Farándula política y viceversa

Farándula política y viceversa

Los famosos no ejercitan la prudencia. Los representantes del pueblo tampoco cumplen con la moderación que ganó en las urnas. En Tucumán, el 25 de Mayo tuvo un mensaje de poder omnímodo. Y ya se largó la carrera por la sucesión.

Fue la semana de la farándula. De adineradas figuras de la vida de todos los argentinos, que son capaces de ordenar el humor y hasta el destino. Susana Giménez y Dady Brieva. No fueron Jorge Luis Borges ni Julio Cortázar. No son las ideas del grupo de Florida y de Boedo, en los que llegaron a dividirse el mismo Borges u Oliverio Girondo, para marcar la pelea entre las ideas más conservadoras y las del proletariado en nuestro país. Se tiraban con letras, se apuñalaban con poesías y hasta pegaban disparos al corazón con cuentos desvelados, pero certeros. Susana y Dady generan empatía, son del pueblo, pertenecen a la gente, pero se agreden y se defienden con el extranjero, con el otro, y se sienten incómodos en esta Patria, antágonica, agrietada, amnésica y con síntomas de ignorancia profunda. Pero nuestra. Una Argentina creada por todos. Por los millenials, por los centenialls que crecen, por los baby boomers que peinan canas, por los de la generación X que tienen las riendas del poder y por la generación Y que quedó hecha sánguche por la llegada de internet.

Susana se fue a Uruguay donde los impuestos no aprietan, donde el agua salada del mar impide que las inversiones sean sosas y donde el liberalismo (aún después de la austeridad inimitable del Pepe Mujica) tiene sólidos cimientos.

Dady no se fue, sueña con ser la República Bolivariana y sin humor, sino con insolencia, apura al Presidente de la Nación para que la Argentina sea Venezuela. Y la Argentina no va a poder ser Venezuela, simplemente, porque su historia, su origen y su construcción están muy lejos de aquel país.

Los argentinos, una vez más, eligieron una coalición (el macrismo también lo fue) para que los gobierne. Y, por eso, el Presidente (lo mismo que Mauricio Macri) es zamarreado para que esté (y dé mensajes) para un sector y no para el otro. El cristinismo lo sacude repetidas veces, el sector más moderado del peronismo se queda quieto y entonces aparecen otros sectores de la sociedad tratando de moverlo de lugar. El ex funcionario kirchnerista Gabriel Mariotto también salió esta semana a desestabilizar: “Si Alberto no hubiera sido moderado no ganábamos, pero ahora hay que terminar con la moderación”, dijo. Así como Brieva dejó entrever su costado antidemocrático, Mariotto también desnudó el mensaje que dieron las urnas cuando se eligió a Fernández. Si los argentinos votaron la moderación, entonces deberían devolverles desde el poder esa moderación que el propio kirchnerista reconoce que se votó.

La prudencia, parece, se quedó en casa a raíz de la pandemia. Un ejemplo fue lo que vivió el ex ministro de Justicia de Jair Bolsonaro, el brasileño Sergio Moro. El ex juez se destacó por su investigación sobre la corrupción y después fue una caricatura al apoyar al impresentable presidente brasileño. Su renuncia no alcanza para disimular muertes y una gestión lamentable. Sin embargo, ningún ser humano debiera sufrir que lo callen como ocurrió en la Facultad de Derecho de la UBA.

Despertar opositor

El poder político en la Argentina está prácticamente dividido en dos. La oposición se enojó en los últimos días. Pero no se trata de una oposición compuesta por el PRO, el radicalismo o Cambiemos. Se trata de una oposición con voces del mundo empresario y del pensamiento. Se expresó fuertemente al hablar de “infectadura”. La sugerencia del término dictadura debiera también bañarse en la prudencia. La Argentina votó y necesita la moderación.

