Larry Janzton y su comicidad inolvidable

Larry Janzton y su comicidad inolvidable

El actor tucumano permanece en el recuerdo de quienes, como Pablo Parolo, lo conocieron arriba y abajo del escenario.

GENIO Y FIGURA. Basfaba que Larry apareciera, en el escenario o en un bar, para que brotaran las carcajadas. archivo GENIO Y FIGURA. Basfaba que Larry apareciera, en el escenario o en un bar, para que brotaran las carcajadas. archivo

Hay artistas que marcan la transición de un momento histórico al siguiente. En el Tucumán del retorno de la democracia, Larry Jantzon encarnó esa figura, que reúne en sí haber sido irrepetible en su época y que, además, dejó grabado a fuego su recuerdo en distintas generaciones.

Este invierno se cumplirán 23 años de su fallecimiento. Hay ya dos generaciones de tucumanos que no lo disfrutaron sobre el escenario. Sin embargo, Larry, como se lo recuerda, reaparece cada tanto, vinculado con una forma de hacer humor que empujaba a un lado la risa sonora para que también hubiese espacio para la reflexión.

La resistencia

“Para él el humor era una forma de resistencia -lo evoca Pablo Parolo-. ‘El humor que hacemos nosotros es el que aparece después de la desesperación, es un humor desesperado’, me dijo una vez”.

Del dúo creativo que conformaron entre mediados de los 80 y hasta su muerte, en 1997, surgieron dos de los mayores éxitos del teatro independiente tucumano de todos los tiempos.

Juntos habían fundado la Compañía Filodramática de Socorros Mutuos, aún activa en nuestros días. “El nombre elegido respondía, según Larry, a que con el teatro ‘siempre nos estamos socorriendo mutuamente’”, explica Parolo.

Los memoriosos del teatro tucumano no se olvidan de “Reíd mortales”, que estuvo dos años en cartel con funciones de jueves a domingo, ni de “La mesa de los galanes”, basada en los cuentos de Roberto Fontanarrosa y que superó las 100 representaciones.

Jantzon y Parolo también impulsaron el espacio La Risada, un nombre que sintetizaba la idea central de un proyecto artístico cultural, que además incluyó obras dramáticas como “Príncipe azul”, del uruguayo Eugenio Griffero, con la que representaron al teatro tucumano en todo el país.

Los comienzos

En realidad Jantzon nunca usó su nombre real, José Osvaldo, como lo inscribió su padre el 2 de abril de 1954, porque en el Registro Civil se negaron a anotarlo como Larry. Por eso don Werner Kurt Jantzon lo anotó con los nombres de los empleados que lo atendieron.

El tránsito de Larry por los escenarios había comenzado a mediados de los 70, en el Teatro Universitario y bajo la dirección de Boyce Díaz Ulloque.

Luego integró los elencos independientes de Nuestro Teatro y Armando Discépolo, así como el Teatro Estable de la Provincia.

El nexo

“Larry fue el nexo de los que éramos jóvenes (él tenía diez años más que yo) con la generación sobreviviente del genocidio, con sus luchas y sus utopías. Fue un modo de establecer el traspaso generacional cercenado por la dictadura. En lo personal fue un compañero del alma, de esos amigos que se cuentan con los dedos de la mano. En lo profesional, fue quien me impulsó a la dirección teatral. Yo tenía 23 años y me invitó a dirigir ‘Reíd mortales’, una creación colectiva de la que también participarían Gloria Berbuc y Mauricio Semelman. Hacía muy poco que habíamos recuperado la democracia y en las mesas de El Buen Gusto y La Cosechera se brindaba por los buenos nuevos tiempos”, recuerda Parolo.

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