David Iajya, nieto del fundador del primer local de Romay. Además del mismo nombre que su abuelo, comparte la misma pasión por lo que hace, un sello familiar.

De una generación a otra

Después de creado el local y tras un gran inicio, fue su padre el que continuó a cargo de la joyería. El nombre Romay se iba consolidando como un lugar de referencia para comprar alhajas. Su cálida atención y su acertado asesoramiento (brindando por sus dueños) fueron forjando un prestigio sostenido hasta la actualidad.

David relata cómo se crió entre joyas: su infancia y adolescencia pasaron por el local familiar. Ayudar para fechas especiales como Navidad y las vacaciones hicieron que su pasión por el negocio comience a aflorar.

EXCELENTE RELACIÓN. Mónica y Víctor Iajya destacan la solidaridad familiar y entre los joyeros. EXCELENTE RELACIÓN. Mónica y Víctor Iajya destacan la solidaridad familiar y entre los joyeros.

Cuando salió del secundario decidió estudiar para ser contador, profesión de la cual se recibió; años más tarde, en 2001 la joyería de la galería Muñecas lo tuvo atrás del mostrador, de donde no se despegó y continúa con las mismas ganas que tenía en su juventud.

La firma pasó de padre a hijo y luego a nieto. Los clientes también pasaron de generación en generación. “Hay algunos que supo atender mi abuelo y que siguen viniendo y se acuerdan de él. También hay parejas a las que les vendí alianzas; después aritos abridores para sus hijos recién nacidos; con el tiempo crecieron y a esos hijos les vendimos regalitos para los 15 años; y esas mismas adolescentes que hoy ya son más grandes, vienen por sus alianzas de compromiso. Ver el paso del tiempo y de la gente reflejado en presentes tan lindos es algo mágico” cuenta.

Lo que más disfruta es vender relojes, de eso dan fe Ivana y Belén, dos empleadas de años. “Nadie vende relojes como David, es lo que más le gusta”, afirman quienes comparten todos los días con él y ya son parte de la gran familia.

Hermanos y joyeros

Si bien David se quedó con el local Romay original, sus hermanos Víctor y Mónica Iajya manejan desde hace más de 16 años la otra Joyería Romay. Cuando la familia Iajya llegó a tener más de un espacio, decidieron repartirlo entre los hermanos, pero a pocos metros uno del otro.

La relación entre los tres es buenísima, según la catalogan ellos. “Siempre estamos en contacto y en lo que podemos nos ayudamos, no solo nosotros: hay una gran solidaridad con otras joyerías también”, cuenta Mónica, que al igual que David tomó un camino diferente al terminar el colegio; se recibió de farmacéutica, pero nunca pudo separase de la joyería familiar.

Mónica comparte el día a día con Víctor, y entre ambos se encargan del Romay de la galería Del Centro, que tiene ingreso por Mendoza 648. Cada cliente tiene su preferido: “algunos vienen y quieren que los atienda Víctor; y otros, únicamente yo o algún empleado. El comercio de las joyerías es así, depende con quién el cliente haya depositado su confianza” concluye Mónica.

Las joyerías parecen haber encontrado su lugar en las galerías. Allí, donde el paso de la gente es continuo, son un remanso en el que los clientes se toman su tiempo y escuchan a quienes los atienden, disfrutan compartir y ser bien asesorados. “Atendido por sus propios dueños” parece ser mucho más que un slogan para la gente de Romay.

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