El público es parte esencial del hecho teatral

El público es parte esencial del hecho teatral

La cuarentena obligatoria cerró las salas en todo el país y la actividad artística sería una de las últimas en normalizarse. La irrupción de ofertas virtuales generó un debate acerca de los fundamentos de las artes escénicas.

POR LA VUELTA. Los teatristas reivindican la relación directa y presencial con el público en un espacio compartido. POR LA VUELTA. Los teatristas reivindican la relación directa y presencial con el público en un espacio compartido.

La emergencia sanitaria por el coronavirus impactó de lleno en las artes escénicas y en la producción de espectáculos en vivo. Sin posibilidades de saber cómo repercutirá en la recepción del público la oferta virtual (es pronto para determinar si es que este cambio en el modo del consumo es definitivo o circunstancial, si ha generado una nueva forma de arte o es sólo una alternativa expresiva coyuntural y pasajera), las elucubraciones y afirmaciones están invadiendo los análisis que circulan, como no puede ser de otra manera en estos tiempos, en las redes sociales.

La producción artística está frenada casi a cero. Sólo hay propuestas puntuales que buscan romper el aislamiento sin violar la cuarentena, con aportes de cada artista desde su domicilio. Ideas de riqueza conceptual como el recitado colectivo del “Martín Fierro” que impulsó Federico Cerisola y apariciones individuales sin un único hilo conductor organizadas desde Menjunje Producciones; clases e intervenciones por el Día Internacional de la Danza, desde el baile; composiciones estreno o interpretaciones musicales a distancia, que se editan con la mayor calidad disponible (por mencionar unas pocas propuestas de las muchas existentes), conforman un universo que, por más amplio que se registre, es minúsculo en comparación con lo que pasaba día a día en Tucumán.

La vitalidad de la creación artística está empujada contra un rincón, a la espera de otros vientos que, al mismo tiempo que alejen toda pandemia, acerquen de regreso a los realizadores a los escenarios. La imposibilidad de reemplazar la vivencia de compartir un espectáculo de cualquier disciplina escénica que sea (de un lado los artistas y del otro el público) hace que las ofertas que circulan por las redes sociales carezcan del elemento vital que completa el hecho artístico.

Y eso se articula más allá de la cantidad de gente a la cual pudiese ir dirigida (o asistiese a) una obra: la consumación del episodio cultural tiene una base conceptual cualitativa, no cuantitativa. Da lo mismo cuántas personas hubiese en una sala, siempre y cuando el artista pudiese encontrarse en ese espacio con el otro que complementa su creación. En lo teatral (puede ampliarse a las otras artes) hace tiempo ya Jorge Dubatti habló del “convivio como la reunión de artistas, técnicos y espectadores en una encrucijada territorial y temporal cotidiana (una sala, la calle, un bar, una casa, etc., en el tiempo presente), sin intermediación tecnológica que permita la sustracción territorial de los cuerpos en el encuentro”.

En los últimos días han proliferado ideas y posturas sobre la crisis en el teatro y sus expectativas en el futuro cercano y mediano (ver notas aparte), que abordan tanto el fondo como la forma.

Imposible de reemplazar

Con los escenarios tabicados, las plataformas digitales empiezan a mostrarse como los espacios donde ver las obras. On line se ofrecen propuestas gratuitas como las del Teatro Nacional Cervantes o funciones grabadas en el teatro San Martín de la Ciudad Autónoma de Buenos Aires; con otras comerciales pagas, como el completo servicio que ofrece Teatrix (con una abundante y muy importante cartelera de propuestas de alto nivel, los socios del Club LA GACETA pueden acceder con un importante descuento en la cuota mensual), y un tercer sector con el teatro independiente, que se presenta a la gorra con entradas solidarias. En defintiva, en las redes se replican los tres modelos de producción artística existentes en el mercado. Esto abarca también al universo del ballet, aunque mucho más reducido en número.

Sin embargo, por más que se pueda ver teatro y danza (clásica y contemporánea) desde un sillón o la cama, la ausencia del ritual espectacular le quita su sustancia. Servirá como registro e incluso como única posibilidad de acceder a una expresión artística que ya pasó definitivamente (una obra que ya haya bajado definitivamente de cartel, algún actor o director que ya haya fallecido, algún teatro derrumbado hace tiempo...), pero la ausencia de la coexistencia en tiempo y en espacio le sustraen un elemento distintivo y único: la irrepetibilidad de lo artístico, territorio donde el público es amo y rey.

No sólo pasa en el teatro o la danza. Quienes recorren museos virtuales saben, a conciencia, que los colores que se reproducen en la pantalla de la computadora no son los que se plasmaron en el cuadro por más cerca que estén; y más aún que el tamaño de la obra no se puede reproducir adecuadamente. Quienes disfrutan de un recital de rock no se ponen a saltar haciendo pogo frente al televisor, ilusionados con que algún vecino los imite. Quienes gozan de una película son conscientes de que detenerla para ir al baño o a buscar algo en la heladera rompe la continuidad creativa del guión que se desarrolla.

