La cuarentena las transformó en las maestras de sus hijos

La cuarentena las transformó en las maestras de sus hijos

El aislamiento obligó a modificar algunas actividades y sumó nuevos desafíos. Ahora los padres deben ayudar en la educación de sus hijos y admiten que no estaban preparados.

Desde el anuncio del Presidente sobre el aislamiento social obligatorio en el país, muchas actividades se modificaron. La rutina diaria, las clases, el trabajo, el traslado, hasta el horario de sueño cambió para algunas personas. La creatividad y la responsabilidad pasaron a ocupar un lugar aún más importante para no aburrirnos y mantener la organización de una rutina que sea productiva.

LA GACETA conversó por videollamada con cinco mamás que tienen hijos en edad escolar y pudo conocer un poco más de su organización y cómo educaron y tranquilizaron a los niños en medio de la incertidumbre. “Les conté a mis hijos todo lo que estaba pasando desde que empezó la pandemia; no fue difícil explicarles que debían quedarse en casa. La tarea que recibieron del colegio nos ayudó como padres a que ellos se puedan sacar todas las dudas”, contó Lourdes Díaz, de 32 años, madre de un nene de tres años y una nena de siete.

Si bien las prevenciones venían de hace rato, la cuarentena obligatoria llegó un día antes del cumpleaños número seis de Santino, el hijo menor de Melisa Corbalán. “Fue difícil explicarle lo que estaba pasando, le tuve que decir que afuera había un virus malo invisible que enfermaba a todas las personas y si no te cuidabas ibas solito con los médicos y nadie quiere eso. Para explicarle cómo lavarse las manos correctamente le dibujé varias manchitas en la mano y así aprendió los movimientos lavándose para borrar las marcas. Costó, pero entendió que después, cuando todos estemos bien, vamos a festejar”, indicó la madre, de 33 años.

Clases virtuales

La educación nunca se toma cuarentena y poco a poco los estudiantes tucumanos comenzaron a recibir sus trabajos prácticos y explicaciones virtuales. Las madres entrevistadas coincidieron en que esta nueva responsabilidad de acompañar a sus hijos en la enseñanza diaria es la que más les costó asumir en el aislamiento.

Marcela Terraf, de 38 años, tiene cuatro hijos: dos en la primaria y dos en los primeros años de secundaria. “Todos tienen clases virtuales, como papás los ayudamos en su organización y también nos encargamos de que cumplan sus momentos de descanso para que rindan mejor y no se cansen. Los docentes mandan videos que les encantan a los chicos, si bien es algo nuevo parece como si ya lo hubieran hecho antes, se nota el esfuerzo”, aseguró.

En el caso de Silvina Olmos, de 49 años, la tarea fue un poco más sencilla. Su hija cursa el segundo año en la secundaria y se adaptó rápidamente a las clases virtuales. “Las actividades, refuerzan la lectoescritura, investigación y experimentos que solían realizar -comenta- Hasta hacen trabajos prácticos grupales, es muy bueno que se use la tecnología para fines educativos”. Magalí de la Vega, de 43 años, tiene tres hijos, de seis, 17 y 19 años. “Con Mateo, el más chico, por suerte fue fácil explicarle que tenía que quedarse en casa, le gusta. Ahora espera todas las semanas los videos que le manda su señorita y lo ponen muy contento. Como es chico nosotros lo ayudamos y tenemos un pequeño timbre que le indica que va a tener un pequeño recreo”, contó recordando el momento preferido de su pequeño.

Al igual que de la Vega, Terraf y Corbalán tuvieron que asumir la responsabilidad de enseñarles a leer a sus hijos que cursan primer grado. “No estábamos para nada preparados como padres. Mi hijo mayor hacía todo solo y terminó siendo abanderado. Ahora a mi hijo de primer grado le tengo que enseñar a reconocer letras y palabras. Me tengo que llenar de paciencia y con sólo tres chicos; aprendí a valorar la vocación de cada docente que tienen que enseñar a 30 niños en un aula”, reconoció Corbalán que tiene que copiar la tarea en el cuaderno de sus hijos de primer y segundo grado para que la realicen. También, destaca la dedicación de los docentes para mandar videos saludando a sus alumnos y pidiéndoles que se cuiden. “Las señoritas tuvieron que adaptarse y entendieron que no todos tienen celular o internet como para tener clases virtuales en línea”, destacó. “Los papás tuvimos que volver a aprender algunas cosas para poder explicarles a nuestros peques, volvimos a la escuela con ellos”, agregó Díaz.

En casa

Olmos tiene la ventaja de tener hijas grandes que pueden organizarse por sí solas y no necesitan una rutina diaria para cumplir con sus responsabilidades, pero Terraf organizó con su familia una rutina de lunes a viernes con el objetivo de resignar la menor cantidad de actividades posibles, en su casa instaló un lugar destinado a la actividad física que solían realizar en un parque.

“Estoy sorprendida por la capacidad de los pequeños de quedarse en casa, no es algo que les gusta, y aunque cueste, lo comprenden. Es bueno organizar actividades para compartir en familia”, recomendó Díaz. Los hijos de Corbalán extrañan jugar al fútbol y trataron de sustituir sus actividades buscando nuevas alternativas, como inventar juegos con una rayuela en el patio. “Mis hijas se pasan horas y horas en videollamada con las amigas”, aportó de la Vega lamentando que una de sus hijas está en el último año de secundaria y probablemente no pueda vivir las experiencias únicas de un viaje o cena de egresados. “Hablamos mucho y tratamos de valorar lo positivo, de quedarnos con la idea de que esto la fortalecerá para el futuro. Todo es aprendizaje y no le queda más que aceptar y continuar; por suerte hasta ahora lo transita bien”, añadió.

Prevención

“La cuarentena nos agarró a todos con un sinfín de emociones, por momentos felices de estar en casa y por momentos bajoneados. Extrañamos a la familia y estábamos muy acostumbrados a salir. Tuvimos que reinventar todo, hasta el manejo del hogar”, comentó Díaz. En el carrito de las compras ahora no puede faltar alcohol y repelente de insectos. “Mas que del coronavirus, nos cuidamos del dengue. En mi barrio están todos infectados, hasta mi papá. Somos prevenidos al no salir de casa, pero también desinfectando el interior”, contó Corbalán.

“Sin dejar de lado la desinfección y el uso del repelente, intensificamos nuestras defensas mediante la alimentación”, aportó de la Vega que cocina teniendo en cuenta cubrir todos los nutrientes y proteínas que el cuerpo necesita. Las toallitas desinfectantes y el repelente se convirtieron en infaltables al momento de que Olmos ve la necesidad de salir de su hogar.

“Los chicos extrañan mucho sus salidas recreativas iban a rugby, hockey y natación. Por suerte hacen caso y toman los recaudos necesarios para ser lo más prevenidos que se pueda”, comentó Terraf. Por último, Díaz desinfecta hasta las llaves y el vehículo al ingresar a su hogar. Como cuenta con un fondo, toma las precauciones de fumigar y de eliminar los cacharros, esto se volvió tarea de todos los días.

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