En realidad, advierten sobre los riesgos que abriga la excesiva delegación de facultades en los poderes ejecutivos, no sólo de la Nación sino también de las provincias. Si bien equivocaron la definición, dieron en el blanco. Esto es el resultado de una oposición política absolutamente mareada. Con un Macri mareado, una María Eugenia Vidal aún shockeada, un radicalismo ensimismado que sigue preguntándose porqué no le dieron la razón a su análisis, y una Patricia Bullrich timoneando en la tormenta, en la vereda del frente del oficialismo están perdidos. Y sin discurso.

Al mismo tiempo, Fernández no es ingenuo y trata de sacarle todo el jugo posible a la cuarentena y a su perfil de Presidente de la Nación preocupado por los argentinos y por su salud. Él es el principal comunicador y es quien dialoga con los ciudadanos. A su lado, se desdibujan los ministros y centralmente Santiago Cafiero, el jefe de Gabinete que más parece un secretario privado que un súper ministro. Fernández no deja que crezcan a su lado, tal vez porque tiene un gran conocimiento de esta causa. Él, tan luego, fue jefe de Gabinete y ya llegó a Presidente.

La coalición gobernante tiene, además, fisuras. Sobran contradicciones entre Cristina y Alberto. La primera y la más clara es que si al mandatario le va bien tendrá crédito para cuatro años más de gestión y el cristinismo se diluirá o tendrá que quedarse con la ilusión remota de volver en 2027. Sólo entonces podrían hacer realidad sus sueños los chicos de Cristina: Axel Kiciloff y Máximo Kirchner. Y si a Alberto le fuera mal, será otra coalición (los partidos ya no existen o necesitan de un respirador para sobrevivir) la que gobernará.

Redonda libertad

Mi amor, la libertad es fiebre / Es oración, fastidio y buena suerte / Que está invitando a zozobrar / Otra vulgaridad social igual / Siempre igual, todo igual, todo lo mismo... / Mi amor, la libertad no es fantástica / No es tormenta mental que da el prestigio loco / Es mar gruesa y oscuridad / Y el chasquido que quiere proteger / Ese grito que no es todo el grito, nena.

En Tucumán las discusiones se diluyen o viajan a Buenos Aires. Son los (malos) ejemplos los que dan que hablar. Es que muchos afectan la libertad, esa a la que cantan los Redonditos de Ricota en los versos del principio de este subtítulo.

Alberto Fernández no sabía qué hacer. Se venía el 25 de Mayo y no tenía claro cómo resolver su festejo. Llamó a los miembros de su Gabinete y luego de conversar, participó del Tedeum virtualmente. Su amigo, Juan Manzur, sí sabía qué hacer. Por eso no convocó a sus ministros. En realidad, nunca lo hace. No está claro si no lo consulta porque no le hace falta o porque considera que están para otra cosa...

La cuestión es que decidió ir él junto con su esposa, solos, a la Catedral para oír el Tedeum que oficio el arzobispo Carlos Alberto Sánchez. El gobernador dio un mensaje claro: el poder omnímodo del Ejecutivo. No dio lugar ni al Poder Legislativo ni al Poder Judicial. Sobraba distancia social en la Catedral como para que hubieran podido estar las tres cabezas del Estado bajo un mismo techo.

El 25 de Mayo “no fue la gesto de un solo día ni de un solo hombre. Se trató de un impulso de largo aliento, movido por muchas personas a través de una serie de acontecimientos, que culminó en el Cabildo Abierto del 25 de Mayo de 1810”. A juzgar por estas palabras con las que comenzó el arzobispo de la sonrisa, no fue un recibimiento amable para el gobernador de la soledad omnímoda del poder.

Mi amor, la libertad es fanática / Ha visto tanto hermano muerto / Tanto amigo enloquecido / Que ya no puede soportar / La pendejada de que todo es igual / Siempre igual, todo igual, todo lo mismo... / Mi amor, la libertad es fiebre / Es oración, fastidio y buena suerte / Que está invitando a zozobrar / Otra vulgaridad social igual / Siempre igual, todo igual, todo lo mismo.../

