Recostándose en la gestión y madrugando al resto

Recostándose en la gestión y madrugando al resto

Al inicio de la cuarentena una pregunta fluía natural; carecía de la carga emocional y desesperante que tiene hoy: ¿cuándo se saldrá? La respuesta fue indefinida entonces y sigue siendo una incógnita en cuanto a precisión. Sólo se intuye el cómo: angustiados, cansados y la gran mayoría más pobre que antes del 20 de marzo; pero con una sociedad igual o tal vez más agrietada que antes de la pandemia. La grieta sobrevivió al margen de los primeros aplausos a los médicos o de los gestos de solidaridad que parecían acercar a propios y a extraños para enfrentar al virus mortal. En un sector de la ciudadanía, ese estado forma parte de su naturaleza; y para una proporción de la clase dirigente -la más radicalizada-, fomentar las diferencias es una estrategia destinada a contener a los que jamás admitirán al “otro” como un adversario a superar con mejores propuestas, sino como un enemigo a maltratar.

Lo bueno que se hizo desde el poder en materia sanitaria ahondó la crisis y derivó en dramas sociales y económicos: más indigentes, más pobres, más comedores comunitarios, más cesantías y suspensiones, menos negocios, más quebrantos, más emisión monetaria, menos recaudación, más dificultades para el pago de sueldos; un combo explosivo a enfrentar por el Gobierno nacional, junto con los provinciales y municipales, en el segundo semestre del año. Poco o mucho tiempo antes de los comicios intermedios, en los cuales influirá el humor social para ponderar lo que hayan hecho y para analizar los resultados obtenidos en relación con el coronavirus y sus efectos colaterales, u otras acciones gubernamentales complementarias. La dirigencia no se desentiende de lo electoral: ni la oficialista ni la opositora. Desde la gestión o desde la crítica, aprovechan hasta la covid-19 como excusa para tratar de sacar réditos políticos. No vale sorprenderse: todo vale. Están obligados a alistarse para esa contienda, aún en medio de esta crisis económico-social y de salud. Para algunos no habrá 2023 si no sortean con éxito el 2021.

Por eso cuando entre el coronavirus, Vicentin, el espionaje macrista, el cierre de Latam o la renegociación de la deuda se desliza que se baraja la posibilidad de suspender las primarias abiertas, es porque desde el peronismo gobernante ya se está pensando en dispersar el voto opositor en octubre del año venidero. Recuérdese, y vaya como dato: en las dos últimas PASO, el PJ tucumano ganó 3 a 1 (2017) y 4 a 1 (2019) en diputados; pero después, en la general, el reparto de bancas terminó 2 a 2 y 3 a 2. ¡Cómo no querer eliminar las primarias! Además, el justicialismo anticipa: jugará unido pese a las tensiones internas. Avisa la estrategia. A la oposición, como espejo, le queda repetir el esquema: mantenerse junta y tratar de fracturar al oficialismo. En ambos lados hay costillas para golpear, a quiénes tentar.

El oficialismo sólo se puede fortalecer desde la gestión para seducir al electorado, aún en medio del desafío mayúsculo que significa la aparición en la crisis de un virus que puso al país al borde del 2001. ¿Ello implica efectuar cambios en el Gabinete para encarar el tiempo electoral por venir, por ejemplo? La pregunta vale para Alberto Fernández tanto como para Juan Manzur... o para Germán Alfaro. Al Presidente, desde su propia coalición, lo acusan de “tibio” como para que cambie, o se altere. Presionan los K. En el caso del gobernador, como advierte un observador -y hasta sus amigos-, para qué cambiar si así le va bien. El tucumano puede estar convencido de tal afirmación, que supone la comodidad de no arriesgar nada. Por ende, implica no tocar a ningún colaborador.

Ya antes de la implementación de la cuarentena se ubicaba al ministro de Seguridad transitando la cuerda floja. Justamente, a raíz de la pandemia, el mandatario pergeñó y concretó el Comité Operativo de Emergencia a través del decreto 665 del 31 de marzo. Designó secretario a Claudio Maley, abriéndole la puerta a un protagonismo clave a través de la coordinación de la vigilancia epidemiológica. Una manera de ratificar su confianza en el gendarme (r), a quien incorporó a su gestión precisamente un mes de junio de 2016; casi se podría decir que es su invento, por lo que su fracaso sería el propio. No puede permitirlo: lleva su sello. Debe respaldarlo y confirmarlo aún cuando la Seguridad está en el ojo de la tormenta en todo el país. Una encuesta reciente de la consultora política local Meraki indicó que en la consideración del 53,3% de los tucumanos el principal problema de la provincia es la inseguridad. Lejos, con el 13,6% y con el 6,68% aparecen el desempleo y la salud. O sea, el Gobierno sabe sobre qué debe actuar: el cómo y el con quién no parecen preocuparlo.

