PUESTA MEMORABLE. Ricardo Salim protagonizó la versión teatral de “El Hombre de la Mancha”, el inolvidable musical que se vio en el teatro Alberdi. FOTOS/Margarita Fuentes
“Porque sé que si logro ser fiel a tan noble ideal, con mirar mi alma en paz al llegar el instante final, y será este mundo mejor, porque yo sin rendirme jamás, busqué en mi sueño imposible con él una estrella alcanzar…”. La canción del Caballero de la Triste Figura camina tal vez el alma del actor en el escenario del teatro Alberdi de los años 70, sin sospechar que por esa labor hallaría un rincón destacado en la memoria de las artes escénicas tucumanas, y de algún modo, le alumbraría un futuro.
Tres décadas han transcurrido desde que Ricardo Salim, también director teatral, autor y arquitecto, echara a rodar la Fundación Teatro Universitario. Más de un centenar de puestas han visto la luz a lo largo de ese tiempo de creatividad sin tregua y recuerdan que todo sueño es posible concretar.
- ¿La creación de la Fundación fue un modo de homenajear a Boyce Díaz Ulloque?
- En el primer aniversario de la muerte de Boyce, decidimos hacer un homenaje en el Teatro Alberdi, reabierto despues de 10 años de refacciones. El homenaje consistió en montar fragmentos de obras del Teatro Universitario, con los actores de los elencos originales. La experiencia fue conmovedora: el público ovacionó cada fragmento. Esto nos llevó a pensar que podíamos continuar trabajando juntos, por lo que resolvimos consituir la Fundación Teatro Universitario, como grupo independiente, homenajeando así al desaparecido teatro.
- ¿Qué objetivos te fijaste? ¿A quiénes convocaste inicialmente?
- Formación de actores, difusión de una dramaturgia internacional relevante, recuperación del público perdido y formación de técnicos especializados. El grupo inicial estuvo integrado por María Angélica Robledo, Norah Castaldo, Alfredo Fénik y Mauro Iriñis, entre otros. Contamos también con el invalorable aporte de la pianista Gladys Mena y de Josefina Alonso de Andújar en producción.
- ¿La elección de “Orlando furioso” para el debut fue casual o tenía que ver con ese nacimiento?
- Por la voluntad de crear un fuerte impacto visual y teatral como modo de presentación, decidimos montar “Orlando furioso”, de Ariosto. Pudimos experimentar nuevas formas espaciales, escenografías impensadas y actuaciones en un marco espectacular. La experiencia dio muy buen resultado.
- ¿Esta nueva actividad te permitió desarrollar el campo de la dirección?
- Al desaparecer el Teatro Universitario, y ante la muerte del maestro, sentí la responsabilidad de asumir la dirección, realizando también el diseño integral de las puestas.
DEVOCIÓN. Miles de seguidores presenciaban cada una de las representaciones de “La Pasión” en Tafí del Valle. FOTOS/Margarita Fuentes
- Varias de las puestas que encaraste tuvieron un gran despliegue actoral en el escenario, ¿por alguna razón en particular?
- En la mecánica de formar actores, siempre nos da buenos resultados el integrar en elencos numerosos, protagonistas experimentados con actores en formación. Esto permite que estos últimos puedan gradualmente acceder por la práctica, a roles protagónicos.
- ¿Cómo surgió la idea de montar “La pasión” en Tafí del Valle, un espectáculo muy esperado todos los años que se convirtió en una gran atracción turística? ¿Qué satisfacciones te dio en lo artístico y en lo personal?
- Alejandro Balzaretti, médico oculista del Hospital de Tafí del Valle, colaborador de la cooperadora de ese hospital, nos propuso que, mediante la formación de lugareños, pudiéramos en un año o dos montar como en Oberammergau (Alemania) la Pasión de Cristo, para generar fondos. Ofrecimos la variante de constituir un grupo mixto de actores profesionales y lugareños, y montar el espectáculo en tres meses, siguiendo la mecánica utilizada en nuestras puestas. En un predio junto al río, diseñamos, siguiendo el esquema del Teatro de Mansiones medieval, un recorrido, para que el público pudiera revivir las distintas escenas. Pensado para un máximo de 500 espectadores, en el segundo año, por la afluencia masiva de público, debimos cambiar de predio y modificar las técnicas escénicas. Integrar ambos elencos bajo una misma emoción, y recibir el afecto de tanta gente, durante tantos años fue una experiencia maravillosa. Hicimos 20 ediciones de “La pasión”, llegando a tener hasta 15.000 espectadores por función. Recibimos reconocimientos: Fiesta Popular Argentina (Televisión Pública, y Encuentro Nacional de Cultura de San Juan), entre otros.
