
CUIDADO CON ELLA. Hannah John-Kamen interpreta a la extraña con la que, según el título, no conviene hablar.

Miniserie / por Netflix
Regular
“¿Te acordás de ese embarazo que perdió tu esposa? ¿Sabías que era fingido? Y si estuviera en tu lugar, les haría un ADN a tus hijos”. Palabras más, palabras menos, ese es el mensaje que una extraña le transmite al sorprendido Adam Price (Richard Armitage) al comienzo de “No hables con extraños”. Con el bichito de la sospecha picándolo, por más que no se haya molestado en chequear de dónde vino la información, Adam comienza a tirar del hilo y la que va desenredándose es una trama de intrigas, traiciones y muerte. Los elementos del thriller están sobre la mesa y, tratándose de una producción británica, el interés queda depositado en el arranque de la miniserie. Transcurridos los ocho capítulos, ese voto de confianza luce poco menos que traicionado.
De la adaptación de “The stranger”, novela de Harlan Coben, partió este cuento de misterio ambientado en uno de esos típicos pueblos ingleses en los que se cuecen las peores historias detrás una fachada de idílica prosperidad. El propio Coben se encargó de desarrollar el proyecto desde Red Production, uno de los brazos generador de contenidos de StudioCanal. De esa clase de alianzas estratégicas extrae Netflix buena parte de sus mejores shows, aunque este es uno de esos ejemplos que merecen tomarse con pinzas.
Volvamos a Adam y al embarazo de su esposa, que efectivamente era un engaño. La extraña estaba en lo cierto. ¿Quién es ella? ¿Una chantajista? ¿Una justiciera? ¿Las dos cosas? Todo se complica -aún más- cuando la esposa de Adam desaparece dejando apenas un ambiguo mensaje de Whatsapp. En paralelo suceden otras cosas: a) un chico queda en coma al cabo de una fiesta en medio del bosque; b) aparece una llama (si, de esas que tenemos en el NOA) decapitada en el centro de la ciudad; c) una agente de policía investigará todos estos casos (Siobhan Finneran), justo cuando está a punto de jubilarse, de divorciarse y de irse de vacaciones; d) en medio del drama Adam, que es abogado, defiende a un amigo que se niega a venderle su casa a las aves de rapiña de una constructora (Stephen Rea, cuya carrera pintó en algún momento para mucho más); e) por supuesto, hay crímenes.
“No hables con extraños” propone un sinfín de personajes, de historias paralelas y de arcos argumentales que no son otra cosa que relleno. Seguramente, con cuatro capítulos en lugar de ocho la miniserie hubiera funcionado mucho mejor. Algunos de esos personajes bordean la ridiculez, otros son innecesarios. Se sabe que el thriller, en su condición de rompecabezas, tendrá que armarse en algún momento. Ese final suena forzado, inverosímil. Sí, decepcionante.







