El Ojo Crítico: "Perros de Berlín"

El Ojo Crítico: "Perros de Berlín"

Una perla para redescubrir en Netflix.

MAFIA, RACISMO Y FÚTBOL. Es el mundo en el que se sumergirá el policía Kurt Grimmer (Felix Kramer). MAFIA, RACISMO Y FÚTBOL. Es el mundo en el que se sumergirá el policía Kurt Grimmer (Felix Kramer).

MUY BUENA

SERIE / POR NETFLIX

En el imaginario, Berlín se traduce como calles impolutas propias del primer mundo; como una sociedad organizada, rigurosa con las normas, estricta en su sistema. Símbolo de una nación poderosa desde lo económico, levantada de los desechos de dos guerras mundiales perdidas y un muro caído hace más de 30 años. Pero hay otra Berlín. La de los grupos de extrema derecha que persisten en las sombras, la de las olas de inmigrantes de los bajos fondos, la de la corrupción que salpica al fútbol y a la Policía. ¿Cuesta imaginarla?

Desde el balcón de la casa de su amante, Kurt Grimmer (Felix Kramer), un policía adicto al juego, sumergido en deudas y con un pasado familiar neonazi, asiste a un macabro descubrimiento. El “Messi” del equipo alemán yace muerto en un cantero el día antes del partido más importante de la Copa, cuando debe enfrentarse a Turquía. Kramer se hace cargo de la investigación de un crimen que no sólo se tiñe de los oscuros intereses del mundo del fútbol y de las apuestas clandestinas, sino que tiene un costado político: el origen turco del jugador asesinado resulta el disparador de una disputa que involucra tensiones raciales.

La serie no es nueva, se estrenó en 2018 en Netflix, pero es de esas perlas escondidas que afloran cuando el repertorio de la cuarentena parece agotado. Especialmente si la oferta de la plataforma viene plagada de clichés y mayormente hablada en inglés. En “Perros de Brelín” lo que sobra es originalidad y, sobre todo, los grises. Salvo algunas excepciones, hasta los “malos” tienen sus matices y motivaciones y dejan lugar a la empatía del espectador.

A medio camino entre el policial y la crónica de gangsters, la serie mantiene la intriga y el ritmo en sus 10 episodios de 50 minutos. Es fundamental el contraste de la pareja protagónica: Kurt, el policía para quien el fin justifica los medios, y Erol Birkan (Fahri Yardim), el policía de ascendencia turca, gay, liberal y de honestidad intachable.

Christian Alvart, creador y director de la serie, quería exponer las contradicciones de los personajes y lo logra, con un registro que abarca las historias de un joven turco decidido a triunfar en el mundo del trap y seducido por las pandillas, la amante de Kurt -alcohólica y madre soltera-, las mafias y los grupos de extrema derecha. Un crisol complejo que está a punto de estallar. Todo en una gran puesta en escena, con mucha noche, panorámicas, grises y cemento junto a juegos en cámara lenta. La única sombra (perdonable) es un partido de fútbol que parece de Play Station.

“El perro no tiene elección. Pero, ¿el dueño es del todo diferente a él? ¿Una sociedad, un país, un sistema de creencias, una religión, una clase social, una familia, una pandilla, una cadena de ADN? ¿Qué elección tenemos? ¿Podemos alguna vez escapar de la vida con la que nacimos?”. La pregunta sociológica del protagonista al cierre del primer episodio es la premisa de la serie. Una pregunta retórica que no busca respuesta, y la misma que vivimos todos, ya seamos “perros de Berlín” o “perros de Argentina”.

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