Por el momento, y hasta tanto la normalidad empiece a empujar a la excepcionalidad que vivimos al ostracismo (al parecer los teatros estarán en la última etapa de reapertura de la actividad social), seguiremos atravesando estas experiencias digitales. Pero debe ser con la certeza incorporada de que lo que estamos registrando es algo distinto a la idea artística original. Y que la experiencia presencial no es reemplazable ni sustituible por más que la tentación esté a un clic de distancia.

El público es parte esencial del hecho teatral

El director del Complejo Teatral Buenos Aires (CTBA), Jorge Telerman (foto), le dijo a a Télam que la transmisión de obras de teatro por streaming, servicio que se multiplicó durante la cuarentena por el coronavirus, llegó para quedarse. Por este motivo aseveró que lo importante es legislar para garantizar los derechos de los trabajadores y que los ingresos lleguen a quien corresponde: a los artistas.

El funcionario administra desde diciembre de 2015 las salas del Teatro San Martín, en plena avenida Corrientes de la Capital Federal. Empresario y gestor cultural, diplomático, periodista, consultor en comunicación y docente universitario, fue también jefe de Gobierno de la Ciudad Autónoma de Buenos Aires entre 2006 y 2007, tras la destitución de Aníbal Ibarra.

Desde su cargo impulsa la oferta virtual teatral que se difunde en la plataforma Cultura en Casa del municipio porteño. A ella se suman otras estatales y privadas. En ese mismo ecosistema on line, desde hace cinco años existe Teatrix, una plataforma creada por Mirta Romay (hija de Alejandro Romay), con más de 150 títulos de obras teatrales del país y del exterior, en alta resolución. Los socios del Club LA GACETA pueden asociarse con un descuento del 30% en la cuota mensual, fijada en $349 sin el beneficio.

“Sabemos que en las próximas flexibilizaciones (de la cuarentena) las actividades culturales quedarán al final”, dijo Telerman en una reunión con legisladores porteños. Agregó: “la vuelta tendrá que ser paulatina y segura para que no haya retrocesos y también para que el público no perciba las salas de teatro como sinónimo de riesgo”.

El titular del CTBA se comprometió a evaluar qué sistemas de monetización de los contenidos que se suben a las redes funcionan en otros países. Este es un reclamo constante de los actores, que no reciben regalías por esas proyecciones, aunque se use su nombre y su labor artística.

Además dijo que los teatros públicos porteños están preparados para volver, ya que la producción de 2020 estaba muy avanzada cuando se dispuso el aislamiento social. Añadió que se están elaborando nuevos protocolos para las salas -aunque no dio detalles- y adelantó que hay ideas muy buenas y factibles para presentar a las autoridades sobre futuras presentaciones al aire libre.

El público es parte esencial del hecho teatral

La crisis golpea con dureza a los espacios independientes de producción artística. Los subsidios excepcionales que otorga el Instituto Nacional de Teatro son un paliativo importante aunque parcial, que no alcanza a cubrir todos los gastos de las salas. Algunas de ellos, en la Capital Federal, han ideado alternativas para tratar de sobrevivir: Timbre 4 montó un sistema de entradas solidarias a la gorra para funciones on line y el Teatro del Picadero vende localidades a futuro, para cuando pueda reabrir. El emblemático Teatro del Pueblo estaba a metros del Obelisco porteño, pero debió dejar el sótano que ocupaba y abrió un nuevo lugar en febrero, cerca del barrio de Palermo. Menos de dos meses después llegó la cuarentena.

Los dramaturgos Roberto Perinelli (foto) y Héctor Oliboni, integrantes de la Fundación SOMI (en honor a Carlos Somigliana) están al frente de ese proyecto y consideran que la actividad no se normalizará hasta 2021. “Todos tuvimos un golpe muy fuerte. Los grupos habían ensayado durante meses, invertido en sus puestas y esperaban recuperar los gastos en la temporada. Y la sala se quedó sin recursos para su mantenimiento”, declaró Oliboni a la agencia Télam.

Perinelli sostuvo: “los elencos se quedaron con ganas de recomenzar cuando esta pesadilla termine, porque el teatro independiente es indetenible, pero la situación es seria. Opinando con el corazón, no con la razón, estoy seguro de que todas las salas, de un modo o de otro van a salir adelante. La resiliencia -término que se usa ahora y queda muy bien- es muy alta”.

“No sólo se suspendieron las obras en cartel; quedaron en estado vegetativo muchísimas producciones que estaban ensayándose o a punto de comenzar -advierte su colega-. Mi impresión es que el teatro va a ser una de las últimas actividades que serán autorizadas. Hemos estructurado un ciclo de formación artística y cultural, con talleres, conferencias y charlas on line”. Esta oferta comenzó el viernes con César Brie, y seguirá hasta junio en www.teatrodelpueblo.org.ar.

