"Run", del reencuentro apasionado a la huida descontrolada

"Run", del reencuentro apasionado a la huida descontrolada

Serie por HBO.

NADA SALDRÁ COMO LO ESPERABAN. Ruby (Merritt Wever) y Billy (Domhnall Gleeson), una pareja especial. NADA SALDRÁ COMO LO ESPERABAN. Ruby (Merritt Wever) y Billy (Domhnall Gleeson), una pareja especial.

Muy buena

Mucho tiempo atrás, cuando eran tan jóvenes como libres, Ruby (Merritt Wever) y Billy (Domhnall Gleeson) hicieron un pacto. El mensaje “run”, enviado por cualquiera de los dos, los obligaría a encontrarse. Sin importar cuándo ni dónde ni con quién estuviesen. Así que cuando lee “run” en su celular, ella corre a abordar el tren en el que redescubrirá a Billy al cabo de 17 años. Ese es el disparador de la serie que estrenará esta medianoche su sexto capítulo (quienes no la hayan enganchado pueden ponerse al día por HBO Go, los episodios duran alrededor de media hora). Serie que, vale apuntarlo, es considerada por numerosos críticos como lo mejor que nos ha entregado 2020 hasta el momento. ¿Es para tanto?

Detrás del proyecto aparece una de las más formidables fuerzas creativas de la TV mundial, Phoebe Waller-Bridge, asociada una vez más con Vicky Jones. “Run” incorpora elementos de dos de los megaéxitos de Waller-Bridge, como “Fleabag” y “Killing Eve”: el tono de comedia negra, la densidad de los personajes, un abordaje entre irónico y sarcástico -y a la vez profundo- de las crisis existenciales, ingeniosas vueltas de tuerca narrativas y un cast inmejorable.

La estrella de “Run” es Ruby, con una Merritt Wever irresistible y merecidamente consolidada como primera figura desde su papel en el policial “Inconcebible”. Ella y Billy juegan al encandilamiento apasionado escondiendo las cartas de sus realidades, que en el caso de Billy es de lo más compleja y terminará -propio de Waller-Bridge- con un montón de dinero en un bolso y un cadáver en el medio.

“Run” se recuesta en los buenos oficios de una road-movie (aunque a bordo de un tren) para construir una historia que mezcla la nostalgia del amor perdido, los reproches (aquella vez que ella tipeó “run” y él no respondió), momentos desopilantes, otros tiernos, la culpa que generan los abandonos y las oportunidades perdidas. Todo a partir de los diálogos, las miradas y los silencios perfectos.

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