Fragmentos: “demostraron cómo se hace fortuna por el orden, el trabajo y la disciplina”

Por Paul Groussac.

PORTADA. El “Ensayo histórico sobre el Tucumán”, de Groussac. PORTADA. El “Ensayo histórico sobre el Tucumán”, de Groussac.
19 Enero 2020

“Felizmente en el Nuevo Mundo y, particularmente, en la provincia de Tucumán, la historia de los jesuitas está patente. Han poseído grandes bienes y han sacado de ellos mejor rendimiento que sus contemporáneos: pero no creo que la Compañía haya pretendido nunca ocultar que buscaba la riqueza lícita (…). La renunciación de sus miembros era absoluta, pero la Compañía no había hecho voto de pobreza. No se anunciaron como discípulos, sino como soldados de Cristo. La índole de su enseñanza y de su predicación era mundana, como lo era la arquitectura de sus iglesias y colegios.

Su enseñanza no es gratuita. Venden los productos de sus estancias y fábricas; no son mendicantes; no fulminan a los herejes sino que tratan de dominarlos. Son, en fin, soldados de Cristo que pretenden servir la buena causa esgrimiendo las mismas armas que sus enemigos (…).

Tal vez pueda demostrarse que una Reducción Jesuítica producía mejor resultado social que el régimen de las raciones de tabaco y aguardiente alternadas con balazos a que han sido sometidos (…) los indios de este país. Sea como fuera, y volviendo a la historia del Tucumán, hay algo más odioso que la expulsión de los jesuitas: es la confiscación de sus bienes (…). El célebre (Francisco de Paula) Bucarelli dirigió el golpe de mano ejecutado casi al mismo tiempo en todas las provincias. (…) Resulta del inventario levantado (…) que había muchas propiedades adquiridas en compra, casas y solares en la ciudad, y numerosas estancias entre las cuales son importantes las siguientes: al Oeste, el Valle de Tafí, tierras del Infiernillo, Ciénega y Amaicha (…). El inventario de los muebles nada de particular ofrece a no ser el hecho de que en cada habitación de un padre no había otro lujo que el de poseer 80 o 100 volúmenes para su uso: un verdadero lujo para el punto y los tiempos que vivían (…). No sería fácil, tal vez, encontrar en nuestras provincias una biblioteca equivalente.

(…) El 30 del mismo mes (agosto de 1767), el gobernador (…) decretó que las autoridades de San Miguel hicieran pegar en todas las esquinas, de doce de la noche a cinco de la mañana, el bando explicativo (…) para la ejecución de las instrucciones de Bucarelli. Estas eran la captura y expulsión de los jesuitas. Las precauciones tomadas parecen vergonzantes (…). Se prepararon caballos y carruajes para conducir directamente e incomunicados a los presos hasta Buenos Aires (…).

Hicieron comparecer al capataz y peones de Tafí: aquel ganaba 150 $b y estos de 40 a 60 más el maíz y carne para el sustento, y yerba y tabaco para el vicio. Hoy no ganan tanto los peones de estancia de la serranía pues su sueldo actual equivale a la mitad de lo que pagaban los jesuitas (…). Sus temporalidades pasaron de mano en mano, fuera del convento y el colegio de la ciudad que los franciscanos heredaron (…). Tales fueron en Tucuman los principales incidentes a que dio lugar la expulsión de los jesuitas (…). En América, el sentimiento es unánime: han prestado grandes servicios, han hecho fortuna, pero han demostrado cómo se hace fortuna por el orden, el trabajo y la disciplina (…). La verdad es que las riquezas de los jesuitas eran la pesadilla de los gobernadores y encomenderos. La corte, indulgente para los virreyes y presidentes que saqueaban las arcas reales, se mostró indignada ante esos bienes adquiridos por la inteligencia y la laboriosidad. Su ejemplo era un reproche vivo para los administradores infieles y, por ello, los suprimieron”.

Fragmentos extraídos del libro “Ensayo Histórico sobre el Tucumán” (1882). Reproducción facsimilar de la edición original; Fundación Miguel Lillo (Colección del Bicentenario); páginas 119 a 126; 2016.

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