El padre Oscar, el exorcista de Alderetes

El padre Oscar, el exorcista de Alderetes

Los vecinos recordaron el paso del sacerdote por esa ciudad.

GESTIÓN. El padre Oscar Juárez fue apoderado legal del colegio San Vicente de Paul, de Alderetes. GESTIÓN. El padre Oscar Juárez fue apoderado legal del colegio San Vicente de Paul, de Alderetes. LA GACETA / FOTO DE INÉS QUINTEROS ORIO
25 Julio 2020

La ciudad de Alderetes fue un hogar adoptivo para el padre Oscar Juárez. Allí se desempeñó por 19 años y se ganó el cariño de muchos que lo siguieron cuando fue trasladado a otro templos de la capital; personas que lo acompañaron hasta en su velorio, porque el cura era recordado en esa ciudad por su generosidad y por ser un cura exorcista, una actividad que la Iglesia Católica reserva para sus sacerdotes más preparados.

Alfredo Godoy, vicario parroquial del templo Sagrada Familia advirtió que desde que llegó a esa iglesia no había escuchado que los feligreses comentaran algo así. “Sé que integró el Tribunal Eclesiástico, lo conozco por su actividad de párroco, por su docencia en los seminarios y por las tareas pastorales que realizaba”, describió.

Los vecinos del templo, sin embargo, recuerdan que se hablaba sobre su virtud para combatir a los malos espíritus. “Se cuenta que sí, que era un hombre capaz de hacer exorcismos”, sintetizó Estefanía Bustos, quien confiesa que conoció al cura desde muy pequeña. “Habré tenido 10 años cuando se fue de Alderetes. Fue una persona muy buena que ayudaba mucho a los más pobres, a algunos los ayudó a conseguir trabajo incluso. Recuerdo que era un hombre bromista”, agregó.

Mirta Suárez, por su parte trabajó muchos años junto al sacerdote cuando él conducía el colegio parroquial San Vicente de Paul. “Se dice que hacía exorcismos, yo creo que sí. De hecho hubo un tiempo en el que estaba muy enfermo, se dice que para esa tarea hay que estar en un gran estado de gracia porque sino el espíritu (maligno) te hace enfermar”, recordó.

Otras personas que conocieron al religioso por pasó por Alderetes, fueron Antonio Tolosa y su esposa Ana María Varvaro. La mujer tuvo otra visión sobre el tema. “Era un hombre muy sabio, te aconsejaba tan bien en los malos momentos y en las enfermedades, que había gente que decía que las había exorcizado, pero lo entiendo como un decir y no como la acción propia (de un exorcismo). Sé que ayudó a personas que querían quitarse la vida, les dio esperanza, las salvó porque era un sacerdote que tenía la palabra justa para el momento indicado”, contó.

Muchos recuerdan al párroco por las cosas que hizo por la institución educativa, en la cual se desempeñó como apoderado legal. “Ayudó muchísimo en este colegio, cuando él llegó se preocupó por regularizar los sueldos del personal, cobrábamos $ 10 al mes en esa época (2005). Fue una persona muy activa por las necesidades de la gente”, destacó Suárez.

Varvaro mencionó que trabajaron con él en la unión de padres de la institución: “hacíamos locro y empanadas para terminar el colegio. Organizaba los retiros de fin de años, todo para que el colegio creciera”. También reconoció que el establecimiento se mantenía con las actividades que él impulsaba. “Después de dos años llegó una subvención del Estado. Cuando Juárez estuvo a cargo del colegio becó a muchos chicos que no podían pagar: ‘no te preocupes, lo importante es que vos estudies’, les decía. Por supuesto que hubo algunos que se abusaban de esa generosidad”, explicó.

En ese contexto, las dos mujeres no pudieron evitar referirse al tema de los U$S 60.000 que el sacerdote les habría dejado a sus hermanos. “Él vivía pobre acá, nunca manejó mucho dinero, sí tenía su consejo de administración en el colegio pero no hablamos de cifras importantes. De la plata no sé que decir. Aquí fue alguien muy austero”, consideró Varvaro.

Por otro lado, Suárez analizó que sí podría tratarse de sus ahorros: “pienso que él pudo tener ese dinero porque era un hombre que no gastaba, nosotros le llevábamos el mate cocido, era una persona muy desprendida a lo material, que entregaba hasta la colcha de la cama en los días de frío”.

“Él me casó hace 35 años, estuvo en los bautismos comuniones y confirmaciones de mis sobrinos, tuvo toda una vida en esta ciudad. Para mí es muy importante que se haga justicia, veo el álbum de fotos y lloro, siento que tuvo una muerte dolorosísima como la de nuestro Señor. Por todo lo que ha hecho y por tanto que ha sufrido, creo que el padre puede llegar a ser un santo”, manifestó Suárez, una agradecida con el religioso que no dudó en que algún día pueda ser canonizado.

PARROQUIA. Juárez estuvo 19 años como párroco del templo Sagrada Familia, de Alderetes. PARROQUIA. Juárez estuvo 19 años como párroco del templo Sagrada Familia, de Alderetes. LA GACETA / FOTO DE INÉS QUINTEROS ORIO

Varvaro también mostró su angustia y su deseo de que se haga justicia pronto por la muerte del sacerdote, quién el miércoles 15 fue asesinado de 15 puñaladas. “Ayudó mucho en la zona de la parroquia Santísima Trinidad (Banda del Río Salí), acompañaba a familias con chicos especiales en los comedores”, agregó.


¿Una maldición?

Cuentan que el sacerdote Jucundo Guevara antes de morir en 1924 había anunciado que ningún padre terminaría bien después de pasar por esa iglesia. El mito se comenta entre algunos vecinos pero nadie reconoció creer verdaderamente en esos “dichos del pueblo”.

“Eso es mentira. Tuvimos a grandes sacerdotes como el padre Santiago Villena, somos un pueblo bendecido por los religiosos que tuvimos, sin embargo algunas personas quieren hacerlo ver como un pueblo que está maldito, o que no los tratamos bien a los curas. Todo es mentira, basta con ver cómo se quería al padre Juárez. Incluso, el padre Guevara murió de enfermedad, pero la gente a veces inventa mitos y otros se lo creen”, refutó Varvaro.

“Escuché sobre eso, pero no le veo ningún fundamento a algo así”, cerró Augusto López. (Producción periodística: Santiago Re)


Pirotecnia

Cohetes y bombas de estruendo

Muchos en Alderetes recuerdan que el padre Juárez era aficionado a la pirotecnia. “Para las fiestas sí, no sólo Navidad y Año Nuevo, sino también para los festejos del colegio”, dijo Augusto López. “Él era un bromista, había gente a la que le molestaba que tirara bombas y cohetes, pero no era más que algo que hacía para reírse con los más chicos”, contó Mirta Suárez. Patricia Morhill coincidió: “Era un bromista, nos corría después de misa tirando bombas”.

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