El Ojo Crítico: “Siente el ritmo”

Mejor rechazar la invitación a este baile.

POCAS EMOCIONES Y FINAL CANTADO. Como comedia adolescente, “Siente el ritmo” se desinfla.  POCAS EMOCIONES Y FINAL CANTADO. Como comedia adolescente, “Siente el ritmo” se desinfla.
Nicolás Iriarte
Por Nicolás Iriarte 22 Junio 2020

MALA

PELÍCULA / POR NETFLIX

En tiempos en los que -gracias a Internet- ver una película parece la actividad más fácil y accesible, es increíble lo difícil que resulta afrontar “Siente el ritmo”, la comedia para adolescentes que estrenó Netflix el último viernes. La película dirigida por Elissa Down no tiene problemas de conexión a la red, sino otros mucho peores. Se trata de una mochila de 109 minutos con la que hay que cargar si queremos llegar al bendito final, que seguramente es el que nos imaginamos, pues la sorpresa no será su fuerte.

Aún entendiendo que el público al que apunta son adolescentes, no hay motivos para entregar una historia tan poco veraz, tan falsa por momentos.

April nació, se crió y se formó en un pequeño pueblo de Wisconsin pero ahora vive en Nueva York e intenta triunfar como bailarina en Broadway. Hasta ahí, nada extraño. El problema llega justamente con los “problemas” de la protagonista, interpretada por Sofia Carson (“Descendientes”) y las hipotéticas soluciones. ¿Qué sigue? Aviso de desalojo, rechazo en audición importante de baile y vuelta al pueblo a los brazos de papá para un baño de humildad. Allí, se reencuentra con su profesora de baile y con su primera escuela. La oportunidad de dirigir a pequeñas que le recuerdan su versión niña surge de inmediato. Mucho más si aparece un concurso de baile que le permitirá acercarse a los cazatalentos que la rechazaron previamente.

“Siente el ritmo” va generando una extraña mezcla. Por un lado, la triste sensación de que ya sabemos cómo se va a resolver todo antes de la media hora de película; y por otro, el descreimiento absoluto de como mágicamente se van resolviendo las cosas. Sin importar lo forzado, poco verosímil o ridículo que se pueda apreciar.

El concurso de baile, una especie de sucursal de la trama de “Glee”, cuenta con todos los lugares comunes de ese tipo de escenarios: comienzo difícil, clasificación milagrosa, egoísmo en la líder al principio, reflexión grupal y revelación en April, fortalecimiento del equipo en las rondas siguientes y el problema previo a la final. Acá no hay spoiler que valga: todos -adolescentes o adultos- saben cómo terminará.

Las actuaciones tampoco ayudan. Lejos de generar empatía, el personaje de April se aleja del espectador. Incluso, por ciertos comentarios cualquiera diría que es la villana. La cuestión es que la “heroína” de la película no es alguien querible. Algo tan insólito como la trama y su resolución.

El final es tirado de los pelos, como varias de las situaciones previas, que lucen forzadas. Por ejemplo: parece que era imprescindible alguna escena de tensión. Pues bien, sucederá entre April y una de las pequeñas bailarinas. Tenía que haber un romance: aparecerá un viejo ex novio del colegio. Tenía que haber un final que hiciera sentir superada a la protagonista: ahí fueron los guionistas con una proposición laboral poco creíble.

Lo bueno es que a esa altura la película ya se terminaba. Dejábamos de sentir el ritmo y el cansancio de haber cargado una mochila pesada.

Tamaño texto
Comentarios
Comentarios