Roberto Delgado
Por Roberto Delgado 14 Marzo 2020

En un meme que circula en estos días, una autoridad dice que “debemos mantener la calma y confiar en nuestro sistema de salud” y al mismo tiempo un personaje de “La era de hielo”, Sid, grita que “¡Vamos a morir!”. Es un dueto absolutamente gráfico de la sensación que genera una enfermedad invernal de origen desconocido que está sacudiendo al mundo y que está a punto de estallar en Tucumán. Acá nos favorece todavía por el calor, pero ya estamos esperando el impacto, y, como dice la canción, dispuestos a andar “como un fusil cargado, tirando a cualquier lado”.

Las emociones tiran para cualquier lado. Tanto al enojo, cuando oímos que en Brasil Bolsonaro dice que el susto es una conspiración de los medios, como a la risa, cuando se sabe que el mismo Bolsonaro debió consultar al médico para ver si se contagió de coronavirus. Y se torna más desopilante cuando, a raíz de la consulta del presidente de Brasil, en la Casa Blanca están atentos porque hay inquietud de que el brasileño haya contagiado a Trump en su visita del fin de semana pasado. O, también, cuando se cuenta que ahora México piensa cerrar la frontera con EEUU porque está claro que el virus, para ellos, viene del norte.

Muy cerca

Ese virus, para nosotros, está ahí, a punto de alcanzarnos, como dijeron las autoridades. La ministra de Salud tucumana, Rossana Chahla, hasta le puso fecha en LG PLay: en unos siete días. Y el susto asoma en cualquier momento. Hace una semana la alarma se activó con dos alemanes que tuvieron fiebre en Tafí del Valle y hace cuatro días con dos viajeros de La Cocha que volvieron de Italia. Hace 40 días sólo los pesimistas y los cuidadosos hasta la obsesión se alteraban cuando se sabía de algún viajero que había estado en China –en Wuhan, lugar de origen de la pandemia- y ahora todos esperamos el impacto. ¿Se acuerdan de cuando sólo se hablaba de “virus chino”?

¿Qué va a pasar? Lo cuentan los testimonios de argentinos que se encuentran en Italia, donde la epidemia cayó como un cataclismo y generó desolación y tragedia en un escenario postapocalíptico. Muertes de ancianos, pánico, desabastecimiento, cuarentena. De China la inquietud sacudió al mundo. Pero de Italia fue el pánico el que se extendió y ahora el mundo está entrando en cuarentena.

¿Cómo es el coronavirus, comparado con las otras epidemias recientes que nos han asolado y que han tenido mayor o menor impacto mediático? SARS, Gripe A, Dengue (en 2009 y 2016, y ahora el brote crece a pasos agigantados en Tucumán), ébola… Los epidemiólogos son los que tienen que hablar y aunque digan que afecta a sobre todo a los inmunodeprimidos mayores y que su impacto es menor que la gripe, lo claro –para las sensaciones de la sociedad contemporánea ya habituada a los sacudones por las redes sociales- es que la falta de vacunas y de explicaciones sobre el fenómeno contribuye al pánico.

El pánico empuja a la sociedad al primitivismo. Como la violencia y la inseguridad. En cuestiones de salud ya se vio cuando fueron las epidemias de gripe A y de dengue, momentos en los que la gente era capaz de agredir a las personas que tosían o estornudaban por la calle. La inseguridad la padecemos a diario, desde hace años, y la gente reacciona de manera salvaje, apaleando a adolescentes arrebatadores hasta desfigurarlos. Ahora bastará de nuevo un estornudo para que se desaten conductas agresivas, discriminadoras, y para que explote también la avaricia especuladora. No sólo en nuestro medio. La actriz Whoopi Goldberg renegaba en Estados Unidos porque los barbijos pasaron de tres dólares a 50. Lo mismo que pasó en Italia. Lo mismo que acá. Conductas primitivas.

¿Cómo estamos en Tucumán? En pañales. No sabemos mucho sobre el mal –las pocas buenas noticias dicen que en China y en Corea del Norte se llegó a una meseta y puede haber una recesión de la epidemia- y estamos en el medio de la duda de si el sistema público está preparado para una saturación de demanda en los hospitales y si habrá suficientes médicos, enfermeros, medicamentos, barbijos y alcohol en gel. En Italia, al decir del dramaturgo Carlos Alsina, que se encuentra en Milán, el sistema se saturó.

Situaciones nuevas

El gobierno de Juan Manzur ha lanzado su decreto, acorde con el mundo. Muchas cosas no están claras, sólo la convicción de que habrá que quedarse en casa –a salvo con la televisión por streaming y viendo cómo se podrá hacer el teletrabajo, y con la inquietud de que vayan a escasear alimentos y otras necesidades en supermercados y almacenes. Con la incertidumbre de cómo afectará esto la economía personal y familiar, la empresaria, la de los cuentapropistas. ¿Qué pasará con el 40% de la población sumida en la pobreza, que no tendrá alcohol en gel ni posibilidades de quedarse en casa con internet (y que tampoco le puede hacer frente al mosquito Aedes Aegypti para evitar el dengue)?

La epidemia plantea situaciones nuevas. Alsina lo contó. Dijo que sólo le había faltado vivir una epidemia. Un tucumano, Federico Williams, en un video difundido masivamente, dijo que en este país no estamos preparados para enfrentar esto y pidió que vayamos poniendo las barbas en remojo. En cambio, otras tucumanas, Cecilia y Ana Alicata, retrucaron que los argentinos estamos acostumbrados a vivir en emergencia y nos las vamos a arreglar, como hacen ellas tomando mate en Italia. Habrá que verlo. Lo único bueno de que el gobierno tucumano nos haya metido en el brete anticipadamente con un decreto en la era de hielo, congelando todas las actividades, es que, como todavía falta para que llegue el frío, tendremos tiempo de ir acostumbrándonos a una sociedad postapocalíptica. Todavía estamos esperando el impacto.

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