En el medio de la pandemia, el asesinato del obrero rural Luis Espinoza a manos de policías repuso al funcionario en el centro de la atención, pero la implosión no lo alcanzó, no fue un fusible. Los cambios sancionatorios sólo llegaron hasta las segundas líneas de la fuerza policial, pese a la repercusión nacional por lo grave del crimen. Se dice que hubo rostros adustos en el poder central y que si no hubo regaños o cuestionamientos públicos fue por la buena relación de Manzur con el Gobierno nacional. Es un amigo. La oposición reaccionó como debía ante las circunstancias: exigió la renuncia del ministro, con lo que paradójicamente validó su continuidad en el cargo, pues ningún Gobierno cede la cabeza de un funcionario al adversario, por más razones fundadas que tenga la demanda. Lo blindó. El manual salvó a Maley, un funcionario de gabinete con portación de bendición manzurista.

Por ese detalle el gobernador no puede hacer semejante concesión; y pensar en algún sucesor implicaría apostar a alguien que debería ser mejor que el actual ministro. Y no tendría tal candidato, uno que surja de su imaginación, cercanía y confianza, y que pueda contarlo como propio, como a Maley; no propuesto desde alguno de los espacios de poder que apuntan a manejar esa cartera. Porque hay interesados en hacerse cargo de la brasa caliente que es la Seguridad. En las charlas telefónicas vía WhatsApp -no café de por medio por razones de seguridad sanitaria, por ahora-, desde las usinas políticas se desliza que hay propiciadores en la Justicia -provincial y Federal-, en la Legislatura -jaldismo- y hasta en el llamado entorno del gobernador. Si favorece a uno, disgustará al resto; la prudencia le aconseja mantener a Maley si no tiene la carta propia, y mejorada.

Si el ministro no fue desplazado por el asesinato de Espinoza, no cabe aguardar cambios en el Gabinete para encarar el próximo período electoral; si hasta ahora le fue bien, como dijo aquel observador. Juan no da volantazos, apuntó un próximo a Manzur para remarcar que no es proclive a reacciones intempestivas, o que no deben esperar grandes modificaciones en su manera de conducir. Sí caben enmarcar, entre los preparativos para lo que se viene, los constantes viajes a Buenos Aires: los mismos que le reprocha la oposición al sugerirle que se quede en casa. Porque a riesgo de no dar el ejemplo y de poder de contraer la enfermedad y traerla desde el epicentro de los contagios, lo que gestione y consiga será un plus político de cara a los comicios. Debe ser el gobernador que más viajes y reuniones ha mantenido con funcionarios nacionales; y afirma, empecinado, que lo seguirá haciendo. Está primeriando a todos los gobernadores, si es el único que va, según una voz partidaria que festeja y justifica los pasos del presidente del PJ.

La intención es clara: la ayuda económica que logre le permitirá atender las urgencias salariales y los problemas de caja, pero las inversiones en obras públicas pueden servirle para mostrar gestión, lo único que un Gobierno puede ofrecer a la sociedad para obtener beneficios en las urnas. Y lleva y trae colaboradores e intendentes en sus viajes. Una lectura rápida diría que se trata de maniobras destinadas a asegurar lealtades para una eventual contienda interna, pero hilando fino vale interpretar que está aceitando el aparato territorial del peronismo de cara al desafío electoral que se le viene. Para la próxima elección necesita a toda la dirigencia con manejo de territorio, como a algunos legisladores y jefes municipales que son fuertes en sus zonas de influencia. A esos políticos sólo los puede encontrar fuera del gabinete, con excepción de la ministra de Gobierno. Es la fortaleza a no descuidar, máxime cuando el interior le viene garantizando el triunfo al peronismo en los comicios. Ni siquiera Jaldo puede quedar fuera de esa ecuación de sociedades y alianzas objetivas, porque el vicegobernador es quien potencia la unidad del peronismo para encarar una elección, incluso hasta para acordar una eventual reforma constitucional, cualquiera sea su intención final.

Si de fortalecerse se trata a través de la gestión y de la territorialidad política de los intendentes propios, también se contempla la acción inversa con los ajenos: debilitarlos. Por lo menos, a Alfaro pretenden arrebatarle la bandera del reclamo por los derrames cloacales y las aguas servidas en la ciudad, sobre las que el capitalino hizo campaña cuestionando y acusando a la Provincia. En el Ejecutivo creen que será posible a través de millonarias inversiones para la SAT y para el Ente de Infraestructura Comunitaria que Manzur obtenga producto de sus viajes a la infectada Capital Federal.

Alfaro, por su lado, también amenaza pararse igual para los tiempos por venir: apostando a la gestión. Lo avisó hace pocos días, cuando reunió a su gabinete por la creación de un Sistema Estadístico Municipal, con el que pretende informatizar la intendencia para determinar las fortalezas y debilidades de la administración municipal. Una forma de eficientizar recursos, máxime cuando en ese encuentro advirtió que se vienen tiempos económicos difíciles y que hay que prepararse para todo. ¿Incluso cambios? No mencionó una palabra al respecto, sólo pidió a sus colaboradores no relajarse porque en el tiempo que se viene la sociedad exigirá respuestas de sus gobernantes. O sea, todos estarán a prueba.

Se vislumbra una disputa política post pandemia apuntando al año electoral buscando recursos y apeando a la imaginación: gestión contra gestión, cada cual con su impronta de conducción política. Para tener en cuenta en ese marco, y casi anecdóticamente, vayan unos datos para cerrar de la consultora Meraki sobre la imagen positiva de tres dirigentes políticos locales: Manzur, 49,17%, Alfaro, 49,16%, Jaldo, 51,42%.

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