- Luego vino la Batalla de Tucumán en el parque Guillermina. ¿Cómo se gestó la puesta? ¿Qué te atrajo de la figura de Belgrano?
- Con una mecánica similar a la de “La pasión”, decidimos continuar contando historias que fueran relevantes para los tucumanos. Con cartas de Manuel Belgrano y asesorados por Carlos Páez de la Torre, y textos de Ramón Leoni Pinto, construímos un guión que nos permitó relatar teatralmente los hechos de la Batalla de Tucumán y la devoción del pueblo a la Virgen de las Mercedes. Este trabajo nos permitió conocer y valorar la figura de Belgrano, su coraje, su devoción, su capacidad de organización y su gran inteligencia. Debimos encontrar un predio adecuado que permitiera albergar los distintos escenarios. El parque Guillermina nos dio la escala y las variantes necesarias. Grabamos una banda sonora con actores profesionales y convocamos a un grupo de 30 actores para interpretar el pueblo tucumano. Los ejércitos patriota y realista se integraron con cadetes de la Escuela de Policía, y los gauchos “Decididos”, estuvieron a cargo de tres agrupaciones gauchas tucumanas. Lo más complejo fue diseñar la mecánica de ensayos parciales y el ensamble final. Hicimos 23 ediciones de “La Batalla…”, siempre acompañados por un público masivo, lleno de fervor religioso y agradecimiento. Una experiencia extraordinaria.
FOTOS/Margarita Fuentes
- ¿Qué papel jugó Boyce en tu vida artística? ¿Cómo lo conociste?
- Boyce, director formado en la escuela de Silvio D’Amico de Roma, hombre de gran cultura, creatividad, manejo de actores, con gran ética en el trabajo, fue mi maestro, mi amigo, y mentor en mi trabajo teatral. Lo conocí a los 19 años, al ingresar a los cursos de Arte Dramático de la UNT, para estudiar escenografía. Al poco tiempo de iniciar las clases, me hizo subir al escenario para actuar, y durante más de 10 años me formó hasta llegar a primer actor, permitiéndome incursionar en todas las áreas de la actividad, explicitándome en todo momento, sus técnicas de trabajo. Mi vida cambió y pasé a compartir dos pasiones: la arquitectura y el teatro.
- Muchos recuerdan aún tu memorable actuación en “El Hombre de la Mancha”. ¿Qué sentiste al encarnar al Quijote? ¿Qué enseñanzas te dejó esa experiencia?
- “El Hombre de la Mancha” significó para mí la puerta de acceso a una dimensión no transitada, un cambio de escala en la actuación, pasar de lo cotidiano a lo épico, e incorporar el canto en la actuación, como modo de ampliar el campo expresivo del sentimiento. Representar al Quijote, me enseñó a vivir con la idea de “no ver la vida tal cual es, sino como debería ser”, siempre en busca de un ideal, y de una superación personal.
- Estas tres décadas de la vida de la fundación, ¿qué te han dejado?
- Pasaron rápidamente y nos dejaron experiencias únicas: proyectos colectivos con una multitud de actores, técnicos y amigos, que participaron en más de 130 montajes, compañeros de camino, con los que compartimos alegrías y tristezas, y auspiciantes, amantes del teatro, que facilitaron nuestra labor. Esto permitió que el público, que nos siguió constantemente, nos diera su afecto y su fidelidad, tanto en los buenos como en los malos momentos de la vida.
- ¿Qué avizoras en el futuro? ¿Tarea cumplida?
- Muy conformes con lo hecho hasta ahora. El futuro implica continuar en la búsqueda de nuevos espacios para la representación, nuevos actores, y nuevas temáticas que resulten vigentes y que permitan nuestro crecimiento individual y colectivo. La tarea continúa.