“Tenemos que reabrir las salas y esperar la reacción del público, que es el que en realidad sostiene la actividad. Va a costar el regreso, la desconfianza se va a disipar lentamente y la habitualidad instalada va a resistir antes de romperse del todo”, apuntó Perinelli.

El público es parte esencial del hecho teatral

Uno de los últimos grandes maestros mundiales indiscutidos del teatro vivo, Eugenio Barba (foto), escribió una carta en la que sintetiza sus sensaciones por el coronavirus, y que circula ampliamente por Facebook. “Tengo una única certeza: el futuro del teatro no es la tecnología, lo es el encuentro de dos individuos heridos, solitarios, rebeldes. El abrazo de una energía activa y una energía receptiva”, afirma, para reivindicar la experiencia en vivo de este hecho artístico.

El italiano tiene una visión positiva pero crítica de la situación. “Me pregunto si no es saludable para el teatro que la pandemia marchite las plantas incapaces de sobrevivir. No debemos olvidar la historia de los actores con su tenaz lucha contra los prejuicios, el poder, el desprecio, la peste y sobre todo la miseria. En Europa, los últimos 70 años sin guerra han creado hábitos extraños. Ha sido la época en la cual, por pura inercia y por compromisos políticos, el teatro oficial, o considerado como artísticamente válido, ha recibido aprobación y subvenciones. Pero otros pertenecemos a la cultura del Tercer Teatro, la de los grupos, de los huérfanos en busca de antepasados, de desheredados que plantan raíces en el cielo. No tenemos nada en común con las categorías y realidades de los teatros oficiales o experimentales. Nos hemos habituado a mendigar, a fingir gratitud por las migajas recibidas y a creernos importantes para los otros. Sin embargo, sabemos que la verdadera y única fuerza del teatro es la salvaje necesidad de quien lo hace, y su obstinación por no dejarse domesticar”, planteó el teatrista europeo.

“Puede ser que la pandemia sea un regalo de los dioses y corresponda al trastorno que representó la fotografía para los pintores, y el cine para los teatreros al comienzo del siglo XX, con el consiguiente descubrimiento de inimaginables funciones y expresiones artísticas. Puede ser que sea el presagio de una vuelta a la humildad, a la esencia y a la potencialidad interior de nuestro oficio. Nadie nos ha obligado a elegir el teatro. Debemos arremangarnos y arar el jardín que nadie puede quitarnos. Aquí crece el gusano que nos carcome por dentro, el hambre de conocimiento, los fantasmas que nos susurran en la oreja, el deseo de vivir con rigor la ficción de ser libre, la capacidad de encontrar personas que sean estimuladas por nuestro hacer”, enfatizó.

El público es parte esencial del hecho teatral

Carlos Rottemberg (foto) es uno de los tres empresarios comerciales teatrales más importantes del país. En los últimos días difundió una propuesta para la reapertura gradual y paulatina de las salas entre agosto y septiembre para lo que denominó “ensayos generales de la temporada 2021”, más allá de que reiteró su criterio de que el año actual está perdido para su sector.

El teatrista tiene salas propias en Buenos Aires y en Mar del Plata (es dueño de Multiteatro, Multitabaris, Metropolitan y Liceo; y de Mar del Plata, Complejo Bristol-Lido-Neptuno y Complejo América-Atlas). Consideró que la apertura en la última parte del año serviría a los efectos de adelantar el miedo en el público, además de retomar los contratos de trabajo hoy inexistentes. “Si se traslada todo al verano, se llevaría puesta gran parte de 2021, anulando además el movimiento del espectáculo fuerte en los centros veraniegos”, alertó.

Su propuesta fue elevada a los funcionarios municipales. “Ya tuve algunas respuestas de algunos de ellos, bien predispuestos. En todo el mundo es prueba y error. Los teatros de Nueva York y de Londres siguen cerrados y en España hay una discusión por la capacidad de aforo”, describió.

Rottemberg rechaza ver obras por streaming: “defiendo al teatro único, irrepetible, artesanal y con la presencia de público”. “Cuando tenés el edificio teatral no podés distraerte demasiado y hay que laburar para cumplir con el objetivo que la actividad teatral impone, que es el espectáculo en vivo, una vez que las autoridades sanitarias consideren que se puede”, resaltó.

Las etapas de su hoja de ruta hasta la normalización plena de la actividad contemplan abrir espacios de “abajo hacia arriba” en cantidad de personas y/o capacidad nominal, creciendo por períodos quincenales a partir de agosto o septiembre, siempre bajo protocolo sanitario; reconocer que el público tomará su propia dinámica en retornar paulatinamente a las salas como producto de una lógica inercia postcuarentena más una economía hogareña más dañada que antes del inicio de la pandemia; y la necesidad de los espectáculos de tener unos dos meses de preparación previa para ensayos y lanzamiento. Para dar previsibilidad, consideró que durante el próximo mes se podría diseñar un plan concreto y comenzar a vender entradas para la reapertura, siempre bajo un protocolo sanitario.

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