Las pinturas más famosas: las figuras de Miguel Ángel causaron escándalo en El Vaticano

Las pinturas más famosas: las figuras de Miguel Ángel causaron escándalo en El Vaticano

Cuando murió el papa Julio II, colocaron paños blancos en los desnudos de la Capilla Sixtina.

“EL JUICIO FINAL”. El artista demoró cinco años en realizar este fresco, que resultó polémico para la Iglesia. “EL JUICIO FINAL”. El artista demoró cinco años en realizar este fresco, que resultó polémico para la Iglesia.

La Capilla Sixtina es una de las grandes atracciones de los Museos del Vaticano. En las obras se tratan historias de gran carga religiosa por detrás, y no sólo se guardan tesoros artísticos.

Miguel Ángel Buonarotti se convirtió en uno de los más importantes artistas de la historia por estas pinturas, cuando en realidad, era un notable escultor (hizo el David y La Piedad). Los Médicis de Florencia y los papas romanos fueron los mecenas de quien se hacía llamar “El Divino” (afirmaba que Dios actuaba a través de sus manos).

Pasear ante sus obras, acercarnos a ellas, sin embargo, no será complicado: su visita virtual está muy preparada en el sitio oficial (http://www.museivaticani.va/content/museivaticani/es/collezioni/musei/cappella-sistina/tour-virtuale.html) y en numerosos videos. Dato relevante cuando se tiene en cuenta que el techo está a una altura casi imposible de ser visto, así como lo son las pinturas rupestres en las cuevas de Altamira. Y más cuando se conoce que desde 1870 hasta hoy la Capilla Sixtina es la sede del cónclave, la reunión bajo llave (cum clave) en la que los cardenales eligen un nuevo papa.

1.- Solo, a más de 20 metros (20,7 metros exactos) del piso, para plantear sus obras en 1.100 metros cuadrados, Miguel Ángel pintó la bóveda. Comenzó en 1508 y terminó en 1512. El escultor realizó la totalidad del trabajo sin ayuda (tuvo durante algunos meses seis asistentes que le preparaban la pintura y el yeso), en un tiempo en que nada más contaba con la escalera, los bocetos y los pinceles, sin ninguna tecnología. Incluso, diseñó un andamiaje móvil de madera en el que podía pintar de pie o hasta caminar si deseaba. Aún así, en cuatro años y medio llegó a sentir que lo limitaba. Allí se encuentra una de las escenas más conocidas, como “La creación de Adán”. Fue inaugurada en 1512 por el papa Julio II. En los nueve recuadros centrales se hallan representadas las Historias del Génesis. Mientras pintaba sobre los andamios, el gran artista se bañaba en esa pintura y le contaba a su hermano que había contraído algunas enfermedades y que sus pagos estaban atrasados; sufría de vértigo, por si fuera poco. Además de las historias centrales, están los profetas y sibilas, enjutas y lunetos y las cuatro pechinas.

2.- Juicio final: más de 25 años después, Miguel Ángel regresó a El Vaticano para realizar el “Juicio Final” en la pared del altar, entre 1536 y 1541: fueron cinco años. En total están representados 390 cuerpos que originalmente iban desnudos, incluida la Virgen María. Jesucristo está en el centro de la escena y el propio artista parece retratarse en la figura de San Bartolomé. Algunos desnudos se cubrieron luego con óleo por el escándalo y las presiones que causaron. Miguel Ángel fue acusado de inmoralidad y obscenidad. Las limpiezas modernas lograron restablecer el original, quitando los “paños de pureza”. Con estos trabajos, el papa pretendía situarse en esa actualidad de la Iglesia, con la Reforma Protestante y el Saqueo de Roma.

3.- Escándalo: cuenta la historia, en el libro “Vidas”, de Giorgio Vasari, que la obra provocó un escándalo; para muchos que rodeaban la máxima jerarquía era vergonzoso que en tan sagrado lugar se hubiesen representado tantas figuras desnudas, especialmente algunas parejas cuyas posturas podían parecer comprometidas.

Según algunos obispos, el fresco no correspondía a un recinto tan sagrado como la capilla sino a una taberna. Alborotados, se acusó al artista de herejía, incluso algunos estudiosos cuentan que se intentó destruir el fresco.

El papa Julio II al parecer era tolerante y no le preocupaban los desnudos.

Cuando el maestro de ceremonias Biagio da Cesena se quejó, el papa, que tenía cierto sentido del humor y mejor ánimo le dijo: “Si el pintor te hubiera colocado en el purgatorio, yo podría ayudarte pidiéndole que te pusiera en otro sitio; pero como te ha arrojado al infierno, no está en mi potestad quitarte de penar, porque allí no hay redención posible”.

Pero luego, Pio V encargó a Daniele da Volterra, discípulo del mismo Miguel Ángel, la “tarea sucia” de tapar con paños, lo que le valió el sobrenombre de Braghettone (pintacalzones, o algo así). Las hojas de parra aparecerán años más tarde con el papa Pablo IV para cubrir los genitales.

El encargo para la tarea que había realizado el artista se basaba en el Apocalipsis de San Juan.

Restauración

“La cosa no sería tan grave -comentó Fabrizzio Mancinelli- si no fuera porque el primero en ejecutar la orden hizo desaparecer los genitales de San Pedro y Juan Bautista para estampar burdos taparrabos”. El director de restauración de la Capilla Sixtina contó en 1993 que algunos de los 38 taparrabos dibujados a lo largo de los años sobre los desnudos serán eliminados.

Cuando se dispuso la restauración los estudiosos recordaron que lo que había pedido el Concilio de Trento era la modificación total de “El juicio final”, al considerar los obispos y cardenales que no correspondía a la verdadera historia de la Biblia y que era una pintura demasiado humana. Pero al final se contentaron con los calzones y ya no se volvió a hablar de cambiar las figuras.

La censura, que se expresó ya sea tapando, colocando los “paños de pureza” o pintando con óleo otras zonas, recurrió luego a las hojas de parra.

Hay figuras que se perdieron en todo este proceso, y otras que cambiaron de posiciones: San Blas y Santa Catalina de Alejandría estaban muy cerca entre ellos y se los distanció.

A esa altura de la historia, Miguel Ángel ya había muerto. Había alcanzado fama como el favorito de los pontífices, pero no sabía que en ese entonces ya existía gente que deseaba ser más papista que el papa.

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