Pacheco y un gol maradoniano en el Monumental

Pacheco y un gol maradoniano en el Monumental

Aquella genialidad de "Pancho" contra Banfield sigue gritándose en 25 de Mayo y Chile.

LISTO PARA JUGAR. Pacheco, antes de un partido a finales de los ‘80 en Atlético.  LISTO PARA JUGAR. Pacheco, antes de un partido a finales de los ‘80 en Atlético.
20 Mayo 2020

Algunos episodios le permiten a un jugador entrar para siempre en el corazón del hincha. En el caso de Atlético, ese lugar privilegiado lo ocupan estrellas de la talla de Ricardo Julio Villa, Luis Carlos Reartez y Mauro Amato, que escribieron páginas de gloria en 25 de Mayo y Chile desde la década del 70 hasta la del 90. Otro que tranquilamente puede ocupar ese lugar es Francisco Enrique Pacheco, que inmortalizó su nombre no sólo por su capacidad para manejar la pelota en la mitad de la cancha, sino también por haber convertido un gol que aún se mantiene vivo en las retinas de los cientos de miles de simpatizantes “decanos”.

Fue aquella mágica noche del 21 de octubre de 1988 cuando “Pancho”, emulando a Diego Armando Maradona, edificó una jugada inolvidable para convertir un gol de antología en el partido que enfrentaba a Atlético con Banfield, por el Nacional B. Los titulares de los diarios remarcaron la calidad de la jugada con una frase que se convirtió en inolvidable: “La noche que los violines sonaron en el Monumental”. Ese partido terminó 3-1 favorable al “Decano”, que se impuso con tantos de Miguel Jerez, Carlos Miguel Scimé y Pacheco.

Hoy, a poco de haber cumplido los 55 años, radicado en Buenos Aires desde hace más de 21 y trabajando en el Correo Argentino, “Pancho” aceptó la invitación de LG Deportiva para recorrer su carrera. Esa que empezó a los 16 años en Concepción FC y que finalizó en 1998 en San Martín de Burzaco.

- Esa jugada terminó siendo recordada por todos...

- Sí… eso me lo hacen saber cada vez que voy a Tucumán y me cruzo con un hincha de Atlético. Me llena de orgullo, y sobre todo a mi familia, que no pudo vivir la mayor parte de mi carrera. Sin dudas fue el mejor gol que hice por todo: fue ante un estadio repleto y sirvió para empezar a ganar un partido “chivo”. Nunca voy a terminar de devolver todo lo que me dio el club, no sólo en lo futbolístico; también estuvo el cariño que me brindaron durante los seis años que pasé en él.

- ¿Qué recordás de ese gol?

- Todo… recuerdo que la jugada nació en un saque de arco de Rubén Ferrari, que era el arquero de Banfield. En la zona del círculo central Miguel Jerez intercepta la pelota y con el pecho me habilita sobre la izquierda. Ya con pelota dominada me meto en el campo rival, dejando a cinco jugadores en el camino. Entonces llego a enfrentarlo a Ferrari , y cuando me sale, lo gambeteo y lo dejo sentado en el piso. Quedo solo frente al arco y, tocando la pelota con la zurda, marqué el gol. Me volví loco al escuchar el griterío del estadio, pero lo que más me sorprendió fue el eco que tuvo ese tanto en la prensa. Fue sin dudas un momento mágico.

- ¿Cómo comenzó tu carrera en el fútbol?

- A los 16 años debuté en la Primera de Concepción FC, que en ese tiempo tenía un equipazo que se fue consolidando con el tiempo para explotar en el 86 cuando jugó la Pre-Libertadores contra Vélez. Había jugadores como Carlos “Buly” Suárez, Adrián Centeno, José Rafael Tártalo, César Pacheco, Juan Carlos Daza y Pedro Olalla, entre otros.

- ¿Cuándo te incorporás a Atlético?

- Fue de casualidad. En 1988 me fui a probar en Estudiantes de La Plata. A la semana, me encuentro con Marcelo Rubino (ahora técnico) que también se estaba probando. Luego de una práctica me dijo que antes de venir de San Miguel de Tucumán, su padre (cercano a la directiva de Atlético) le había comentado que el club tenía interés de sumarme al plantel. En ese momento no dudé un instante: armé el bolso y viajé desde Concepción. Se estaba cumpliendo el sueño de jugar en Atlético. Allí estuve hasta principios de 1994, cuando me sumo a Los Andes; luego en las temporadas 96 y 97 juego en Bolivia y en 1998 regreso a Buenos Aires para retirarme en San Martín de Burzaco. Después, definitivamente me mudé hacia ese lugar. Creo que era un buen final.

- ¿Por qué te radicaste en Buenos Aires?

- La “culpable” es María Rosa, una chica de Lomas de Zamora que desde 1995 es mi esposa y que me dio tres hijos: Amalia (24). Agustina (20) y Francisco (17). Además, cuando volví al país, rápidamente ingresé a trabajar en el Correo. Pero eso no me impide volver todos los años a Tucumán, para reencontrarme con mis afectos y con todos los que conozco.

- ¿Cómo seguís el presente de Atlético?

- Con un inmenso orgullo por el crecimiento que vi que tuvo en la última década, no sólo en lo deportivo, sino a nivel institucional. Desde hace mucho tiempo dejó de ser un equipo de Segunda división, ya adquirió la chapa de club de Primera. El fútbol tucumano merecía desde hace mucho ocupar ese lugar de privilegio. Estoy seguro de que Atlético llegó a Primera para quedarse para siempre.

Temas Superliga
Tamaño texto
Comentarios
Comentarios