Virtualidades judiciales

Este semana cumple un mes la reapertura de los Tribunales provinciales luego del asueto vigente entre el 17 de marzo y el 26 de mayo que acotó la actividad a las cuestiones urgentes. Ha sido un período bravo de adaptaciones y reclamos, que aún no termina, como lo demuestran los petitorios presentados el viernes -en forma separada- por el Colegio de Abogados de la Capital, y las agrupaciones denominadas “Manifiesto Letrado” y “Abogados Litigantes Autoconvocados”. Estas notas difieren en el estilo, las pretensiones y hasta en los destinatarios, pero coinciden en la necesidad de que coexistan el papel y el soporte digital hasta que el foro y el software ofrezcan condiciones adecuadas para pegar el salto tecnológico total. A esa transición le llaman “sistema mixto”: curiosamente, la Corte Suprema considera que es la modalidad que está implementando y de hecho usó aquellas palabras en la Acordada 403/20 en la que anunció su continuidad hasta el 5 de julio. La hibridez, como todo en la vida, depende de dónde se la mire. Para algunos la mixtura radica en obtener un turno de consulta del expediente en el mostrador y realizar el resto de los actos mediante la plataforma electrónica mientras que para otros, como el camarista civil díscolo Benjamín Moisá, la informatización sólo vale para lo nuevo puesto que el proceso que empezó con el formato de papel no puede, sobre la marcha, mutar en actuaciones digitales.

Por efecto de la cuarentena, una modernización incuestionable, que está pendiente desde hace una década -la ley provincial que autoriza a usar el expediente digital data de 2010-, entró en vigor de rompe y raja. La dirigencia de los abogados se vio “sorprendida”: después de bregar durante el asueto por la reanudación de los plazos procesales, se encontró con un Poder Judicial sin pasillos, cuyos accesos no ofrecen la certeza sensorial -y jurídica, según los críticos del sistema SAE- de antaño.

Al parecer, no hubo tiempo para la autocrítica. La digitalización percibida como un “cambio de la noche a la mañana” habla de la crisis de la abogacía y de la falta de visión de sus líderes, quienes no prepararon un escenario para amortiguar el shock. Es tan cierto que los desaguisados institucionales que caracterizan a “Trucumán” -en particular, el déficit de independencia judicial- consumen las energías como que en los últimos años se impuso una estrategia errática y poco efectiva para atender los frentes de batalla. El Colegio de Abogados de la Capital perdió fuerza y capacidad innovadora, y sus reacciones lucen sistemáticamente tardías. Lo demuestra no sólo el hecho de que en febrero, antes de la pandemia, solicitó la postergación de la digitalización, sino también que condenó la actuación policial en el crimen de Luis Espinoza casi un mes después de los hechos y que guardó silencio ante la constatación periodística de que el juez Juan Francisco Pisa había mantenido guardada durante tres años una sentencia de sobreseimiento del gobernador Juan Manzur por el delito de enriquecimiento ilícito.

Aún con la proclividad a actuar a destiempo, la gestión del presidente Marcelo Billone y del vicepresidente Carlos Casal ha logrado algunas conquistas. La más reciente casi pasó inadvertida: la Corte dispuso la concurrencia a los despachos a partir de hoy de los magistrados no comprendidos en los grupos expuestos al riesgo de la covid-19. El Colegio reclamaba esta presencialidad desde mayo. Ese paso consolida al Poder Judicial local como uno de los que más ha avanzado en la recuperación del funcionamiento pleno entre las justicias provinciales. Claro que las curvas de contagio ayudan y que mal de muchos… También es verdad que todo avance sabe a poco en función de la mora preexistente. Pero ese estado crónico de prolongación de los juicios obedece a una patología más estructural y compleja, que es la escasez de jueces en unos Tribunales que se han dedicado a incorporar empleados y funcionarios con sueldazos, otra disfuncionalidad naturalizada por la dirigencia y la judicatura.

La presencia de los magistrados puede ser el punto de partida para repensar el esquema actual de audiencias orales virtuales, que exhibe vulnerabilidades ostensibles, como advirtió el Colegio en la última presentación que remitió a la Corte. Estas debilidades suponen riesgos graves en el fuero penal por la esencia de los bienes en juego (la libertad y el honor). Si bien era justificable -hasta cierto punto- que en la fase más estricta del aislamiento valiera cualquier tipo de videollamada para sustanciar cuestiones que no admitieran dilación (por ejemplo, el control de las detenciones), mantener este régimen precario entraña riesgos inmensos, en especial para la credibilidad golpeada del Poder Judicial. Esos peligros asomaron en la audiencia por Zoom celebrada como consecuencia del pedido del empresario imputado Otto Fernando Barenbreuker (h). El acto comenzó mal y no se compuso: uno de los querellantes creyó que debían invitarlo a entrar a la sala digital y se incorporó tarde; la jueza Stella Maris Arce interrumpió infinitas veces las exposiciones porque no las oía, y, en un momento crítico, otra de las partes alegó defectos técnicos y la discusión quedó desactivada. En ese desorden, Arce postergó definiciones urgentes sobre las solicitudes de cese de la medida cautelar de no innovar que beneficiaría a fiduciantes de un predio usurpado en el centro de la capital y de prisión preventiva del acusado.

La experiencia “Barenbreuker” desnudó la labilidad de esta Justicia -supuestamente- 3.0. Para empezar, el mecanismo incrementa las posibilidades de interferir en la decisión del juez y de manipular la oralidad puesto que los intervinientes disponen de márgenes mayores para ponerse de acuerdo sobre la marcha y “aparatear” la audiencia. Basta con apagar el módem y alegar “problemas de conectividad” para neutralizar situaciones incómodas, ni qué decir del hecho de que la ausencia de nitidez de la imagen impide controlar los entornos: son fragilidades que hasta un niño podría detectar y que convierten a la tramitación remota de conflictos en un campo feraz para el chicaneo.

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