“Los redondos” no viven en los barrios privados ni conocían al ministro fiscal Edmundo Jiménez. Sin embargo, se les pararían los pirinchos al ver lo trastocadas que están las cosas en Tucumán. El Ministerio Público Fiscal advirtió que pondría todo el peso de la ley a aquellos que salieran caminar o correr dentro de sus barrios. Pero por las dudas les dieron órdenes a las agencias de seguridad o a los que controlan los barrios para que denuncien a los vecinos. A sólo unas decenas de cuadras, los tucumanos caminan unos al lado de los otros, con o sin barbijo. O la Justicia debe sincerarse para decir que ha tomado la decisión de discriminar y perseguir a un grupo de tucumanos o, en todo caso, debiera explicar por qué han decidido sacarse la venda y, en nombre de la salud, castigar a unos y no a otros. Es comprensible que se adopten estas posturas contradictorias porque el propio gobernador cree que puede participar de reuniones que dan un mal ejemplo en cuarentena. Encuentros que avala y comparte un vocal de la Corte, como el doctor Daniel Leiva. Encuentros en los que los propios legisladores no ven nada de irregular como lo demostraron al archivar una denuncia en contra de aquellos. Una muestra más de cómo el virus acentuó el empoderamiento del Poder Ejecutivo. / Siempre igual, todo igual, todo lo mismo.../, concluyen “los redonditos”.

El karma

Si algún escenario detesta un gobernante es que no habiendo cumplido siquiera la cuarta parte de su mandato, se instale el tema de quién será su sucesor. Ese es hoy el karma de Manzur.

Y si algún error cometió Osvaldo Jaldo fue haber sido quien provocó el indeseado adelantamiento de ese debate, que inevitablemente esmerila a su antiguo compañero de fórmula.

Una creciente planta de aspirantes a sucesores del sillón de Lucas Córdoba empieza a conformarse en torno a Manzur, sin que él emita sonido alguno. El gesto de Alberto Fernández en su visita a Tucumán al hospedarse en la hostería de Tafí Viejo, recientemente reacondicionada por las autoridades de ese municipio, dio pie a que el intendente Javier Noguera fuera el primero de la nómina de los que quieren morderle la yugular a Jaldo, con el favor del mandatario.

¿Tuvo que ver Manzur en el gesto presidencial de elegir ese alojamiento? Y si así fue… ¿era consciente de que ello abriría una precoz carrera dentro de sus filas por erigir a un delfín para enfrentar a Jaldo? Pregunta con respuesta abierta, que a su vez dispara otro interrognte: ¿ha decidido el gobernador que se abra esa discusión?

Porque apenas Noguera dejó trascender en algunos medios nacionales que la visita presidencial lo había consagrado candidato de Manzur para enfrentar a Jaldo, los mentideros políticos se llenaron de nombres: desde el diputado y ex ministro Pablo Yedlin, hasta Mario Leito. Y no faltó quien diga en tono misterioso que hay que seguir los movimientos de Carlos Cisneros, que actuaría apoyado por el poderoso gremio bancario.

Esa danza de nombres licúa a Jaldo, pero también le baja el precio al resto, porque quiere decir que en definitiva todos quieren ser, pero nadie sabe si podrá llegar.

Volviendo al pandémico 2020, quienes se ufanan de ser conocedores de la compleja personalidad del mandatario dicen dos cosas. Una consiste en que es muy difícil que recomponga la sociedad política con su vicegobernador: ha corrido ya demasiada agua bajo el puente. La itra es que, fiel a su hermético estilo, Manzur no revelará su estrategia hasta el final. Sin embargo, está claro que sin re-reelección, él quiere poner el sucesor y tal vez ser el vice de ese nombre.

Quienes así piensan sostienen que es de interés del titular del Poder Ejecutivo que se arme esa pelotera entre los precoces candidatos: cuantos más sean, mayor margen de poder conservará.

Parece una discusión traída de los pelos faltando tres años para el cambio de gobierno, pero no es tan irracional: la pandemia y el aislamiento han producido cierto freno del ritmo político, que seguramente se tornará vertiginoso apenas termine la cuarentena. Y sabido es que todos los que aspiran a la carrera de 2023 asumen que anotarse sólo será posible si compiten victoriosamente en 2021…

Tamaño texto
Comentarios
Comentarios