

Por Nicolás Zavadivker
PARA LA GACETA - BUENOS AIRES
Mario Bunge fue un hombre de convicciones fuertes, que lo acompañaron desde un comienzo y que guiaron el curso de su vida. Preocupado por el avance de las ideologías anti-ilustradas y anti-científicas, a las que relacionaba con los regímenes autoritarios de la época, fundó en 1944 la revista Minerva, pensada como “un frente común racionalista para combatir el irracionalismo, en particular el existencialismo”. Tenía sólo 25 años y estudiaba Física (en Filosofía nunca tuvo estudios formales). En Minerva se publicaron sus primeros ensayos filosóficos (como “¿Qué es la epistemología?”) y se dieron a conocer por vez primera las ideas del positivismo lógico, corriente considerada la fundadora de esa disciplina.
En 1956 obtuvo la cátedra de Filosofía de las Ciencias en la Facultad de Filosofía de la UBA y fundó la Agrupación Rioplatense de Lógica y Filosofía Científica, junto a otros investigadores como Gregorio Klimovsky. A ellos se debe el establecimiento de la epistemología como disciplina académica en Argentina. Y con ella el fin del monopolio universitario de las ideas de orientación alemana y francesa.
Ideas propias
Entre los tantos méritos de Bunge se encuentra el de haberse formado de manera autodidacta en un área de conocimientos que ni siquiera existía en nuestro país, y sin adherir a ninguna de las dos principales escuelas del momento: el positivismo lógico y el racionalismo crítico de Popper. Fue lentamente forjando sus ideas propias, que le valieron un importante lugar dentro de la filosofía contemporánea de las ciencias. Sus primeros pasos los dio en su área de mayor conocimiento, la física. Descontento con la crítica del principio de causalidad desde la mecánica cuántica, fue pergeñando una sólida defensa del mismo. El libro resultante fue rechazado por seis editoriales hasta que la prestigiosa Harvard University Press, por recomendación del filósofo Willard Quine, decidió publicarlo en 1959. Causality fue un éxito rotundo: algunos destacan que fue el primer libro filosófico originado en América Latina con trascendencia internacional. El prestigio de Bunge, consolidado por una voluminosa obra posterior, comenzó con esta publicación.
Más adelante llegaron con gran repercusión, desde su nuevo hogar en Canadá, Scientific Research (1967) y Philosophy of Physics (1973). También los ochos volúmenes de su Treatise on Basic Philosophy (1974-1989), donde presenta su propio sistema filosófico, uno de los pocos elaborados en la segunda mitad del siglo XX. Con el tiempo fue ampliando sus ideas hacia una gran diversidad de temas: biología, ética, economía, filosofía política, medicina, psicología, etc. En muchos casos cuestionó la falta de rigor o el escaso uso de herramientas matemáticas; en otros directamente asumió la tarea de desenmascarar lo que consideró “seudo-ciencias” o charlatanerías (es conocida en particular su cruzada personal contra el psicoanálisis).
Sus ideas centrales las mantuvo a lo largo de su extensa vida: el realismo, el materialismo, el cientificismo y el sistemismo, a los que morigeró con una moral humanista de inspiración socialista. Tuve la suerte de que aceptara participar con un ensayo en un libro que compilé (La ética en la encrucijada), luego de que yo haya criticado duramente su posición según la cual es posible fundar la moral en la ciencia (en mi libro Una ética sin fundamentos). Esta anécdota revela su real apertura a la discusión de ideas, a la vez que una cierta dosis de generosidad.
Su laboriosidad y energía lo acompañaron hasta el final de sus días, pasados ya los cien años. La suya fue una vida plena de sentido, y su obra un importante legado que seguramente se irá revalorizando con el tiempo.
(c) LA GACETA
Nicolás Zavadivker - Doctor en Filosofía de la UNT.







