Un romance que alumbró la oscuridad de la prisión

Un romance que alumbró la oscuridad de la prisión

“Luna cautiva” testimonia una historia de sangre y pasión, que vivió el Chango Rodríguez, su autor

Reventón. Grito. Sangre. Muerte. Una secuencia de dolor, también de amor, circula entre los barrotes. Los besos de la Gringa le caminan las sienes. Ese fogonazo cordobés en el barrio Alberdi es un bumerán para el insomnio cotidiano. La pesadilla taladra la celda. 1963. Ese 11 de diciembre, sin sospecharlo, se le ha venido la noche encima. Su ahijado está cumpliendo años. Ha llegado a la fiesta con 30 mil pesos en el bolsillo de la camisa. La compañía Philips le ha pagado un adelanto de Soy de la Docta, su próximo disco. La sobremesa enciende la guitarra, el canto y las copas. Los vahos etílicos incentivan los excesos.

“Tocó A la sombra de mi madre, una zamba de Juan Carlos Carabajal y Crisóforo Juárez. Pero al momento de dar los créditos -en una guitarreada informal también eran importantes- olvidó nombrar a Juárez. ‘Ustedes, los cantantes siempre se olvidan de los autores’, lo atizó uno de los presentes. Y el Chango, que era una brasa caliente, saltó. Y entonces se armó el bochinche”, declara su novia Lidia Haydée Bay, ante la Cámara 1° del Crimen. Los puñetazos alborotan el aire. El dueño de la fiesta lo echa.

En la vereda, se palpa el bolsillo del zurdo. La plata ha hecho mutis por el foro. La calibre 45 lo espera atentamente en la guantera del auto. Regresa al cumpleaños. Ofuscada, Lidia exige a los fiesteros la devolución del dinero. La vocinglería lo perturba. Los tiros al aire que salen de su mano también. Uno revienta la cabeza del “Loro”, el cuidador de sus caballos de carrera, padre del ahijado cumpleañero. Se entrega a la policía al día siguiente. Sus billetes han sido hallados entre las prendas de una invitada a la reunión. No hay vuelta que darle: homicidio simple y abuso de arma en concurso real. Doce años de prisión le machaca en las orejas el martillo del juez.

Esa noche, como casi todas, ha soñado con esos besos enrejados. Cada vez que ella lo visita, un potro desbocado es el corazón. Tras su partida, los grilletes enamorados, el tintineo de las llaves del carcelero, sobresaltan los desvelos. La guitarra va enhebrando el testimonio de su martirio en una canción.

Y divisé tu rancho a orillas del camino adonde los jazmines tejieron un altar, al pie del calicanto la luna cuando pasa peinó mi serenata la cresta del sauzal… Escucha que mis grillos están enamorados que llora mi guitarra sollozo de sauzal el tintinear de espuelas del río allá en el vado fue una noche serena prendida en mi cantar.

La libertad le hace burla a través de los barrotes. El amor también. Músicos y amigos reclaman con insistencia la excarcelación. Compone con fervor. Canta para los presos. Las caricias de la Gringa acechan su soledad. La insistente ternura logra torcerle el brazo a la autoridad. 1965, 8 de enero. La marcha nupcial sobresalta el penal ese viernes. Él, de frac y moño, ella, de vestido floreado, anillan sus anulares. Brindis en la celda. Alegría. Una canción despabila la guitarra, echa a volar entre los barrotes y se vuelve popular extramuros en la garganta de Horacio Guarany.

Tu amor es una estrella con cuerdas de guitarra, una luz que alumbra a mi oscuridad, acércate a la reja, sos la dueña de mi alma, sos mi luna cautiva que me besa y se va.

1968. El 3 de marzo, el interventor cordobés firma el indulto N° 5.030 que beneficia a varios reclusos. Ese sábado, se emancipa el alma de José Ignacio “El Chango” Rodríguez (1914-1975) y se zambulle en el corazón de la Gringa Bay, esa “Luna cautiva” que desde entonces canta en libertad.

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Luna Cautiva. Letra y música: Chango Rodríguez

De nuevo estoy de vuelta después de larga ausencia

igual que la calandria que azota el vendaval

y traigo mil canciones como leñita seca

rescoldos de fogones que invitan a matear.

Y divisé tu rancho a orillas del camino

adonde los jazmines tejieron un altar,

al pie del calicanto la luna cuando pasa

peinó mi serenata la cresta del sauzal.

Tu amor es una estrella con cuerdas de guitarra

una luz que alumbra a mi oscuridad,

acércate a la reja, sos la dueña de mi alma

sos mi luna cautiva que me besa y se va.

Escucha que mis grillos están enamorados

que llora mi guitarra sollozo de sauzal

el tintinear de espuelas del río allá en el vado

una noche serena prendida en mi cantar.

De nuevo estoy de vuelta mi tropa está en la huella,

arrieros musiqueros me ayudan a llevar,

tuve que hacer un alto por un toro mañero,

allá en el calicanto a orillas del sauzal.


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